Barcelona: conoce esta ciudad sin itinerarios ni guías - 6
Barcelona: conoce esta ciudad sin itinerarios ni guías - 6
Redacción EC

Carmen Escobar

Existe una Barcelona más allá de Las Ramblas, de los grupos de turistas despistados que llevan sombreros de charro mejicano y gritan “Olé” o de la paella congelada que se vende como si la hubiese preparado Ferrán Adriá. Esa otra Barcelona invita a conocerla sin itinerarios estrictos ni guías con megáfonos. Únase a esta ruta del disfrute alternativo que le permitirá vivir la ciudad casi como un auténtico lugareño.

POR EL CENTRO

Si ya hizo la obligatoria parada en la Catedral de Barcelona y anda buscando sorprenderse (más), siga ruta por la calle Montjuic del Bisbe. Así, mientras los turistas apurados continúan su camino por el barrio Gótico, usted, astuto viajero, seguirá por esta curvilínea callecita hasta llegar a la plaza de San Felipe Neri, una joya escondida de la ciudad que congrega parte de la historia de Barcelona. Esta se edificó (entre 1748 y 1752) sobre lo que era el antiguo cementerio medieval. Ya en el siglo XX recibió a los gremios caldereros y zapateros. De estos últimos puede conocer su historia en el Museo del Calzado, justo a un lado de la plaza. Sin embargo, lo que llamará más la atención al observador visitante tal vez sean las huellas de la guerra civil: si mira con atención las paredes de la iglesia de San Felipe Neri notará los impactos del bombardeo aéreo de 1938 en el que murieron 42 personas, muchos de ellos niños que buscaron refugio en el templo.

Tras la visita histórica, debe reponer fuerzas y disfrutar dos placeres de la vida: comer y beber. Vaya al Mercado de Santa Caterina, muy cerca de la Catedral de Barcelona y al que se llega atravesando su plaza y la vía Laeitana hasta llegar a Francesc Cambó. Allí se levanta este mercado de techo colorido: es menos visitado y turístico que La Boquería, pero igual de variado y sabroso. Encontrará croquetas tradicionales, sushi fresquísimo, puestecitos para tomarse una caña (cerveza de barril) al paso u otros más formales para brindar con cava.

En esa misma línea de lugares auténticos y de recintos pensados para reponer fuerzas, pero sin prisas, vale la pena ir a La Barceloneta y preguntar por el Bar de Leo (Carrer de Sant Carles, 34). Ahí, lo espera Leocadia Montes, quien lleva las riendas. Este local es un homenaje a su ídolo, el cantante de flamenco Bambino y las paredes del local están decoradas con los recortes, las fotos y las letras de las canciones cortavenas de este artista. Es posible vivir el ambiente cálido de barrio y conocer a vecinos de la zona que bajan a picar algo y brindar. No olvide llevar ‘suelto’ (monedas o sencillo, como se dice en Perú) para meter a la rocola y disfrutar de éxitos musicales de todos los tiempos.

Otro secreto bien guardado entre las calles de la Barceloneta es la librería especializada “Negra y Criminal” (Calle de la Sal, 5. Casi a espaldas del mercado del barrio). Los amantes del género policial y negro encontrarán en este pequeño y peculiar local (ojo con la decoración del sótano), la oportunidad para volverse loco con tantos títulos entre los que escoger. Eso sí, tiene un horario particular (jueves y viernes de 10 a.m. a 2 p.m. y de 4 p.m. a 8 p.m. Los sábados solo de 10 a.m. a 2 p.m.) así que téngalo en cuenta o saque cita para visitarlos (los datos en su página de Facebook).

En este afán por buscar nuevas alternativas de disfrute, el centro cultural Palau Robert es otra buena opción. Ubicado en la esquina de Diagonal con el concurrido Paseo de Gracia, lo que fuera la residencia del aristócrata Robert Robert Surís, hoy muestra exposiciones para todos los gustos: desde arquitectura o motociclismo hasta bibliotecología, entre otros temas diversos.

EL BARRIO DE MODA

Es clásico subir al mirador de Montjuic para un vistazo panorámico de la ciudad; pero vale la pena aventurarse más allá del teleférico y hacer algunas incursiones en la zona. La primera: el espacio cultural CaixaForum (en la avenida Francesc Ferrer i Guàrdia 6-8 y que en el pasado fuera una fábrica textil). Tiene propuestas riquísimas: la muestra por los 25 años de Pixar (hasta el 3 de mayo), una exposición de arte mochica del antiguo Perú (hasta el 7 de junio), así como una completa agenda para niños con funciones de cine, conciertos, talleres, etc.

Luego de la inmersión cultural, vaya por la avenida Paralel y llegue a Poblesec, el barrio de moda del momento. En esta segunda parada la oferta para comer y beber es inagotable. Uno de sus locales más icónicos es la bodega Quimet & Quimet (Poeta Cabanyes 25), pero hay muchos otros por descubrir. Vaya por las calles Blai, Margarit, Salvá o Nou de la Rambla y déjese llevar por su oferta de cafés, bodegas de tradición, restaurantes fusión, comida tradicional, cervecerías artesanales, bares para tomar el vermú dominguero, etc. Allí les recomendamos dos visitas: una en Cal Marino (Margarit 54), bodega en la que aún es posible comprar vermú y vino por litros, así como probar una surtida selección de quesos, embutidos y otros piqueos. Y la otra: el pequeñito Spice (Margarit 13), un café de pocas mesas, pero con pasteles que le harán emitir ruidos muy similares a la célebre escena de “Harry y Sally”. Pida el de zanahoria.

MÁS ALLÁ

Debe también aventurarse por otros barrios menos céntricos. En el distrito de Les Corts (el mismo que alberga al Camp Nou) está la Plaza de la Concordia, cerca de la estación María Cristina (línea 3 del Metro). La placita conserva aún ese encanto de pueblo, con señores durmiendo la siesta a plena tarde, niños jugando sin pantallas, comercios tradicionales como la farmacia Oller (que opera desde 1860) o la pastelería Boages (con su bonita vidriera que siempre, la infaltable iglesia Santa María del Remei y su campanario de 40 metros de altura. La rodea el centro cívico Can Deu, un edificio modernista construido en 1847 con talleres, jardín y café para pasar la tarde. Consejo: suba a la primera planta y aprecie la vidriera modernista. Finalice su visita a esta Barcelona alternativa con una mirada panorámica de la ciudad. Tal vez le recomienden subir al

Tibidabo, pero otra opción es ir a la Torre de Collserola que está justo al lado, en el distrito de Sarrià Sant Gervasi. Forma parte de esas obras que en el año de las Olimpiadas (1992) transformaron la cara de la ciudad. Tiene un mirador en su plataforma 10 que, en un día despejado deja ver Mallorca desde una altura de 500 metros. s porque varían según la época. Una vez en lo alto dele un último  vistazo a Barcelona antes de volver al hospedaje y presencie el atardecer o tómese un ‘selfie’ con la ciudad de fondo. Lo bueno de esta ruta es que usted decide, a su estilo y ritmo.

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