No, no es su cumpleaños, ni el aniversario de su muerte, ni ninguna fecha celebratoria que tenga que ver con ella. Es ella nada más y el poder increíble que tuvo para transformar la moda a través de su estilo personal.
Pocas mujeres han conseguido lo que ella, pocas han sabido dejar huella a un nivel tan explosivo, porque la cosa fue así: cada prenda que se ponía, saltaba al estrellato.
Algunas pistas: la camisa blanca no sería lo mismo sin su toque, tampoco el vestido negro ni las zapatillas de ballerinas. Ahora sí, la tenemos más cerca: Audrey Hepburn.
La verdad es que esta legendaria actriz es uno de los personajes más influyentes de la moda. Si no hubiese sido por la forma en cómo llevó ese LBD (Little Black Dress) de Givenchy en «Desayuno con Diamantes», jamás esta prenda hubiese conseguido la fama que consiguió (antes solo se usaba para los períodos de luto o durante las épocas de guerra por su precariedad y sencillez). Después de su debut glamoroso –sobre todo con ese collar de perlas usado al revés sobre la espalda– nadie dudó de su poder seductor. Ahora, el pequeño vestido negro es un indispensable de cualquier clóset femenino y sinónimo de elegancia atemporal.
Lo mismo con su camisa blanca doblada en las mangas, con la que se paseó por todo Roma junto a Gregory Peck. Nada fue lo mismo para esa prenda –un poco de historia: la camisa blanca antes era de uso exclusivo para personas de alto estatus ya que se usaba para actividades en las que no pudiese mancharse– luego de que ella le imprimiera su toque personal.
Por último, ¿quién no recuerda ese famoso look que lució en «Funny Face»? Si no lo visualizan, se los recuerdo: caffarena negra, pantalón capri negro y ballerinas negras. Solo bastó eso: las zapatillas de ballerinas ya habían saltado al estrellato en los pies de Brigitte Bardot, cuando la despampanante actriz francesa llevó un par de la marca Repetto en la película «Y Dios creó a la mujer».
Pero años más tarde, Hepburn también las llevaría de vuelta al ruedo fashion: las zapatillas ballerinas se convirtieron en una opción básica para el día a día. Tan básicas que buscando información al respecto encontré todo un artículo escrito por una de las blogueras más influyentes del medio: Leandra Medine, conocida como The Man Repeller, en el que sostenía que las ballerinas eran lo más básico jamás.
Pero Audrey Hepburn pudo pecar de cualquier cosa menos de básica: ella sí que sabía seguir su propio instinto. ¿Saben además qué vestidos llevó puestos para sus dos matrimonios? En el primero con Mel Ferrer, usó un vestido Balmain que acentuaba más su minúscula cintura, un diseño con mangas largas, falda en A y corta, pero lo que más llamó la atención fue su corona de flores en la cabeza. Para el segundo, optó por un vestido rosado pálido estilo mod, moda británica de los años 60 donde las siluetas masculinas imperaban en las calles. Además, se amarró en la cabeza una chalina del mismo color. Pudo haberse puesto un halo de luz cual aura o llevar encima al mismísimo Espíritu Santo y sin duda, se hubiese visto increíble. ¿Por qué? Este fue su gran secreto: ser única, ser ella misma.
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