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Desde finales de 1973, los asaltos y robos en motocicleta experimentaron un crecimiento exponencial en Lima. Aunque se creía que la delincuencia aumentaba durante las festividades de fin de año, la situación alcanzó un punto crítico en los primeros días de enero de 1974, llevando a las autoridades policiales a implementar redadas en la ciudad. El 3 de enero de ese mismo año marcó el inicio de este sistema de control policial. Sin embargo, la situación continuó empeorando, afectando gravemente a las víctimas de los asaltos en moto. El punto más álgido se alcanzó la tarde del 6 de febrero de 1974, cuando una joven turista estadounidense quedó tendida en el suelo en una avenida de Pueblo Libre. Solo gracias a una operación de emergencia en la cabeza pudo salvar su vida.
Las “redadas” policiales, como se decían entonces, se hicieron masivamente, empezando por el centro de la capital. Numerosas motocicletas cuyos propietarios carecían de la documentación adecuada fueron incautadas y trasladadas a los depósitos de la Policía.
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La labor más intensa se concentró en las zonas cercanas a los hoteles de Lima, ya que muchas de las víctimas de estos delincuentes en motocicleta eran turistas jóvenes o de edad avanzada que, en aquellos años, se alojaban en los hoteles limeños. (EC, 04/01/1974)
La prioridad de la Policía era doble: detener a los motociclistas que carecían de documentos o tenían documentación incompleta y, sobre todo, prevenir o minimizar los peligrosos robos perpetrados con la técnica de “al escape”.
Esta “estrategia” criminal podía resultar en graves lesiones, como caídas, dislocaciones o fracturas, dejando a las víctimas severamente heridas en la vía pública o en las aceras. Estos operativos se ampliaron a todos los distritos, centrándose especialmente en aquellos frecuentados por extranjeros.
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ASALTOS EN MOTO: EL CASO FEROZ QUE SUFRIÓ UNA TURISTA NORTEAMERICANA EN PLENO PUEBLO LIBRE
A pesar de la continua realización de redadas policiales, la actividad delictiva seguía en aumento, con delincuentes cada vez más astutos. Esto era algo que Laureen Green, una joven estadounidense de 26 años, y aeromoza en una aerolínea extranjera, no sabía o no se imaginaba. Ella decidió visitar Perú para disfrutar de unas vacaciones de 15 días, como era su costumbre anual. (EC, 13/02/1974)
En la tarde del miércoles 6 de febrero de 1974, Laureen Green, recién iniciadas sus vacaciones, optó por visitar el Museo de Arqueología “Rafael Larco Herrera” en Pueblo Libre. No fue sola, la acompañaron “seis amigos peruanos”.
Tras disfrutar de una jornada de entretenimiento y enriquecimiento cultural explorando las exhibiciones del museo, la joven norteamericana paseaba tranquilamente con su cartera cruzada sobre su pecho, cerca de sus amigos. (EC, 13/02/1974)
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En eso, su tranquilidad se vio interrumpida abruptamente alrededor de las cuatro de la tarde, cuando una moto, ocupada por dos individuos, se aproximó velozmente por la avenida Bolívar. En cuestión de segundos, los delincuentes le arrebataron la cartera con fuerza, dejándola tirada en el suelo en un instante.
El impactante empujón que Laureen Green recibió no solo la llevó a ceder sus pertenencias, sino que también provocó una violenta caída, resultando en un golpe severo en la cabeza. A pesar de la presencia de sus amigos peruanos, estos fueron incapaces de evitar tanto el robo como la caída.
La única reacción del grupo de amigos fue brindarle asistencia y tratar de ayudarla a levantarse del suelo. Sin embargo, la joven estadounidense sangraba profusamente por la cabeza y parecía perder el conocimiento. (EC, 13/02/1974)
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La urgencia del momento llevó a trasladar a Laureen Green al Hospital Santa Rosa, el centro médico más cercano ubicado en la misma avenida Bolívar con Sucre, en Pueblo Libre. Posteriormente, fue transferida en ambulancia a la clínica Javier Prado, situada en San Isidro.
Los médicos de la clínica diagnosticaron a la aeromoza con “una seria contusión en el parietal que resultó en una conmoción cerebral”. Después de una serie de evaluaciones, los especialistas determinaron la necesidad de someterla a una intervención quirúrgica. (EC, 13/02/1974)
Ante la complicada situación de su segunda hija, de un total de cuatro, James y Adelaide Green, los padres de Laureen, actuaron rápidamente. Tomaron el primer vuelo disponible hacia Perú y en menos de 48 horas aterrizaron en el aeropuerto internacional Jorge Chávez.
James Green, el padre de la víctima, era médico y la familia residía en la ciudad de Los Ángeles, California. Profundamente consternado, el doctor Green lamentó que la violenta agresión perpetrada por delincuentes hubiera llevado a su hija a necesitar una operación cerebral.
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LA POLICÍA Y SUS PESQUISAS PARA CAPTURAR A LOS ASALTANTES DE LIMA QUE USABAN MOTOCICLETA
Cuando los agentes de la Policía de Investigaciones (PIP) se aproximaron a los acompañantes de la víctima para recopilar sus testimonios sobre los perpetradores (en una época en la que no existían cámaras de vigilancia en los postes), se enfrentaron a un desafío.
Los funestos acontecimientos ocurrieron tan rápidamente que las versiones de los testigos presentaron discrepancias. Sin embargo, proporcionaron algunas señas de identidad de los delincuentes y detalles sobre la motocicleta utilizada.
Mientras las autoridades policiales iniciaban las investigaciones para dar con los responsables del delito, los médicos de la clínica aseguraban a los padres de Laureen Green que su hija necesitaba someterse a otra intervención quirúrgica, ya sea en Perú o en Estados Unidos una vez regresara.
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Aunque la familia Green deseaba retornar a su país lo antes posible, debían aguardar la recuperación de la salud de la joven de 26 años, cuya vida había sido salvada gracias a la cirugía, como señaló el propio padre de Laureen.
Desde la trágica tarde del miércoles 6 de febrero de 1974, cuando fue ingresada a las instalaciones de la clínica Javier Prado, la joven víctima recibió el respaldo moral del pueblo peruano y la visita de diversas personalidades, entre ellas, la esposa del alcalde de Lima, Isabel Pierantoni de Alzamora (Lizardo Alzamora Porras ocupaba el cargo de alcalde en ese momento).
Durante la ilustre e inesperada visita, la esposa del alcalde expresó la preocupación de las autoridades municipales por la creciente ola de asaltos y robos a turistas en motocicletas. (EC, 15/02/1974)
Hacia el mediodía del jueves 14 de febrero, en el marco del día del amor y la amistad, la esposa del alcalde de Lima entregó un “ramo de rosas” a Laureen Green, quien aún se encontraba delicada después de la reciente operación. Durante su visita, instó a la Policía a intensificar sus esfuerzos y a reforzar el control en las principales avenidas de la ciudad.
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Además, la señora Pierantoni planteó la necesidad de implementar medidas más estrictas para regular el tráfico de motocicletas, destacando que esto requeriría un mayor esfuerzo por parte de las autoridades, especialmente debido al aumento en el número de motociclistas tras las restricciones al tránsito vehicular. (EC, 15/02/1974)
El impacto de la “delincuencia criolla” en la industria turística era innegable. A pesar de los esfuerzos policiales y la captura de algunos sospechosos en los días posteriores al incidente, los resultados eran decepcionantes. Los testigos, amigos de la víctima, expresaron su sorpresa ante la audacia del asalto en un lugar tan concurrido y céntrico, cercano a una institución cultural.
Los investigadores policiales habían trazado un perfil de los asaltantes: individuos hábiles, violentos y sin escrúpulos, dispuestos a infligir daño grave o incluso mortal a sus víctimas. Además, identificaron claramente la “nueva modalidad” delictiva: el asalto motorizado, que consistía en perpetrar robos utilizando motocicletas como medio de escape y transporte.
“Pasan los delincuentes a toda velocidad, uno manejando en forma temeraria y otro con la zarpa lista, y arrancan la cartera, la bolsa o lo que sea de la víctima despreocupada que escogen; o, más violentamente aún, suben a la vereda y atropellan y aprovechan justamente del atropello para robar”. (EC, 16/02/1974)
En ese momento, se comenzaba a percibir que esta “oleada delictiva” adquiría un carácter más alarmante, especialmente en lo que respecta a la reputación del país desde una perspectiva turística. En resumen:
“Mientras las autoridades, a través de un Ministerio especial, se empeñan en promover el turismo y en favorecer, con las máximas facilidades, el viaje de los extranjeros al país, el hampa, con degenerados como los de la moto en el caso repudiable que comentamos, neutraliza todo ese esfuerzo y echa a perder todos los programas de promoción”, sentenciaba la página editorial del diario decano, del 16 de febrero de 1974.
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El crimen organizado ha representado y sigue representando el mayor obstáculo para el desarrollo del turismo tanto nacional como internacional, con un impacto particularmente negativo en este último.
En 1974, los medios de comunicación eran conscientes de que el caso de Laureen Green había traspasado las fronteras, disipando la idea de visitar el Perú en muchos potenciales turistas. Sin duda, esto generaba un efecto adverso en la actividad turística del país.
EL CASO GREEN IMPACTÓ A TODA LA SOCIEDAD PERUANA. TESTIMONIO DE LOS PORTEROS HOTELEROS
A las 11 y 30 de la noche del sábado 16 de febrero de 1974, diez días después del traumático asalto que la dejó con lesiones cerebrales y tras una cirugía de emergencia para salvar su vida, Laureen Green, de 26 años, emprendió un viaje junto a sus padres hacia Los Ángeles, California (EE. UU.), donde se sometería a una segunda operación cerebral.
Sus padres confirmaron a la prensa peruana que iba a haber una nueva intervención. “Laureen sería sometida a una segunda operación para colocarle una plancha acrílica en sustitución de áreas óseas craneanas que debieron ser extirpadas”, dijeron (EC, 16/02/1974)
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Laureen Green dejaba atrás el país donde esperaba disfrutar de momentos placenteros, pero lamentablemente, no fue así. Se marchaba de un país sumido en una crisis de seguridad, marcado por el surgimiento de una nueva forma de delincuencia: el robo y asalto perpetrado desde motocicletas.
De esta forma, el Perú de mediados de la década de 1970, se vio enfrentado a una situación crítica a causa de los crecientes asaltos a turistas cometidos por “delincuentes en motocicletas”.
Las denuncias surgieron de diversas fuentes, pero un grupo en particular destacaba: los porteros de los principales hoteles de Lima. Este fenómeno delictivo ya había sido observado en los últimos meses de 1973, pero en las semanas iniciales de 1974, la problemática se agravó notablemente. (EC, 16/02/1974)
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Tras experimentar esa amarga experiencia, los afectados quedaban con lesiones físicas, crisis nerviosas, ansiedad y un profundo deseo de abandonar el país. Los hoteleros, conscientes de estas vivencias, advertían sobre las posibles consecuencias para el sector turístico si no se tomaban medidas al respecto.
Este preocupante panorama se presentaba en un momento en el que el Gobierno militar buscaba revitalizar el turismo, después de haber experimentado un notable crecimiento en la década de 1960.
Según el portero Pedro Vásquez Díaz del Hotel Crillón, solo en un año (1973), aproximadamente 100 huéspedes extranjeros fueron asaltados en las cercanías del establecimiento, lo que equivaldría a casi un asalto cada tres días. Mayormente, estos incidentes involucraban el uso de motocicletas como medio de robo y escape rápido. (EC, 16/02/1974)
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En aquella ocasión, Vásquez Díaz proporcionó información relevante sobre las tácticas de las bandas delictivas en moto: aprovechaban la escasa presencia policial en el centro de Lima entre el mediodía y las 2 de la tarde, cuando los guardias civiles se retiraban para almorzar o durante el relevo de turnos. Esto sugiere que los delincuentes tenían una notable influencia sobre los propios agentes de Policía.
El encargado de la puerta del Hotel Bolívar, Benito Blanco, expresó, por su parte, la necesidad de “un mayor control policial hacia los motociclistas que merodean en parejas las inmediaciones de los hoteles céntricos, que por su naturaleza y confort son preferidos por la mayoría de los turistas”. (EC, 16/02/1974)
Blanco también mencionó que durante su turno matutino, tuvo conocimiento de más de 50 casos de asaltos a turistas en el transcurso de un año en su hotel. Todos estos incidentes resultaron en lesiones o crisis nerviosas para las víctimas.
Otros empleados del sector hotelero, como Ricardo Vásquez Huamán del Hotel Continental, también compartieron información relevante sobre los asaltos perpetrados con motocicletas. Señaló que, en general, estos delitos involucraban a dos delincuentes y que, además, “no portaban placas de identificación o tenían los números de placa borrados”.
Asimismo, Vásquez Huamán destacó que los asaltantes motorizados actuaban todos los días de la semana, pero mostraban una mayor persistencia cruel durante los fines de semana. (EC, 16/02/1974)
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En cuanto a Jorge Matta, un antiguo portero del Hotel Savoy, observó un aumento en las quejas por asaltos de los huéspedes, especialmente entre las 12 y las 5 de la tarde. Los robos ocurrían a varias cuadras del hotel y se volvían frecuentes, especialmente durante los últimos meses de 1973 y el primer mes y medio de 1974.
ASALTOS EN MOTO: LOS PRIMEROS GRANDES OPERATIVOS POLICIALES
El sábado 16 de febrero de 1974, horas antes de la partida de Laureen Green, la víctima del asalto, la Guardia Civil (GC) llevó a cabo uno de los operativos más significativos del año. La acción consistió en una “batida gigante” de motocicletas que prácticamente ocupó el centro de Lima. Tras cinco horas de intenso trabajo policial, los resultados fueron los siguientes:
1.- Se capturaron 160 motocicletas.
2.- Se detuvo a 31 sospechosos.
3.- Se encontraron cinco motos con placas falsificadas.
4,- Se hallaron 20 motos sin placas de rodaje.
5.- Y también 25 motociclistas sin brevete ni tarjeta de propiedad.
6.- Asimismo, 52 motociclistas sin casco de protección.
7.- Y, finalmente, 27 motociclistas que circulaban, con el escape libre.
Había en desarrollo un plan policial que, al parecer, sería implementado diariamente en diferentes momentos, según lo señalaron los jefes de la GC. Además, dentro de la delincuencia motorizada, la Guardia Civil había identificado una “especialidad”: la de motociclistas delincuentes especializados en atacar a mujeres con el fin de robarles sus carteras o maletines. (EC, 17/02/1974)
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Así comenzó y se destacó la batalla policial contra la delincuencia motorizada, caracterizada por robos perpetrados por dos individuos en motocicletas. Este esfuerzo cobró relevancia solo tras el trágico incidente que afectó a la joven turista extranjera, Laureen Green, herida después de ser asaltada en una calle de Pueblo Libre, perdiendo su cartera y sufriendo una fractura craneal.
La historia de Laureen Green perduró en la memoria colectiva por muchos años en ese Perú que iba aprendiendo a convivir lastimosamente con la violencia delincuencial; mientras que sus agresores, una vez capturados, fueron completamente olvidados. Han pasado ya 50 años desde aquel fatídico suceso y los delincuentes en motos siguen siendo aún un peligro para todos.
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