(Foto: Archivo El Comercio)
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Lilia Córdova Tábori

Eran las 6:50 de la tarde del viernes 26 de agosto de 1988 cuando los 52 tripulantes del submarino Pacocha regresaban al puerto del Callao luego de una jornada de entrenamiento. A esa misma hora el atunero japonés Kiowa Maru entraba al terminal sin percatarse de que aquella tenue luz no provenía de un pequeño barco. El impacto fue inevitable. La popa del submarino recibió todo la fuerza del choque. En cuestión de minutos la nave empezó a descender al fondo del mar. 

Después del choque, la tripulación se quedó a oscuras. El aire se agotaba. Los motores no funcionaban y el agua empezaba a entrar por la escotilla. El capitán del Pacocha, Daniel Nieva Rodríguez, subió a la torre para cerrarla. Sin embargo, la fuerza del agua lo lanzó contra los tubos de metal matándolo en el acto. Su acción le dio una oportunidad a su tripulación para sobrevivir. Nieva nació en Huancayo y al momento del accidente tenía 20 años de servicio en la Marina.

(Foto: Archivo El Comercio)
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22 horas de lucha

Las siguientes horas fueron vitales para los marinos. Un grupo de 25 salieron por el compartimiento de torpedos. Cuatro de ellos murieron en las frías aguas chalacas. En el Pacocha quedaron 22 tripulantes atrapados a unos 122 pies de profundidad, es decir unos 40 metros.

La serenidad del entonces teniente primero Roger Cotrina Alvarado fue clave para que el grupo no entrara en pánico por la falta de oxígeno.

“A las doce de la noche llegaron los buzos y nos comunicamos por Morse golpeando el casco. A la una me di cuenta que no se podía hacer reflotar el submarino, estaba muy pesado. Ibamos a tener que escapar buceando”, confesó Cotrina en una entrevista a El Comercio.

Escapar implicaba muchos riesgos. Los pulmones podían explotar e incluso el aire podía ingresar a las venas y el cerebro. A pesar del peligro decidieron realizar el escape libre. Cotrina consciente de que muchos de sus compañeros no tenían el entrenamiento de salvamento, les enseñó rápidamente como actuar antes y durante del escape. En la superficie helicópteros y naves de la Marina aguardaban el momento en que los hombres de mar llegaran a la superficie para llevarlos al hospital Naval.

(Foto: Archivo El Comercio)
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Eran las 9 de la mañana cuando el primer grupo de tres personas empezó el ascenso. Luego salieron otras cuatro hasta que la escotilla se trabó. Buzos de rescate de la Marina lograron abrirla y reiniciar el rescate.

Alrededor de las 5 de la tarde los 22 tripulantes habían dejado la nave. Años más tarde Roger Cotrina compartiría sus recuerdos de ese momento: “Mientras subía sólo veía burbujas. Después vi un reflejo arriba pero me parecía que no iba a llegar. Finalmente subí. Me había tomado unos 35 segundos salir.”

Lamentablemente, tres tripulantes seguían desaparecidos. Personal de la Marina inyectó oxígeno a la nave en caso estas personas siguieran con vida.

Los sobrevivientes fueron internados en el hospital Naval. A cuatro días del accidente, el radioperador Carlos Grande Rengifo murió a causa de una embolia cerebral. En total murieron ocho marinos.

(Foto: Archivo El Comercio)
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Una nave guerrera

Antes de recorrer el mar de Grau, este submarino era conocido como el USS Atule. Durante la Segunda Guerra Mundial combatió contra Japón en el Pacífico donde hundió al submarino Iawu Toyo, el destructor Igushi Tojo, entre otros. Ganó cuatro Estrellas de Batalla por su exitosa participación en la guerra. Medía unos 100 metros. Tenía tres motores diesel y dos eléctricos. Llevaba seis tubos de lanzatorpedos. El 6 de abril de 1970 la nave fue puesta fuera de servicio.

En 1974 la Marina de Guerra del Perú compró este submarino junto a su gemelo el BAP La Pedrera. Fue destinado a labores de entrenamiento y patrullaje. A casi un año del accidente, el Pacocha fue reflotado por la Marina.

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