Las personas buenas también pueden hacer cosas malas y no por ello dejan de ser personas de bien. Esa es la premisa de “Good Girls”, donde tres madres, que a simple vista no parecen capaces de matar ni a una mosca, hacen de todo por sus familias. Esta ficción, de Jenna Bans y Bill Krebs, en tres temporadas se ha convertido en una de las producciones más adictivas de la actualidad y que merece tener más popularidad.
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La tercera temporada del programa se vio interrumpida por el brote del nuevo coronavirus. Se tenía planeado que fueran 16 episodios, sin embargo, solo se llegaron a grabar y transmitir 11. Si bien la historia no está completa, y sí se nota que faltó tiempo para explicar la relación del nuevo personaje con las protagonistas, no acaba mal, pero sí nos deja con bastantes expectativas para la cuarta temporada, ya anunciada.
A diferencia de la primera temporada, donde Beth Boland (Christina Hendricks), Ruby Hill (Retta) y Mae Whitman (Annie Marks) empiezan a cometer diferentes asaltos y las vemos luchar con sus conciencias; en la tercera temporada ya están casi al nivel de Río (Manny Montana), el hombre que las metió en este mundo. Al escribir estas líneas pensaba rectificarme y decir que ellas decidieron formar parte de esa vida, pero en realidad sí fueron amenazadas por Río (literalmente) para que lavaran dinero. Pero, claro, quedarse en el negocio cuando tuvieron la oportunidad de salir sí fue responsabilidad de ellas.
Estas mujeres suburbanas de Michigan tienen familias relativamente “normales” y muchas deudas. Tienen trabajos normales de día, muy mal pagados, y con los que no pueden cubrir todos sus gastos, como las medicinas de su hija o la hipoteca de una casa.
Beth es la líder del grupo y, probablemente, la que más cambios de personalidad tiene a lo largo de estas tres temporadas. si bien no estamos ante una Laura Ingalls, es el “ideal” de ama de casa norteamericana: cuida de los hijos, del esposo, de la casa, pero no tiene voz ni voto en cuanto a las finanzas de la empresa familiar. Esto cambia completamente en la segunda temporada y en la tercera se consagra como la jefa del hogar y de su negocio clandestino.
Ingenuamente, Beth pensó que ya se había deshecho de Río tras dispararle. Sin embargo, como hierba mala, este delincuente sobrevive y regresa para hacerle la vida imposible.
La tercera temporada es una continuación bastante creíble de las consecuencias de la segunda; narra cómo Ruby arrastra sin querer a toda su familia a una vida ‘criminal'. Mientras que Annie, que a mi parecer es el personaje más flojo de la serie, continúa teniendo problemas existenciales y sufriendo por amores prohibidos.
En esta temporada, Annie comienza a asistir a sesiones de terapia con el Dr. Josh Cohen (Rob Heaps) y, si bien esta podría haber sido una excelente manera de crecer y aprender de sus errores pasados, vuelve a apegarse emocionalmente a un hombre con el que no tiene futuro, incluso hasta el punto de intentar manipular una ruptura entre él y su novia. ¿Podrá lograrlo? La pandemia nos dejó sin respuesta hasta la cuarta temporada.
En los últimos capítulos aparece una nueva detective en escena, Phoebe Donnegan (Lauren Lapkus), que está comenzando a acercarse a las operaciones de las chicas.
Esta ficción, que avanza lento pero seguro, con cada temporada se vuelve más adictiva y con mejores historias. Es una serie maravillosamente entretenida y que puede hacerte olvidar de los problemas, incluso de la pandemia que allá fuera, y que sobre todo te hará reír. Hay poquísimo drama, pero sí mucha diversión.
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