San Francisco. (EFE). El estado de California (EE.UU.) exigirá a partir de mediados de 2015 que todos los teléfonos inteligentes que se vendan lleven incorporado un mecanismo antirrobo que permita inutilizarlos en caso de ser sustraídos, según una nueva ley aprobada en el Senado estatal.
La ley obligará a los nuevos dispositivos a contar con lo que los medios estadounidenses han apodado un "kill switch" -algo así como "interruptor de matar"-, que permitirá que los propietarios desactiven de forma remota el teléfono para que éste quede totalmente inoperativo en caso de pérdida o sustracción, y desalentar así el elevado número de robos.
EL CAMINO LEGAL
La medida, que ya fue aprobada en agosto en la Cámara baja californiana, recibió en el Senado 27 votos a favor (tanto de demócratas como de republicanos) y 8 en contra (sólo republicanos), por lo que sólo falta la firma del Gobernador, el demócrata Jerry Brown, para su ratificación.
Pese a contar con el apoyo explícito de los usuarios y las fuerzas de la ley -la policía la ve como una buena manera de reducir el número de robos-, la propuesta ha sido de lo más discutida, ya que grandes fabricantes como Apple y Microsoft y, especialmente, la asociación de la industria de las telecomunicaciones inalámbricas CTIA se han opuesto con fiereza a la medida.
Según la CTIA, la medida es "técnicamente irrealizable, prohibitivamente cara y permitirá que los hackers abusen de ella". La nueva normativa entrará en vigor para todos los teléfonos inteligentes fabricados y vendidos en California a partir del 1 de julio de 2015.
"Nuestro objetivo es terminar con el negocio de los ladrones que han hecho del robo de teléfonos inteligentes uno de los crímenes callejeros más comunes de las grandes ciudades de California", indicó el senador por San Francisco Mark Leno, autor del texto aprobado.
Según la firma de seguridad Lookout, uno de cada diez propietarios de teléfonos inteligentes en EE.UU. ha sufrido el robo de uno de estos aparatos, y el año pasado les sustrajeron el teléfono a más de tres millones de estadounidenses.