"El Gráfico cerró, la leyenda vivirá siempre", por Jorge Barraza. (Foto: La Nación)
"El Gráfico cerró, la leyenda vivirá siempre", por Jorge Barraza. (Foto: La Nación)
Jorge Barraza

Una garúa fina e imperceptible cayó el martes en cada rinconcito de América Latina e instaló una gris melancolía. Eran nubes de tristeza. Dijo Cadícamo: “¡Hasta el cielo se ha puesto a llorar!”. La cruel noticia del cierre de la revista El Gráfico tuvo el efecto de un deceso. Formalmente, se dio por enterrado un tiempo, un sentimiento, una escuela de periodismo, una manera de comunicar emociones, un faro que orientó por casi un siglo a la crónica deportiva del continente. Acaso la única publicación que no tenía lectores, tenía hinchas. Hasta muchos se hicieron periodistas por El Gráfico

-Es como si te avisan que murió un hijo que estaba enfermo -reflexiona Ernesto Cherquis Bialo, ex director de la revista, cronista enorme de boxeo.

El Gráfico está metido en la piel de millones de aficionados argentinos y de muchos hermanos de América que a través de sus páginas "jugaron" Roland Garros, "corrieron" el Gran Premio de Monza, "pelearon" junto a Clay y Frazier en el Madison o “entraron” a la cancha de la mano de Pelé, Maradona, Di Stefano, Cruyff, Eusebio o Beckenbauer. Nadie le negaba un encuentro a la revista. Sólo Cruyff la gambeteó. En el Mundial ’74 era la superestrella y lo enviaron a Juvenal a reportearlo. Johan no le dijo que no, pero lo redireccionó hacia su suegro, Cor Coster, quien lo representaba. Coster, un fenicio, le pidió 10.000 dólares como condición. ¡Diez mil dólares en 1974 por una entrevista…! Juvenal murió insultándolo. No hubo estrella que no desfilara para la revista ni torneo que no acreditara a sus cronistas. El Gráfico dispuso de 19 enviados especiales al Mundial de México ’86, entre escribas y fotógrafos, algo que hoy parece ciencia ficción.

No es todo… En su libro Memorias de un periodista, Héctor Vega Onesime, entonces director, narra lo que fue el operativo de la publicación para el Mundial ’82, en el cual Argentina defendía el título. Sirve para dimensionar aquella grandeza editorial:

-Se dispuso una cobertura con 11 periodistas especializados, 8 fotógrafos, se montaron dos laboratorios para revelado del material, con laboratoristas incluidos, rentamos 10 autos cero kilómetro, un avión Lear Jet y dos apartamentos en Barcelona, ciudad elegida como cuartel central de la redacción. A ello se sumaron varias líneas telefónicas, dos circuitos de telex (N. del A.: el fax apareció recién en México ’86) y dos máquinas para transmitir telefotos a color (no había Internet).

Tan colosal despliegue estaba justificado: El Gráfico vendía 300.000 ejemplares por semana y Argentina, nuevamente de la mano de Menotti, había llevado a Fillol, Passarella, Maradona, Bertoni, Tarantini, Kempes, Ramón Díaz, Ardiles, Valdano, Olarticoechea, Trossero, el plantel más calificado de su historia. Fue un fiasco colosal. Empezó perdiendo con Bélgica, un equipo al que, siendo benignos, se lo podía calificar de organizado.

Cuatro años después vendría la gran revancha, futbolística y en ventas. En 1940 lanzaba 250.000 ejemplares semanales. En el campo y en las ciudades, los jóvenes y los mayores hacían esfuerzos para poder comprarlo. Se la bautizó "La Biblia del deporte". En 1986, tras el Mundial conseguido por Argentina, vendió 795.000 ejemplares con Maradona en portada levantando la Copa en México. Es la cifra más alta que haya vendido jamás una revista de habla hispana. De cualquier género. Estuvo 24 horas la rotativa imprimiendo. Se acabó el papel, el diario La Nación prestó dos bobinas y la máquina continuó hasta que ya no hubo más. Caso contrario se hubiese llegado al millón y medio o dos. Se agotó en horas…

Pero no se trata sólo de ventas sino de reputación. Al cumplir su 70 aniversario, se recibió un escueto telegrama del también célebre semanario Sports Illustrated, de Estados Unidos. Decía en sólo dos líneas: “Nosotros tenemos la suerte de ser la revista deportiva de mayor venta en el mundo; ustedes la de más prestigio. Congratulaciones”.

Las historias, anécdotas y recuerdos se apilan. El 30 de mayo de 2019 iba a cumplir 100 años. No llegó. Esta hermosa tradición fue fundada en Buenos Aires por un periodista y escritor uruguayo: Constancio C. Vigil, autor de cuentos infantiles (La hormiguita viajera, entre otros). Vigil transmitía una máxima a sus escribas:

-Si una nota no provoca una sonrisa, no suscita una lágrima o no genera una polémica, esa nota no sirve para nada.

La redacción se instaló en un señorial palacete que había sido el consulado alemán en Buenos Aires. Desde allí irradió un fulgor inigualable. En 1998, el paquete accionario pasó de Editorial Atlántida (de la familia Vigil) a la poderosa empresa Torneos y Competencias. El cambio de dueños originó el traslado de la redacción a otro sitio. Un par de años después de la mudanza volvimos a Atlántida y, por pura curiosidad, a la querida sala de redacción (afortunados fuimos de compartirla muchos años) donde se escribió El Gráfico durante décadas, un templo del periodismo.

Todo estaba en penumbras, los escritorios vacíos, el polvo reinando, ningún papel a la vista, ni una máquina de escribir, ni una computadora, nada de aquel delicioso bullicio de la redacción, nadie deambulando por los pasillos, los teléfonos mudos… Fue una sensación de tristeza infinita, rondando el dolor, con la nostalgia mordiéndonos el alma. Allí estaban los duendes de Dante Panzeri, del monumental Osvaldo Ardizzone, de Juvenal, de El Veco, de Cherquis Bialo, del Negro Thiery; de Eduardo Rafael, quien, cuando San Lorenzo se fue al descenso, tituló su nota "¡Y tu nombre flotando en el adiós…!", parafraseando el tango Sur. Era tanguero Rafael. Otra vez le fue a hacer una nota a Corbatta, genio abandonado en la miseria y la soledad; la encabezó así: “Corbatita, ¿quién se robó tu niñez...?”

Parecía estar aún el espíritu de Proietto, autor de aquella tapa negra en la celebérrima derrota argentina por 5 a 0 ante Colombia… De Orcasitas, un maestro de periodistas, rey de la precisión. Cuando apareció Semenewicz en Independiente todo el mundo escribía ese apellido polaco de manera diferente: Semianowicz, Semionovich… Orcasitas cortó el tema en su estilo: “Traigan el documento”. Y hubo que pedirlo y llevárselo: en adelante fue para siempre Semenewicz. Todos los demás medios tomaron nota…



Rondaba en esa visita impensada el aura de esos artistas-periodistas que le pusieron alas a El Gráfico y lo hicieron sobrevolar los cielos de América. Individuos que con una maquinita Remington de aquellas negras o luego con las Olivetti verde olivo hicieron reír, llorar, emocionarse a millones de personas en todo el continente… Que comentando fútbol, box, ciclismo, básquet, automovilismo, tenis, rugby o remo crearon un estilo particular e inolvidable de informar, opinar, orientar y entretener. ¡Suerte mía! Levantar la cabeza y ver tecleando a Juvenal, a Cherquis, a Proietto, a Rafael, José Luis Barrio, Gorín con sus columnas picantes (lo primero que yo leía). Uno era compañero, pero le daban ganas de aplaudir.

"Torneos lamenta informar que ha decidido discontinuar la versión impresa de El Gráfico. Esta triste decisión se tomó en un contexto global de decreciente consumo de medios impresos que ha afectado a nuestra revista”, comunicó la empresa. La crisis del papel se está propagando como un incendio. Y se devora medios tradicionales. En los primeros días de este duro enero, Playboy de Estados Unidos e Interviu de España anunciaron también el cierre de sus ediciones impresas.

El cumpleaños 99 no tendrá torta, habrá velas. Alguien, desde el amparo de sus números prolijos y acaso irrebatibles, decretó el fallecimiento de la revista más emblemática de América Latina. Así, de cuajo. Ni velatorio hubo. Triste. La leyenda es diferente, sobrevivirá siempre.

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