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Para nadie es un secreto que las horas punta de mayor calor veraniego son entre las 2 y las 4 de la tarde. Es en ese momento que el grado de radiación ultravioleta es más fuerte. En un verano normal, la media de la temperatura marcará 25°C o 26°C; pero si el verano busca ensañarse con la gente, esa media subirá entre 28°C a 30°C o más… Entonces, esa ola de calor será intensa y sádica para los caminantes, bañistas y cualquiera que estuviera expuesto principalmente durante esas horas.
Bien lo dijo en su momento Tomás Unger, nuestro gran divulgador científico: las temperaturas desde la antigüedad, el Medievo, hasta el siglo XIX incluso, fueron aumentando en un promedio global de 1°C a 5°C. Lo que ha ocurrido en el siglo XX, y con más asiduidad desde sus últimas décadas, ha sido un aumento de temperatura más acelerado de lo previsto. El efecto invernadero nos cobra factura.
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“El problema del efecto invernadero es el corto tiempo en el cual podría producir los cambios de temperatura que en el pasado tomaron siglos, cuando no milenios. Con nuestro actual conocimiento de los mecanismos del clima, nuestra capacidad de descifrar sus fluctuaciones pasadas y las causas que las originaron, no podemos saber aún hasta qué punto estamos precipitando un desastre”, decía Tomás Unger en 1990. (EC, 05/06/1990)
Un cambio rápido en ese aspecto sería lamentable, porque la naturaleza no podría adaptarse bien, advertía Unger. Mientras menos interfiriera el hombre en ese cambio, mejor. La naturaleza tiene sus propios tiempos. En el Perú, además, hay procesos naturales que surgen cada cierto tiempo, como el Fenómeno de El Niño. Cuando esto ocurre, desde meses antes del inicio de ese ciclo las temperaturas aumentan. El verano se avecina cruel entonces.
EL FENÓMENO DE EL NIÑO Y SUS EFECTOS EN EL AUMENTO DE TEMPERATURA DE LA COSTA LIMEÑA
Como lo ha demostrado la propia experiencia climatológica del país, la presencia del Fenómeno de El Niño –calentamiento de las aguas del mar frente a las costas peruanas– ha significado fuertes anomalías en el clima, esto es, un aumento de la temperatura a niveles realmente extenuantes para la población.
Entre nosotros se han registrado varios meganiños que, como sabemos, han traído grandes desastres con caídas de huaicos, derrumbes e inundaciones, y con miles de damnificados, heridos y muertos. Esos fenómenos conllevaron un especial aumento de temperatura.
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Así ocurrió en 1891, 1925, 1983 y 1998 (en 2017 hubo un ‘Niño costero’). En esas ocasiones, el aumento de temperatura, según el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi), fue de entre 3,5°C a 4°C, más allá del promedio.
El verano de 1891 fue importante no solo por representar el inicio de la etapa de recuperación económica del país, tras superar la traumática posguerra (la guerra con Chile de 1879 a 1883 dejó en quiebra al país), sino por las altas temperaturas que vivieron los limeños. El Niño de entonces llegó a cerrar su ciclo cuando en abril de ese año (1891), se produjeron desbordes del río Rímac, que inundaron los barrios de San Francisco y Monserrate.
De igual forma aconteció en el verano de 1925, con olas de calor y lluvias que terminaron destruyendo gran parte de la costa norteña. El 18 de marzo de ese año, El Comercio tituló “La ciudad de Trujillo ha sido destruida”. En Lima, hubo lluvias junto con altas temperaturas. La capital se quedó sin electricidad ni alumbrado público por casi dos semanas.
Pero si hablamos de verdaderas olas de calor, debemos mencionar a El Niño que las provocó entre fines de 1982 y el verano de 1983. Gobernaba el presidente Fernando Belaunde Terry, cuyo gobierno luchó para atenuar los efectos materiales; pero donde no pudo hacer nada FBT fue con la inclemencia de la temperatura de aquel verano. Ese “Niño del siglo XX”, como se le llamó, trajo entre enero y febrero olas de calor que superaron, muchas veces, los 30°C.
El Niño de los años 90, empezó en noviembre de 1997 y culminó en junio de 1998. Ese también fue desastroso, e hizo recordar el de los años 80. Nuevamente, las temperaturas durante ese verano se elevaron considerablemente. Tanto el de 1983 como el de 1998 son considerados meganiños, pues su efecto desastroso en la costa peruana tuvo consecuencias nacionales.
¿Cómo sabemos de estas fluctuaciones de la temperatura en Lima? Por el trabajo técnico del Senamhi. El registro de las temperaturas y el récord anual es una labor necesaria para el seguimiento de este aspecto climatológico, especialmente ante la sensación de aumento del calor como vivimos hoy en Lima.
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Siendo la capital un espacio de microclimas, Senamhi ha dividido la ciudad en zonas: este, centro y oeste. Aquí lo importante es ver el promedio año a año para determinar el aumento real de la temperatura. Salvo esos casos anotados de fenómenos de El Niño, meganiños o ‘Niño costero’, las temperaturas de Lima han ido ligeramente en aumento. Esto se deduce de los informes del propio Senamhi.
TEMPERATURAS LIMEÑAS DE LOS ULTIMOS 40 AÑOS: EL CALOR HA SIDO ESTABLE, SALVO EXCEPCIONES
El Senamhi registra las temperaturas de Lima a partir de tres zonas básicas: zona este (La Molina, Ate-Vitarte, El Agustino, Chaclacayo, San Juan de Lurigancho, etc.), zona centro (Cercado de Lima, Jesús María, Lince, San Isidro, etc.) y zona oeste (Cercado del Callao, Ventanilla, Comas, Independencia, San Martín, etc.).
En 1980, por ejemplo, marzo fue el mes más caluroso. En la zona este llegó a una máxima de 27,8°C; en la zona centro, 26,5°C; y en la zona oeste, hasta 27,1°C. En 1981 varió el cuadro, puesto que febrero y marzo fueron los meses más calientes, según el Senamhi. En la zona este, marzo marcó una máxima de 28,5°C; en tanto en la zona centro y oeste fue febrero el más intenso, con 26,2°C y 27,2°C, respectivamente.
El verano de 1982 –a fines de ese año empezaría el meganiño temido– las temperaturas mantuvieron su nivel de comienzos de la década: febrero se llevó el premio mayor: 28°C (zona este), 25,7°C (zona centro) y 25,4°C (zona oeste). Hubo un leve descenso en estas dos últimas.
El meganiño de 1983 sí que significó un cambio relevante en las temperaturas de ese verano. Para que tengan una idea más completa, les indicamos lo que marcó el termómetro en promedio por mes. En enero, fue de 29,5°C en la zona este; 29,1°C en la zona centro; y 30,3°C en la zona oeste. Ya en enero Lima sobrepasaba los atosigantes 30°C.
En febrero de ese meganiño del ‘83, las temperaturas en Lima aumentaron: la zona este dio un máximo de 30,4°C; la zona centro, 29,4°C; y la zona oeste 30,8°C. La capital ardía a la par que era testigo de los desastres naturales, la crisis económica y los atentados terroristas de Sendero Luminoso.
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Para marzo del ‘83, la apoteosis del calor barrió con todo. Fue 30.6°C (este), 29°C (centro) y 31,2°C (oeste). No había lugar en Lima que no se convirtiera en un infierno. Por supuesto que con ello, la radiación ultravioleta aumentó su callada labor destructiva de la piel.
Ya con el meganiño en franco retroceso, aunque con la huella trágica que dejó, especialmente en la costa norte del país, Lima recibió el verano de 1984 más aliviado. Sus temperaturas fueron algo menor: la zona este con una máxima, en marzo, de 27,8°C; la zona centro con una máxima, en enero, de 26°C; y la zona oeste con una máxima, en enero también, de 27,3°C.
Los años 80 terminaron con temperaturas plausibles. En 1985, el promedio máximo del verano fue de 27.7°C; en 1986, ese mismo promedio máximo llegó a 27.8°C; mientras en 1987, marcó 28,6°C; en 1988, 27,1°C; y en 1989, 27,7°C. En todos los casos, esas máximas se dieron en la zona este, como era usual.
LOS AÑOS 90: LAS OLAS DE CALOR ANTES DEL OTRO MEGANIÑO DE 1998
Entre 1990 y 1997, es decir, los años anteriores al meganiño el ‘98, los veranos capitalinos oscilaron entre 27,1°C y 28,9°C, como temperaturas máximas en promedio. Entonces llegó el temido fenómeno climatológico. El Niño gigante o meganiño golpeó con demasiada fuerza toda la costa centro, norte y sur y también, como en 1983, la sierra peruana.
En 1998, la pesadilla volvió y con ella el calor excesivo. Un verano extremo de nuevo. En enero, fue una temperatura de 29,9°C en la zona este); y de 28,3°C en la zona centro (no hubo registro de Senamhi de la zona oeste). Lima bordeó los 30°C a comienzos de año.
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En febrero, como pasó en 1983, los termómetros de Senamhi sobrepasaron los 30°C. La zona este llegó a 31,3°C; y la zona centro a 29°C. Lima era un horno, mientras en el país el gobierno de Alberto Fujimori ya hablaba de una posible reelección presidencial (en verdad, una re-reelección).
En el último mes de ese verano (marzo) todo quemaba. En la zona este, la temperatura llegó a 31,4°C; en tanto en la zona centro era un poco menos, 28,7°C. Finalmente, los dos últimos años del siglo y del milenio, 1999 y 2000, deambularon entre los 25,5°C y 28,8°C, como mínimo y máximo. Como ven, mucho menos que en el año del terrible Niño.
Luego, las temperaturas se han ido sucediendo en términos de menos de 30°C, en la mayoría de los casos, aunque con picos en algunos años en donde sí se sobrepasó esa línea delgada entre el calor admisible y el absoluto bochorno.
Del 2001 al 2010, Senamhi vio sus termómetros subir a un máximo de 30,1°C (marzo 2001), 29,1°C (febrero 2002), 29,3°C (febrero 2003), 29,1°C (febrero 2004); así como 28,3°C (febrero y marzo 2005), 29,4°C (febrero 2006) y 28,8°C (febrero 2007). En todos estos casos en la zona este.
Del 2008 al 2010, Senamhi no registró la zona este, que ha sido y es tradicionalmente la de mayor temperatura. Por eso, en esos tres años, entre las zonas centro y oeste, se marcaron como las más altas temperaturas: 27,3°C (marzo 2008), 27,6°C (febrero 2009) y 27,8°C (febrero 2010), siempre en la zona oeste.
Asimismo, antes de la llegada del ‘Niño costero’ del 2017, cuyas consecuencias se sintieron fuertemente en Lima, las temperaturas registradas por el Senamhi volvieron a ser de moderadas a relativamente altas. El 2011, el calor en la zona este llegó a 29,1°C. Esa fue la máxima de ese verano; en tanto, en el 2012 fue de 29,5°C., registrada en febrero en la zona este. El 2013, en la misma zona, llegó a 29,9°C, también en febrero.
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Lo que no variaba y siempre batía récord era la zona este. Para el 2014, la máxima fue de 29,4°C, en febrero y marzo; mientras que en el 2015 (después de 14 años), el termómetro llegó a los 30,1°C, en marzo. El 2016, 31,3°C en marzo. Eran claramente avisos de lo que sobrevendría al año siguiente.
EL ÚLTIMO ‘NIÑO COSTERO’ QUE HEMOS VIVIDO EN LIMA
El 2017, el ‘Niño costero’ azotó la capital. Desbordes y huaicos provocaron la escasez de agua en gran parte de Lima, a lo que se sumó, cómo no, las altas temperaturas durante ese verano premundialista (Perú luchaba por su clasificación al mundial de Rusia, que finalmente logró).
Los promedios registrados por el Senamhi hablaban de una regularidad elevada desde enero hasta marzo de ese año 2017, y en las tres zonas en las que había dividido climatológicamente Lima. La zona este tuvo promedios de horno: enero (29,7°C), febrero (31,3°C) y marzo (30,9°C). La zona centro no se quedó atrás: enero (28°C), febrero (29,5°C) y marzo (29,5°C). Finalmente, la zona oeste: enero (28,2°C), febrero (29,9°C) y marzo (29,3°C).
Como una sorpresa, Senamhi registró también altas temperaturas en el verano del 2018. Entonces Lima alcanzó nuevamente los 30°C, en la zona centro, cuando lo que se esperaba para esa zona era 26,5°C. Quizás fue un rezago de lo vivido el 2017. En los últimos años, los limeños –con pandemia o sin pandemia– han expresado que sienten una mayor temperatura o calor cada año que transcurre. ¿Por qué? En el 2018, cuando El Comercio consultó con el Senamhi sobre esa sensación de calor, la especialista en Climatología de la institución, la ingeniera Lourdes Menis, había expresado que mucho dependía de la cercanía o no de un distrito al litoral costero.
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“Podemos detectar condiciones climáticas muy diferentes en Lima oeste y distritos de Lima este como Chaclacayo, La Molina o Ate. Estos distritos tienen un comportamiento diferente debido a que tienen el efecto de continentalidad y altura. Eso hace que haya más predominancia de cielos despejados por lo que tienen las temperaturas diurnas -o máximas- con valores mucho más altos que las que están cerca al litoral. Mientras que en las noches, distritos de Lima oeste, como Jesús María, San Miguel o el Callao tienen temperaturas más altas por el efecto termorregulador del océano”, dijo entonces Menis.
Y cuando se le insistió para que explicara cómo la humedad de Lima influye en esa sensación térmica, Menis dijo: “En los años 50 o 70 la humedad en Lima era de 99%. A partir del 2010 los registros alcanzan solo el 90% o algunas veces a 95%. Esto hace que cambie la percepción de cada persona”.
No es difícil entonces pronosticar que la sensación de mayor temperatura continuará durante los veranos venideros de esta agitada década del 20, del siglo XXI. A cuidarse, protegerse y evitar esa horas, entre el mediodía y las primeras de la tarde, en que Lima y alrededores hierve, literalmente.
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