El último mensaje que escribió el capitán del submarino Kursk, hundido hace 20 años

La indolencia política más la obsesiva reserva militar rusa condenaron a 23 hombres a muerte en el submarino Kursk, una tragedia que ha sido llevada al cine por el danés Thomas Vinterberg y que ha inspirado el libro del periodista británico Robert Moore.

Tripulación del Kursk posa junto al inmenso submarino en 1999. (Foto: Agencia AFP)
Tripulación del Kursk posa junto al inmenso submarino en 1999. (Foto: Agencia AFP)
Miguel García M.

El 14 de agosto “los rusos aún intentaban rescatar al submarino atómico Kursk, que se había hundido en el mar de Barents con 118 tripulantes a bordo, en la costa norte de Europa”, informó El Comercio. El inmenso sumergible se había ido a pique el 12 de agosto del 2000.

Con un clima adverso, por los fuertes vientos que golpeaban la zona, la Flota Norte echó a andar un plan para recuperar la nave. En la operación de rescate participaron numerosas embarcaciones, submarinos, equipos de buceo y la aviación de la Marina.

Cómo sucedió el accidente

Como parte de sus prácticas habituales, el poderoso Kursk debía disparar un par torpedos sin explosivo sobre un crucero de batalla. A las 11:28 hora local hubo una falla en uno de los torpedos y se produjo una reacción en el tubo desde el que se había disparado.


Una enorme explosión hizo gemir el casco del submarino. Por una fatalidad del destino, la compuerta que dividía la sala de torpedos del resto de la nave estaba abierta. Esto permitió que la onda expansiva cruzase por dos de los nueve compartimentos que posee el Kursk.

Se deduce que un grupo pequeño de hombres pudo haber sucumbido en la primera de estas recámaras y otro mayor podría haber quedado herido en la segunda. Tras la primera detonación, la onda expansiva se propagó hasta el puesto de mando, saturándolo de humo y llamas.

Dos minutos y quince segundos después de la explosión inicial, se produjo una mucho más grande. Información sismográfica confirmó que la segunda detonación provenía del fondo marino, alertando que el Kursk, de 18.000 toneladas, había topado la base del océano.

El domingo 13 de agosto, voceros de las fuerzas armadas rusas trataron de ocultar el accidente, divulgando una declaración de prensa en la que afirmaban que las prácticas se estaban realizando con normalidad, con excepción del submarino Kursk, que había sufrido “dificultades técnicas de menor cuidado”. Vista del submarino Kursk en la base de Vidyayevo, en mayo del 2000. (Foto: Agencia AP)
El domingo 13 de agosto, voceros de las fuerzas armadas rusas trataron de ocultar el accidente, divulgando una declaración de prensa en la que afirmaban que las prácticas se estaban realizando con normalidad, con excepción del submarino Kursk, que había sufrido “dificultades técnicas de menor cuidado”. Vista del submarino Kursk en la base de Vidyayevo, en mayo del 2000. (Foto: Agencia AP)

Por un milagro, tras la segunda detonación los reactores se desactivaron, impidiendo un desastre nuclear. Esta explosión ocasionó un agujero de dos metros cuadrados en el casco del sumergible y el agua penetró a razón de 90.000 litros por segundo, matando a la mayoría de hombres.

El 15 de agosto falló un segundo intento de la Marina de Rusia de rescatar a la tripulación del submarino al no poderse acoplar la cápsula de salvamento a las escotillas. Según las reservas de oxígeno, se calculó que estas se extinguirían en 48 horas.

Un equipo de buzos noruego llegó el día 19 al lugar del hundimiento. También arribó el buque británico Norman Pioneer, que transportaba un sumergible de salvamento. Ambos equipos iniciaron las tareas de inmediato, aunque el descenso de los rescatistas iba a ser peligroso.

Después de negarse a aceptar por varios días el socorro de otros países, el presidente Vladímir Putin dio la orden de aceptar la ayuda extranjera, “venga de donde venga”. Los buzos noruegos lograron abrir la escotilla de acceso a la nave, pero encontraron todo inundado. En las seis primeras habitaciones del Kursk solo había cuerpos aplastados, hechos pedazos, hinchados y en muchos casos irreconocibles. (Foto: Agencia AP)
Después de negarse a aceptar por varios días el socorro de otros países, el presidente Vladímir Putin dio la orden de aceptar la ayuda extranjera, “venga de donde venga”. Los buzos noruegos lograron abrir la escotilla de acceso a la nave, pero encontraron todo inundado. En las seis primeras habitaciones del Kursk solo había cuerpos aplastados, hechos pedazos, hinchados y en muchos casos irreconocibles. (Foto: Agencia AP)

No hay sobrevivientes

“Abren escotilla y no hallan signos de vida”, tituló El Comercio el 21 de agosto, nueve días después de acontecida la tragedia. Fueron tres buzos noruegos los que abrieron la escotilla exterior del submarino, que se encontraba lleno de agua.

“Nadie está vivo en el submarino Kursk”, publicó el decano el 22 de agosto. La Marina rusa había confirmado oficialmente la muerte de los 118 tripulantes luego de que buzos noruegos y británicos indicaron que no quedaban sobrevivientes a bordo.

El último mensaje del capitán Kolesnikov

En la segunda explosión murió el capitán Dmitri Kolesnikov y minutos después se presume que fallece el resto de sobrevivientes. Kolesnikov había tenido tiempo de escribir algo tras la primera explosión: “13:15, todos los tripulantes de los compartimientos sexto, séptimo y octavo se trasladaron al noveno. Aquí nos encontramos 23 personas. Tomamos esta decisión como resultado de la avería. Ninguno de nosotros puede subir a la superficie. Escribo esta nota en la oscuridad”.

El rescate del Kursk

Extraer al Kursk demandó el uso de 26 grúas instaladas en la barcaza Giant 4, que removieron la mole marina situada a 108 metros de profundidad. El 7 de octubre de 2001 el Kursk fue izado por unos cables enganchados al casco del submarino atómico.

El minucioso reflotamiento fue pausado: 10 metros por hora hasta que se encontró a 40 metros de la superficie. Entonces la nave Giant 4 levó sus ocho pesadas anclas y enfiló rumbo al golfo de Kola, dejando en el fondo del mar la cámara de torpedos, donde se produjo la fatídica explosión.

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