Cuando se ha cruzado por mi mente la posibilidad de que una amiga se involucre con algún ex mío, la sensación que ha surgido ha sido de incomodidad y resentimiento, solo de pensarlo. ¿Acaso no debería ser él para ella alguien impensable, intocable, como una especie de hermano?
Un ex es un personaje que habita nuestros recuerdos. Aun si ya no lo amamos, de alguna manera lo sentimos como propio. Además, es alguien que pertenece al pasado y solemos preferir que se quede allí. Entonces, si de pronto resulta estar con una amiga nuestra, ¡es como si se colara sin permiso en nuestro presente! Y desde luego todo se nos puede desbarajustar un poco e inundar nuestro pensamiento de fantasías: ¿ella lo habrá estado mirando mientras todavía estaba conmigo? ¿Se habrán coqueteado en esa época? ¿Y todo lo que le conté sobre mi relación con él? ¿Ella le dirá todo lo que confié? ¿Me traicionará? Y peor incluso si aún conservamos sentimientos hacia el ex. Porque, al ver a la amiga involucrarse con él, vemos destruida toda esperanza de que él vuelva con nosotras.
Es una situación donde nos podemos sentir poco queridas. Por un lado, confirmamos que él ya no está enamorado de nosotras y eso remueve la herida. Y por otro, podemos sentir que el cariño de nuestra amiga hacia nosotras no ha estado a la altura de lo que esperábamos. Y quizá reclamemos: ¿acaso no pudo ella frenar esa historia apenas percibió una química tentadora?
Recuerdo ese deseo adolescente de que los demás se comportaran como yo quería. Pero al crecer aprendí, a veces a golpes, que no todo gira alrededor de mí y que cada quien es libre de hacer con su vida lo que quiera.
Aunque duela, la verdad es que nadie es dueño de nadie. Si la relación con nosotras acabó, no fue por culpa de ella sino porque algo dejó de funcionar y uno de los dos decidió terminarlo. Y así cada quien quedó liberado para seguir buscando su felicidad.
¿Por qué dos personas que están libres y se quieren no pueden estar juntas? ¿Podemos exigir que renuncien a su amor por nosotras? ¿Acaso el amor se puede controlar? ¿Y no es tan milagroso y especial, que cuando sucede merece una oportunidad?
Sí. Es más fácil decirlo que vivirlo. Hablar de derechos y deberes coloca esta discusión en el nivel de la justicia. Y eso es insuficiente cuando de vínculos se trata, porque no se consideran el cariño, la compasión, la solidaridad y la empatía. Que es al final lo que a la amistad le afecta. Por eso me pregunto: ¿qué pasa con la amistad entre ellas, cuando enfrentan una situación así?
Que una amiga se involucre con nuestro ex de todas maneras expone a la amistad a una prueba. Aceptar que nuestra amiga está con nuestro ex puede implicar un enorme ejercicio de desprendimiento, de deshacerse del pasado y quizá también de ciertas ilusiones. Y aunque no nos opongamos, a pesar del cariño y los esfuerzos, puede resultarnos difícil estar cerca de la nueva pareja, puede que ya no nos nazca contarle cosas a nuestra amiga. Y que prefiramos guardar distancia.
Para nuestra amiga tampoco será fácil. Podrían surgir de pronto celos. Ella sabe de las conversaciones, de las cartas, de las aventuras que tuvimos con él. Puede sentirse incómoda de compartir con nosotras la ilusión que le da esta nueva relación. Y puede suceder que ella también prefiera alejarse.
La realidad es que nadie hubiera querido que fuera así. Pero a veces sucede y lo más sano es respetar la libertad de dos personas que se quieren y aceptar que esa ya no es nuestra historia.
Quién sabe, él sea perfecto para ella. Y para nosotras de todas maneras habrá otro. Tal vez esto nos haga al fin pasar la página y nos motive a escribir un nuevo capítulo, con alguien inesperado, que nos sorprenda y con quien seamos más felices de lo que fuimos con él.
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