Jesús Valle Guzmán es uno de los más veteranos defensores de la Sierra de Quila, área natural protegida del oeste mexicano que en agosto de este 2022 cumple 40 años de haber sido decretada por el gobierno federal. Durante casi 20 años, con sus cámaras-trampa, el naturalista buscó ávidamente algún ejemplar de jaguar, pues el gran felino no había sido visto por décadas.
Fue en el año 2018, cuando se tuvo la evidencia de la presencia del jaguar (Panthera onca) en la Sierra de Quila. “Fue asombroso y emocionante”, confiesa Efrén Moreno Arzate, de la Universidad de Guadalajara, quien encabezó al grupo académico que, en el marco de una investigación de doctorado, consiguió las imágenes del felino.
La intuición de Valle Guzmán había sido correcta.
Los investigadores que obtuvieron la evidencia contaron con un equipo vasto: el esfuerzo de 30 personas y 90 cámaras establecidas en tres áreas durante año y medio.
“Llegué a vivir aquí, desde Guadalajara, en 1975, y para entonces, el gobierno mexicano había casi erradicado los depredadores de todo el país”, recuerda Valle Guzmán, quién se quedó en Tecolotlán como médico rural y se dedicó un tiempo a la cacería. Esa afición la dejó el día que vio a un grupo de lobos comer un venado que él había ultimado, en 1995, en esta misma zona, “y he lamentado mucho no haber tenido una cámara para registrarlo”. Desde entonces migró completamente a la cámara.
Valle Guzmán tiene la certeza de que el jaguar nunca se fue de la Sierra de Quila. Él llegó a detectar huellas, pero los intentos de fotografiarlo fueron infructuosos, hasta que el equipo de Moreno Arzate lo logró. A partir de entonces, sus cámaras y las de la dirección del Área de Protección de Flora y Fauna Sierra de Quila, han tomado fotos fijas y videos del impresionante felino.
“Eso demuestra que hay una gestión de la reserva que, pese a los problemas del pasado inmediato, da frutos”, señala el secretario de Medio Ambiente de Jalisco, Sergio Graf Montero.
La Sierra de Quila, dotada de 15,192 hectáreas según el decreto del 4 de agosto de 1982, cambió su modelo de administración en los últimos tres años. Depende de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp), pero fue cedida en coadministración al gobierno de Jalisco, en 1996. y durante más de dos décadas dependió de una asociación civil, que según Graf Montero, no transparentaba sus cuentas y restringía la participación en el manejo de la zona. Desde 2019 se convirtió en un organismo público descentralizado (OPD) y ha logrado mejorar su gestión.
La presencia de jaguar revela el acierto del decreto y la mejora del trabajo, pues la Sierra de Quila es un corredor biológico esencial.
Una especie que se adapta
El especialista en jaguar, y durante más de una década, presidente nacional del subcomité de la Conanp para la conservación de la especie, Rodrigo Núñez Pérez, comenta que gracias a los trabajos de monitoreo realizados con cámaras trampa, se tiene evidencia de que el mayor depredador de la América Tropical suele moverse por territorios que antes no se contemplaban como de su gusto y adaptación.
Por ejemplo, se tienen evidencias en video de un jaguar macho que deambula por las nieves invernales en Chihuahua, al norte de México. “Una cosa que antes nadie consideraba. ¿Cómo una especie que gusta tanto de los climas tórridos va a andar en las altas montañas y entre territorios nevados?”. A su juicio, lo que se ha podido descubrir es la sorprendente resiliencia de estos felinos, que si bien, no tienen un rango de distribución tan extenso como el puma (Puma concolor), son muy flexibles a muchos ecosistemas, climas y disposición de recursos.
“Sobre todo hay que hablar de los machos, que suelen desplazarse en busca de territorios. Un indicativo de cómo usan un corredor es saber si se trata de un individuo solitario; si es así, lo más seguro es que sea macho, y que solamente esté de paso”.
Las hembras, que deben velar por la seguridad y alimentación de los cachorros, suelen estar más restringidas a ambientes subtropicales, donde las condiciones de crianza no son tan extremas, la naturaleza crece con más fuerza y es posible que las diferentes tonalidades que se encuentran en esos ecosistemas protejan mejor a las crías de otros depredadores y de cazadores humanos.
Lee más | México: el reto de conservar uno de los últimos refugios del jaguar en la costa de Jalisco
Una historia de conservación
La Sierra de Quila se ubica 80 kilómetros al poniente de la ciudad Guadalajara, capital del estado de Jalisco y con casi 5.5 millones de habitantes. Una de sus tantas relevancias socioambientales tiene que ver con la recarga de agua, pues provee del recurso a cabeceras y poblados que suman más de 200 mil habitantes.
Además, esta región forestal es una de las cabeceras del río Ayuquila, que baja a los valles de Autlán y Armería para abastecer a un importante emporio de agricultura de exportación, y desemboca en el océano Pacífico en la zona de Boca de Pascuales, muy cerca de Manzanillo, el mayor puerto mercante del país.
En la Sierra de Quila “hemos podido detectar hasta 36 manantiales perennes, lo cual es muy importante para la calidad de vida y la economía de las partes bajas”, sostiene el director del organismo público descentralizado, Javier Sampayo Lazcano.
Conformada principalmente por bosques de pino y encino típico de ambientes templados, en sus zonas altas; la Sierra de Quila alberga en sus barrancas un amplio bosque tropical caducifolio y vegetación de galería en las áreas más contiguas a ríos y arroyos. Esto da pie a una amplia diversidad biológica que ha llevado a hallazgos insospechados.
Además del jaguar, hay presencia de ocelote (Leopardus pardalis), de un ajolote endémico de esta región del país (Ambystoma flavipiperatum) y recientemente se dieron avistamientos de nutria (Lontra longicaudis), que se creía extinta de la zona y es común en ambientes costeros.
En flora, hay relictos de cícadas —consideradas “fósiles vivientes”—, que a pesar de parecen palmeras, no pertenecen al mismo grupo florístico. También hay una fascinante variedad de orquídeas que embellecen las zonas de los manantiales, cerca de la mayor cumbre de estas montañas, el cerro Huehuetón (2,650 metros sobre el nivel del mar).
Sampayo Lazcano señala que la reconfiguración administrativa del área natural protegida, para que sea hoy un organismo público descentralizado, fue esencial para mejorar la transparencia de los recursos —cada año, el gobierno de Jalisco otorga al área una partida de alrededor de 8 millones de pesos—, pero sobre todo, para integrar mejor a las representaciones políticas y sociales.
“Tenemos mejores mecanismos de gobernanza, un perfil más acusadamente técnico en los puestos del organismo, evaluaciones de gestión y rendición de cuentas”, agrega.
Esto ha ayudado a concretar mejor los esfuerzos entre los gobiernos federal, estatal y de seis municipios. Además, de vincular el trabajo de investigadores en las diferentes áreas, para describir mejor los recursos de las montañas. Al trabajo científico que se realiza con la fauna, que es muy vistoso, se suman investigaciones sobre los ecosistemas forestales del lugar.
Por ejemplo, la investigadora de la Universidad de Guadalajara, Ana Luisa Santiago, dirigió un estudio sobre los mecanismos de reproducción y sucesión de los bosques.
Al comparar la Sierra de Quila con el bosque La Primavera, ubicado al lado de la ciudad de Guadalajara, Ana Luisa Santiago encontró que el vigor de los bosques de Quila es considerablemente superior, pues su tasa de duplicación (la sustitución total de una generación por otra) es en promedio de 74 años, contra 108 años que demora el proceso en La Primavera. Parte de la explicación es la alta presión de la ciudad sobre este bosque, lo que no afecta a Quila.
Además del trabajo científico, en la Sierra de Quila hay una fuerte integración de ocho ejidos y una comunidad indígena con terrenos dentro de la reserva, así como diversas propiedades privadas.
El trabajo que se realiza en el lugar se extiende también a los prestadores de servicios turísticos, para que las visitas turísticas al lugar se realicen sin alterar los valores naturales de la zona.
“Tenemos un problema de cacería furtiva, pero con información creciente y coordinación estamos convenciendo a la gente de que una área natural protegida no debe permitir la cacería. Esto se da sobre todo entre octubre y febrero de cada año”, señala Sampayo Lazcano.
Un corredor biológico robusto
Entre los hallazgos del trabajo realizado por Efrén Moreno Arzate, junto con María Magdalena Ramírez Martínez, Juan Pablo Esparza y Luis Ignacio Íñiguez Dávalos, sobresale un indicador que es decisivo para saber si un jaguar puede quedarse como residente en una zona: la presencia de presas.
“La buena noticia es que captamos, en muchas de las cámaras, la presencia creciente de pecaríes, que son la presa favorita del jaguar”, sostiene Moreno Arzate, doctor en Biosistemática, Ecología y Manejo de Recursos Naturales y Agrícolas.
“Antes, apenas se registraba el jabalí (nombre popular de los pecaríes), por lo que creo que el proceso de protección que tiene el lugar durante estos 40 años ha sido bastante útil para las especies”, sostiene.
Rodrigo Núñez Pérez, pionero en monitoreo de jaguares, y quien encabezó el esfuerzo nacional para conocer el estado de sus poblaciones silvestres en 2010, señala que la presencia del felino en la Sierra de Quila no es una anomalía.
Los jaguares —explica— viven y atraviesan zonas templadas, como la parte alta de las montañas de El Tuito y Manantlán, en la costa de Jalisco. El científico, responsable del programa de grandes felinos en la reserva de la biosfera Chamela-Cuixmala, señala que se han documentado desplazamientos de hasta 70 kilómetros de algunos individuos, fundamentalmente machos.
Durante su trabajo, ha convivido con cazadores que le han revelado haber matado al felino en lugares tan remotos como Aguascalientes o en las cañadas del río Verde, cerca de Guadalajara. “No es que no se tengan allí las condiciones de clima y vegetación para alojar jaguares; es que es muy cerca de centros urbanos muy densos”, lo que demuestra que “el gato se adapta muy bien”, siempre que tenga manera de protegerse de los cazadores.
En otra área de montaña alta, cerca del pico de Tancítaro, en Cotija, Michoacán, una reciente investigación detectó presencia de Panthera onca. “La clave siempre será qué tan seguro está el gato, y si tiene alimento suficiente”.
La Sierra de Quila se protegió gracias a la presencia de ambientalistas locales preocupados porque sus bosques no fueran arrasados. En 1982, el activista Manuel Agraz Aranda habló con el presidente José López Portillo y logró convencerlo de que valía la pena preservar la naturaleza. Jesús Valle Guzmán es sucesor de esa lucha. Ya se acerca a los 70 años de vida y sigue empeñado en que la naturaleza recobre sus viejos fueros.
“El principal problema es que los ganaderos, particularmente, no terminan de entender que un puma o un jaguar no atacan a sus vacas”, sostiene. La tarea de hacer entender a los campesinos que el predador mantiene el equilibrio en los ecosistemas, da frutos lenta pero contundentemente.
Valle Guzmán enfatiza que la lucha contra las ideas equivocadas “suele ser la más importante”. El orgullo que ve en muchos agricultores y ganaderos que lo apoyan en fotografiar animales silvestres, es el aliento de su esfuerzo cotidiano en el que no solamente hay que hacer frente a los enemigos de los animales. Porque, sobre todo, se lucha contra el tiempo.
* Imagen principal: Jaguar captado en la Sierra de Quila. Foto: cortesía Efrén Moreno Arzate
El artículo original fue publicado por Agustín del Castillo en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
Si quieres leer más sobre conservación en Latinoamérica, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y Youtube.