Escribe Andrés Velarde
En medio de la selva, donde confluyen los ríos Nanay, Itaya y Amazonas, se levanta la capital de la selva peruana. Hoy es una urbe moderna y vibrante, donde el ruido de sus calles, la efervescencia de sus ritmos y las luces de neón que tiñen su cielo nocturno no pueden ocultar su génesis aborigen, de pueblo ancestral.
PERSIGUIENDO LAS RAÍCES
La ciudad de Iquitos, desde su fundación, ha sido el punto de encuentro de expedicionarios y aventureros. Hoy en día, la cosa sigue siendo igual. Los modernos exploradores pueden conocer de cerca el estilo de vida de los nativos amazónicos.
Una opción es la comunidad bora de San Andrés. Si se anima a visitarlos, es muy probable que lo inviten a participar en la fiesta del pijuayo o en la danza de la viga, ceremonias de rondas y cantos con las que dan la bienvenida a los turistas. En sus danzas, los boras emplean máscaras que representan a seres míticos y dramatizan episodios mitológicos sobre el origen del mundo, del hombre y de su cultura. Con ellos también puede aprender a tocar el manguaré, unos enormes tambores de caoba que sirven de medio de comunicación para transmitir mensajes a 32 kilómetros a la redonda.
EL DATO
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