El deseo de la ciudadanía por ver a su candidato lucirse ante el oponente es la raíz de estos debates electorales; una cuestión que luego asumió un cariz más racional, vinculándose con la transparencia de ideas y propuestas ante los votantes. En el Perú, la fiesta democrática de los debates públicos, mayormente televisados en vivo, arrancaron en 1966 para la alcaldía de Lima y luego en 1990, por primera vez, para la presidencia de la República.
Esos encuentros pugilísticos, repletos de expresiones irónicas, frases sarcásticas y desplantes moralistas, que en el Perú se convirtió en toda una especialidad del marketing político, tiene un origen histórico internacional en los debates presidenciales de Estados Unidos, el primero de ellos sucedió el 26 de setiembre de 1960.
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En esa ocasión se enfrentaron ante las cámaras de TV tanto el demócrata John F. Kennedy como el republicano Richard Nixon. Tras el primer debate que organizó la cadena CBS, la victoria parecía asegurada para el primero, lo cual se confirmó en los tres debates que siguieron en octubre.
Luis Bedoya Reyes, de la coalición gobiernista AP-DC había sido alcalde de Lima en el periodo anterior (1963-1966), y ese año 66 fue reelecto tras un famoso debate televisivo contra su rival de la coalición opositora APRA-UNO, Jorge Grieve.
El 4 de noviembre de 1966, los dos candidatos se reunieron en la Sala Alzedo, en el Centro de Lima, convocados por la Federación de Periodistas del Perú (FPP). Moderó el periodista deportivo Rodolfo Espinar. Lo transmitieron dos canales, los que hoy son el Canal 4 y el Canal 5.
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Bedoya habló de buses nuevos y de un plan para construir “el subterráneo de Lima”. Grieve trató de restarle importancia e insinuar incluso que eso era falso, pero el ágil “Tucán” respondió de tal forma que el improvisado parecía Grieve.
Todo duró 1 hora y 15 minutos, y por habilidad y carisma Bedoya pareció sacar una buena ventaja ante su rival. La historia de los debates electorales tuvo un debut y censura de inmediato, pues la dictadura militar (1968-1980) no permitió este juego de la democracia.
En octubre de 1983, un debate municipal por Lima también generó mucha expectativa. Teniendo como moderador al conocido periodista de TV. César Hildebrandt, cuatro candidatos se enfrascaron en un “multidebate”. Alfredo Barnechea (PAP), Richard Amiel (PPC), Alfonso Grados Bertorini (AP) y Alfonso Barrantes Lingán (IU) se movieron como hábiles espadachines.
Luego de ser escuchadas las propuestas de gobierno local de cada uno, fue el conocido como ‘Frejolito’, Barrantes, el que se llevó las simpatías del público televidente, según las encuestas que circularon días después.
Para las elecciones presidenciales de 1985, nadie pudo con el verbo florido del joven candidato del PAP, Alan García Pérez. Como presidente, convocó a elecciones municipales al año siguiente. El PAP tenía candidato propio que fue apoyado abiertamente. Así, en el debate edil que organizó la Universidad del Pacífico, Jorge del Castillo (PAP) se enfrentó nada menos que a Alfonso Barrantes (IU) y Luis Bedoya (PPC).
El debate no probó nada, pero el candidato oficial capeó el asunto. Un mitin encabezado por el presidente García inclinó la balanza a favor de Del Castillo. De esta forma, el candidato aprista ocupó el sillón municipal.
Si en 1966, el Bedoya-Grieve fue el primer debate municipal televisado en el Perú; el primer debate presidencial, aquel que definía el futuro del país entero, fue el que protagonizaron, el 3 de junio de 1990, en la segunda vuelta, los candidatos Mario Vargas Llosa (Fredemo) y Alberto Fujimori (Cambio 90).
Este primer debate presidencial peruano lo vieron por TV millones de personas. Hubo propuestas de gobierno, por cierto, especialmente por parte del escritor, cuya sinceridad unos admiraron y otros temieron. El ingeniero, por su parte, desechó hacer un “shock económico”, pero sí lo hizo tras ser elegido; y luego se dedicó a los ataques personales contra su oponente.
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A una semana de las elecciones, el debate paralizó al país. Lo que pasara allí sería definitorio. El auditorio del Centro Cívico de Lima estaba repleto de correligionarios de ambos bandos. Vargas Llosa y Fujimori llegaron casi al mismo tiempo, alrededor de las 6 y 50 de la tarde. Fujimori atareado, con muchos fólderes y papeles fotocopiados; Vargas Llosa, con algunas hojas, ligero y confiado. Él era el favorito, pero lo cierto era que Fujimori empezaba a subir como la espuma, a partir de una campaña que pretendía atemorizar a los electores.
Uno elaboraba ideas, planteaba acciones y explica las consecuencias; el otro leía lo que había venido a decir. Uno exponía un plan de gobierno, el otro se enfocó principalmente en tratar de dejar mal a su rival. Este, Fujimori, explotó muy bien su historia de superación personal. El carácter intelectual de Vargas Llosa no jugo a su favor, en términos cuantitativos a la hora de hacer números. Fujimori venció en las elecciones una semana después.
Tal como hizo el presidente García con su compañero Del Castillo en 1986, Fujimori lo hizo en 1995 con su candidato Jaime Yoshiyama. Para ambos casos, el objetivo era el sillón de Lima. Yoshiyama (Cambio 90-Nueva Mayoría), como decía su eslogan, venía “Con todo el apoyo”; pero no contó con la lucha del alcalde de Miraflores, Alberto Andrade, quien, con carisma y popularidad propias, le hizo frente al candidato gobiernista.
El debate municipal, en una campaña muy reñida, se realizó en la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC). El 25 de octubre de 1995 le dieron de su propio chocolate al fujimorismo. Ya no era 1990, y Andrade era el de la viveza criolla con la que superó a un técnico como Yoshiyama. Andrade ganó la alcaldía de Lima.
El sábado 19 de mayo de 2001, se dio el segundo debate presidencial en la historia del Perú (ni en 1995 ni en el 2000 hubo debates de ese tipo). Este transcurrió con pocas sorpresas. En una primera vuelta en la que la candidata de Unidad Nacional, Lourdes Flores, había perdido piso, dejando la cancha libre al expresidente Alan García para que pasara a la segunda vuelta y compitiera con Alejandro Toledo, de Perú Posible, las fricciones entre uno y otro candidato eran las previsibles antes y después del debate.
Ambos cayeron en generalidades, y ni Toledo ni García hicieron lo posible para sistematizar sus propuestas. Aprovecharon el espacio y la cobertura televisiva estrictamente para conseguir votos de la manera más tradicional en la política peruana: con un show mediático, que buscó impactar en los electores. Compitieron únicamente por transmitir mejor sus mensajes, sus ideas-fuerza y así asegurarse los votos necesarios para superar al otro.
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El candidato de Perú Posible la sacó ventaja a expresidente en el talón de Aquiles de este: los errores de su gobierno anterior. Repetir las cifras hiperinflacionarias, los atentados contra los Derechos Humanos y la corrupción bastaba para tenerlo a raya. Ni aún el verbo florido de García pudo camuflar la verdad del desastre de los años 80.
Cuatro días después, la encuesta nacional de Datum señalaba que la “intención de votos” no se había alterado, algo que no estaba en los planes apristas. El 23 de mayo de ese año se supo que Toledo tenía el 44% y García solo 31%. Poco cambiaría para el día de las elecciones presidenciales.
Luego de ser descartada nuevamente Lourdes Flores (Unidad Nacional) en la primera vuelta, el ex presidente Alan García (PAP) buscó volver al poder. Lo había logrado una vez en 1985, ahora tenía una opción ante el nacionalista y ex militar Ollanta Humala (UPP).
La experiencia de García le bastó para superar por poco a su rival en el debate presidencial del domingo 21 de mayo del 2006. Humala sorprendió con un tono y gesto provocadores, tratando de hablar como un peruano de a pie. García andaba ágil de mente y respondía con ingenio, pero no con tanta contundencia como antes.
Todo el país vio por televisión el escenario del Museo de Arqueología, Antropología e Historia de Pueblo Libre donde Humala, luego de tardar 15 minutos más allá de la hora pactada, intentaba exasperar a un sereno Alan García. Se dijo que había ido a comprar una bebida antes de participar en el debate presidencial visto por todo el país. Humala había medido sus pasos, y hasta colocó en su podio una banderita peruana, que se negó a retirar, hasta que lo hizo el moderador Augusto Álvarez Rodrich.
Como hizo algún candidato por estos días, Humala, quien aún era visto como un “salto al vacío”, también dijo que renunciaría al sueldo de presidente y solo viviría de su pensión como ex militar. Pero como buen nacionalista dijo que revisaría los contratos con las empresas extranjeras y amenazó con no suscribir el TLC con los Estados Unidos, cuando este convenio ya estaba negociado.
Alan García recubrió su discurso con promesas y disposiciones, lo que le hacía ver como un estadista ahora sí responsable y maduro. Eso fue lo que hizo inclinar la balanza a favor del aprista que luego sería elegido presidente del país por segunda vez.
El domingo 29 de mayo del 2011, en el hotel Marriott de Miraflores, fue el choque definitivo entre Ollanta Humala, que volvía a intentarlo y la novata Keiko Fujimori, la hija del expresidente Fujimori, condenado desde el 2009 a 25 años de prisión. Estaban en la segunda vuelta y en el debate final. Fue una batería de duros ataques y respuestas con misil para revelar las debilidades del rival. La poca profundidad de las propuestas de gobiernos se terminó perdiéndose en medio del fuego cruzado.
Ninguno destacó por un dominio de la escena en el debate organizado por la ONG Transparencia; más bien dejaron ver sus limitaciones. Con la experiencia de haber lidiado con García el 2006, Humala sacó un poco de ventaja ante una joven Fujimori (36 años), sacándole en cara los nefastos antecedentes de atentados contra los Derechos Humanos del gobierno de su padre (1990-2000) y donde ella asumió el puesto de “primera dama”.
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Keiko Fujimori denunció las incoherencias de Humala y su afán nacionalista y estatista. “Usted tiene muchos más planes de gobierno que yo, eso genera desconfianza”, fue la frase que usó para cercar a Humala y hacerle recordar las diferencias entre su plan de gobierno original 2011-2016 y la “hoja de ruta” que le prepararon ex profeso.
Sin embargo, el voto en contra que hasta hoy martiriza a la candidata del fujimorismo, terminó por detener su avance en esa elección, permitiendo que el nacionalista Humala la supere en las últimas semanas del proceso y gane las elecciones del 5 de junio del 2011.
En abril de 2016, a pocos días de la primera vuelta, Alan García (Alianza Popular), completamente abajo en las encuestas, participó en un debate general con los demás candidatos. Allí fue que Fernando Olivera (Frente Esperanza), otro candidato sin chance, le pudo decir en cortos minutos lo que pensaba de él:
“Usted no me es indiferente, doctor García, porque encarna la impunidad, porque ha pervertido los valores del Perú, porque tiene que responder ante la justicia”, arrancó su exposición Olivera ante la sonrisa de García.
Tras la primera vuelta, el 22 de mayo del 2016 se realizó en Piura el primero de dos debates entre los candidatos finalistas: Pedro Pablo Kuczynski (Peruanos Por el Kambio) y Keiko Fujimori (Fuerza Popular). El economista casi octogenario tenía una amplia experiencia política; mientras Fujimori venía de una primera experiencia frustrada como candidata.
PPK volvió a tocar el punto débil de su contrincante Keiko Fujimori: los delitos durante el gobierno de su padre, Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión por delitos contra los Derechos Humanos. El entorno de Fujimori estaba infestado por personajes con serias acusaciones fiscales, todo eso le jugó en contra otra vez y Fujimori perdió terreno político y mediático en el mismo debate. Kuczynski no tuvo piedad: señaló que con un supuesto gobierno de Fujimori podría surgir un “narcoestado”.
Hubo un segundo debate, el 29 de mayo, esta vez en Lima. A solo una semana de las elecciones presidenciales, fue un poco más de lo mismo, intensificándose los ataques y contraataques. Aquel debate fue más directo en las acusaciones. Los errores como funcionario público de PPK salieron al aire y Keiko buscó responder pensando en el debate anterior.
Kuczynski, más bien, se concentró en desmentir rápidamente las acusaciones e insistió en vincular a Keiko a los escándalos de algunos dirigentes de su partido. Un hombre de 78 años tuvo los reflejos para dejarla mal parada.
Así llegó la famosa frase de PPK que aseguró su victoria electoral más tarde: " ‘Cómo has cambiado, pelona’, me dijo (en Piura). Yo le daría que tú no has cambiado, pelona, eres la misma”. Frase que hasta se hizo tendencia en Twitter. Punto para PPK, quien remontó y ganó las elecciones en una final de película ese año.
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