La discusión sobre si deberían o no prohibirse los zoológicos es un debate que se mantiene abierto en gran parte de los países del mundo. Mientras algunos acusan a estos recintos de ser lugares donde se maltratan a los animales, otros los defienden resaltando su función como centros de rescate.
El biólogo marino Rodrigo Barahona, magíster en ciencias con mención en ecología y biología evolutiva y doctor en ciencias silvoagropecuarias y veterinarias, expone en esta entrevista casos destacados en los que los zoológicos han salvado de la extinción a diversas especies. En opinión del científico chileno, sería necesario renovar la mirada que se tiene de los zoológicos, reconocer el rol que juegan en la conservación y vigilar que en un futuro no muy lejano dejen de tener fines recreacionales y pasen a enfocarse definitivamente en la protección de animales.
¿Cuál es la función que cumplen hoy los zoológicos?
Buena parte de los zoológicos del mundo tienen una función de conservación de especies. Obviamente hay otros que lamentablemente buscan ser centros de diversión, pero buena parte de los zoológicos tienen la capacidad estructural y funcional para poder mantener individuos de especies amenazadas. Por lo tanto, los zoológicos son reservorios ex situ de material genético que permiten hacer intercambio de genes y mantener a las especies en el tiempo.
Desde esa mirada, los zoológicos permiten la conservación real de animales que si los insertamos nuevamente en la naturaleza, por presión de caza o pérdida de hábitat, lo más probable es que no sobrevivan. Hasta que las condiciones de conservación sean adecuadas es importante mantener a esas especies en zoológicos para poder conservarlas vivas.
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¿Hay algún grupo de animales en particular al que te refieras?
Hay muchos ejemplos. Acá en Chile tenemos la rana de Darwin, una especie que ha ido declinando constantemente y el Zoológico Metropolitano de Santiago tiene un programa de conservación de esta especie. Otro caso es la rana del Loa. Un grupo de científicos logró encontrar una población remanente en muy malas condiciones, no había curso de agua y las ranas estaban mal. Lograron rescatar un grupo grande de estas ranas, las llevaron al zoológico y actualmente se están recuperando y podrían reproducirse en el tiempo. Eso significa que el zoológico tiene las capacidades para poder recuperar estas especies y, posteriormente, cuando las condiciones en su medio estén bien, se puedan reintroducir.
Ese es el caso de dos especies chilenas, pero en el mundo la cantidad de especies que se ha recuperado gracias a los zoológicos es sumamente importante. Por ejemplo, el lobo rojo (Canis rufus) en EE. UU. o el cóndor de California (Gymnogyps californianus). El hurón de patas negras (Mustela nigripes), también en norteamérica, el oryx de Arabia (Oryx leucoryx), caracoles Partula (Partulidae) que fueron arrasados por el caracol lobo rosado (Euglandina rosea), una especie introducida. Este caracol se comió a los caracoles endémicos, extinguió a varios y los individuos que sobrevivieron fueron todos capturados y llevados a zoológicos para reproducirlos. En insectos está el palo de Howe (Dryococelus australis), también algunas aves paseriformes, el caballo de Przewalski (Equus ferus przewalskii) —el único caballo salvaje real del mundo— que fue reproducido en zoológicos de Europa y se recuperó a tal punto que recién se reintrodujeron poblaciones en Mongolia y en China que es de donde provienen.
Hay muchas especies que podría seguir nombrando que sin los zoológicos no habrían podido sobrevivir. La tasa de extinción de especies sería mucho más alta sin la intervención de los zoológicos.
¿Los zoológicos tienen, en general, el propósito de reintroducir las especies en el medio natural?
Algunos programas sí tienen esa intención, como es el caso del caballo de Przewalski. Esa especie se reprodujo por años en varios zoológicos de Europa, a pesar de que tenían una baja diversidad genética, y lograron que una población pequeña de 20 o 30 individuos fuera liberada en las llanuras de Mongolia. Ahora esa población ha crecido en número.
Eso quiere decir que si se hace bien el trabajo del zoológico, se pueden mantener poblaciones.
Si es que la reintroducción de especies en el medio natural no está dentro de los objetivos de un zoológico, ¿sigue estando justificada la existencia de este espacio?
Eso puede ser controversial porque hay algunos zoológicos, privados principalmente, que tienen especies para poder mantener un lucro. Idealmente si es que se les pide a estos zoológicos que entreguen los animales o incluso —dependiendo de las legislaciones de cada país— si se les incautan, es posible que estas especies posteriormente pasen a un programa de conservación dentro de un zoológico y logren reproducirse.
La idea es que haya efectivamente un programa de conservación de por medio.
¿Qué pasa cuando un zoológico tiene un programa de conservación para ciertas especies, pero al mismo tiempo tiene leones, jirafas o elefantes en evidentes malas condiciones?
La idea está en que los zoológicos se conviertan en centros de rescate de la fauna nativa y se vayan desligando de estas especies que son más icónicas. Ahora, también hay zoológicos que reciben animales exóticos que han sido rescatados de incautaciones en circos o propiedades privadas o algún traficante de animales. Por ejemplo, al circo de los Tachuelas se le incautaron un montón de animales, incluyendo una elefanta que fue trasladada al safari de Rancagua y ahora, hace muy poco, se fue a vivir a un santuario de elefantes en Brasil.
Entonces, claramente, los zoológicos hoy en día están tratando de deshacerse de estos animales exóticos, aun cuando todavía existe, lamentablemente, la idea de que los animales sirven de enganche para poder hacer educación ambiental.
El zoológico Metropolitano no debería entonces adquirir un nuevo elefante, león o jirafa.
Los zoológicos no promueven la captura de animales de su hábitat nativo. Eso debe estar sumamente claro. Los zoológicos que se dedican a la conservación, hoy en día, no pagan a alguien para que capture un elefante, un león, una cebra, o el animal que sea.
Lo que hacen los zoológicos es hacer intercambios con otros zoológicos para mantener la diversidad genética y fomentar los programas de conservación. El zoológico Metropolitano ha tenido muchas crías de jirafas que no se quedan en Santiago, sino que se las llevan a otros zoológicos para que tengan crías con otras jirafas. Ese es el tipo de adquisición que se hace. Se ceden los animales, siempre y cuando el lugar cumpla con objetivos de conservación.
¿Hay zoológicos que no sean de conservación y que continúan comprando animales?
Privados, gente multimillonaria que dentro de sus fetiches está gastar su dinero en animales raros. Mientras más raro sea un animal, más deseo tienen algunas personas de tenerlo. Eso es un fenómeno que se ha estudiado y se llama "efecto Allee Antropogénico". Eso, para animales muy raros, es una amenaza más.
Esos coleccionistas de animales suelen pagar por animales raros y es considerado tráfico. Quién regula el tráfico de especies es CITES, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres, y lo hace en tres categorías: CITES 1, 2 y 3. No puedes comercializar una especie que esté en CITES 2, por ejemplo, a menos que tengas los papeles necesarios que avalen que ese animal viene de una granja de conservación, de un lugar donde se hace el trabajo de manera sustentable. Además, pagas un impuesto por ese animal que va directamente a financiar programas de conservación para mantener la especie en el tiempo. Para las especies que están en CITES 1, en cambio, está absolutamente prohibida su captura.
¿Por qué dirías que continúa existiendo una mirada pesimista hacia los zoológicos?
Son percepciones acerca de lo que fueron los zoológicos antiguamente. El zoológico Metropolitano de Santiago en sus inicios era muy triste porque los espacios eran muy reducidos, eran jaulas. En los últimos años el zoológico ha remodelado su estructura, ha mejorado las condiciones de vida de varios de los animales y ha logrado cambiar la percepción de varias personas. Aun así, queda en la memoria que los animales se mantenían en un ambiente sumamente estrecho, con enfermedades producto del encierro, etc. Entonces sí, queda la idea de que los zoológicos son algo negativo sobre todo en la gente mayor.
Los más jóvenes tienen el pensamiento, que obviamente es válido, de que los animales no necesitan estar encerrados porque están mejor en su hábitat natural. Pero detrás de eso el ser humano sigue destruyendo hábitat, sigue contaminando, sigue haciendo sus actividades, impactando a la flora y la fauna.
El zoológico entonces tiene un desafío importante porque tiene que cargar con el estigma de ser el lugar donde uno iba a mirar animales, entretenerse e incluso burlarse de ellos.
En febrero de este año un grupo de animalistas se adjudicó un incendio en el zoológico Metropolitano con la consigna “fuego a las jaulas”. ¿Qué opinión te merece el trabajo que hacen los grupos animalistas?
La mayoría de los movimientos animalistas fundamentalistas han ignorado la fauna nativa en Chile y en todo el mundo para dar prioridad a mascotas. Uno entiende que las mascotas generan un sentimiento de devoción y emoción muy fuerte. Muchas personas consideran a esos animales parte de su familia. Yo mismo lo sé puesto que tengo un perro y él es parte de mi familia. Pero cuando se trata de conservación hay que tratar de ampliar la mirada y ver realmente qué es lo queremos, ver si el enfoque prima sobre la fauna nativa o prima el bienestar de un animal exótico que lamentablemente fue abandonado o lamentablemente tiene un dueño irresponsable.
Hoy en día el zoológico nacional recibe muchas especies nativas que vienen muy heridas por ataques de perros, zorros, quiques, gatos nativos, pudus. Cuando lo grupos animalistas, que a veces son muy radicales y confrontacionales, suelen tomar abanderamiento por algún tipo de animal o rescate no miran eso, porque son personas que no han visto realmente nunca un ataque, no han visto nunca cómo la fauna exótica tiene un efecto negativo en la fauna nativa. Es relevante que los grupos animalistas amplíen la mirada y empaticen un poco con nuestras especies nativas.
El artículo original de Michelle Carrere fue publicado en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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