Diseñar un robot es un proceso complejo en el cual los creadores deben tener una idea clara de lo que buscan que haga su creación. Normalmente, exige la fabricación de un prototipo que es probado varias veces antes de obtener un modelo final.
Sin embargo, ahora un equipo de científicos japoneses ha experimentado con un robot creado a partir de materiales muy básicos: ramas, que se pueden encontrar en cualquier parte. ¿Por qué lo han hecho?
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El objetivo es lograr que la Inteligencia Artificial (IA) del robot aprenda a reconocer por sí misma cuál es la mejor forma de movimiento con la menor intervención humana posible. No solo se trata de juntar tres ramas y ya, sino de que las unidades sean totalmente funcionales.
Para ello, los investigadores de la Universidad de Tokio y de la compañía Preferred Networks entrenaron a la IA un entorno virtual. Se escogieron algunos palos, los pesaron y los escanearon en 3D. Luego, se introdujeron los datos de las 'articulaciones' que unen los palos (permitiendo moverlos) y de algunos sensores básicos.
Se utilizaron técnicas de aprendizaje por refuerzo (basado en el sistema de prueba/error, repitiendo las tareas miles o millones de veces en cortos periodos de tiempo, y en premiar los desplazamientos más lejanos).
Los humanos unicamente intervienen en este punto para descartar ciertos movimientos que, aun siendo eficaces para resolver la misión encomendada (moverse lo más lejos posible), pudieran causar desgaste al robot en el mundo real. Después, con el robot físico ya montado, este solo se deja guiar por la IA ya entrenada para poder desplazarse.
El interés de este experimento radica en la flexibilidad que ofrece no tener que disponer de hardware especializado, sino poder crear robots con los materiales disponibles localmente en cada momento.
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