Nací en la urbanización San José, del Callao. Mi papá fue marino. Soy el penúltimo de mis 9 hermanos. Me botaban de todos los colegios a fin de año porque era muy travieso. Siempre que voy por la calle veo a la gente y lo primero que miro es su cabeza. El primer registro sobre Koky Belaunde en El Comercio es de 1990, en un campeonato mundial de peluqueros en Róterdam al que fue becado por Inabec para representar al Perú.
—¿Cómo es un campeonato mundial de peluqueros?
Se divide en estilos: peinado de gala, de fantasía, maquillaje. Yo veía cortes y peinados modernos. Es lo que hago comercialmente, porque en Lima no hay grandes fiestas que requieran de peinados de fantasía. Acá la gente se despeina más de lo que se peina.
—¿Antes de la peluquería apostaste por la pintura?
Siempre me gustó la peluquería. Sentía una atracción hacia las reinas de belleza y artistas de Hollywood. En el colegio recortaba figuras de ellas y las pegaba. Mi padre no quería, por supuesto, porque me imaginaba más como un marino. Me rebelé y empecé practicando en una peluquería en la que ni siquiera me pagaban hasta que tuve la oportunidad de viajar y realizarme. Ahora cuento con una acreditación internacional, tengo diferentes títulos, lo mío no ha sido empírico.
—¿Cuán importante es el rol de un estilista?
Debe saber de todo. Qué arete te pondrás, qué zapatos usarás, qué posición social tienes. No es lo mismo maquillar a una actriz que a una abogada. El estilista verdadero se sube a una tarima y hace un peinado sin que le tiemblen las piernas.
—¿Cuán diferente es Jorge Alfredo Belaunde de Koky Belaunde del Perú?
Muy diferente. Jorge Alfredo es el empresario, el ser humano, el que tiene familia. Koky Belaunde nació en la TV peruana, es un personaje polémico, crítico pero creado a partir de mi conocimiento. Nunca pensé que entraría en la TV peruana, pero sí lo quería, creé este personaje y pegó. Antes, las productoras se reían cuando les decía que me llevaran a los programas. Yo no me contentaba solo con que mi nombre apareciera al final de un programa, yo quería salir frente a cámaras. Si a eso llaman protagonismo, puede ser; si lo llaman figuretismo, entonces Koky es recontrafiguretti. Ahora la gente me reconoce más por Koky Belaunde que por Jorge Alfredo, he tenido que crear el nombre legal de Koky Belaunde del Perú S.A.C.
—¿Qué nos sorprendería más de Jorge Alfredo?
Que no los va a entretener tanto, Koky es más entretenido, con esa lengua afilada, le gusta poner chapas. Tanto así que me puse la mía: ‘Y te lo Digo con el Taco’.
—La TV parece tu hábitat natural, pero algo te debe molestar de las pantallas...
Me molestaba que se rieran de mí, que me imitaran. Lloré y sufrí por eso, recuerda que en algún momento yo fui el personaje más imitado por los programas cómicos. Pero aprendí a madurar y a tener correa. Ahora reconozco una imitación como un halago. Si sales en TV debes estar preparado para ser acribillado por la crítica.
—¿Cómo manejas la relación estilista – cliente?
En la TV siempre creen que las clientas me cuentan todo. Ni que fueran locas o esto un confesionario. Pero sí las escucho; por ejemplo, las mujeres que quieren cambiar son por lo general señoras que se divorcian, mujeres que cambian de trabajo o adquieren un cargo político. El estilista debe ser como un psicólogo, entender qué hace que una mujer se corte el cabello o lo cambie de color.
—¿Cuáles son tus clientes más importantes?
Le he cortado a presidentes, artistas internacionales y primeras damas. He entrado a palacios, suites y grandes fiestas. He firmado contratos de confidencialidad. Curiosamente, los hombres con mayores cargos son más exigentes que las mujeres.
—¿Y tu familia?
Me siento muy orgulloso de apellidarme Belaunde, incluso he recibido propuestas políticas pero no es el momento. Sin embargo, no lo descarto. Tengo una familia, mis hijas viven en el extranjero y con ellas me muestro tal como soy. He desarrollado una amistad muy sana con ellas, siento que me he sacado la lotería en mi vida.
—¿Has pensado en el retiro de la TV?
Nada es eterno. Tanta es mi vanidad que cuando me den los achaques de la edad, nadie sabrá de mí porque ni homenaje quiero.