Esta foto tiene cuarenta años. Fue tomada el miércoles 21 de marzo de 1984, la noche de entrega de los Circe, el premio que por entonces otorgaba el Círculo de Cronistas del Espectáculo a los personajes más destacados del ambiente artístico y televisivo. Era algo así como la modesta versión local de los Óscar y solía celebrarse en el Coliseo Amauta.
Los señores que aquí aparecen mostrando sus trofeos fueron leyendas en los años de gloria del periodismo deportivo peruano. A la izquierda, con el saco cerrado en el primer botón, su histórica semi calvicie y su sonrisa de castor, vemos a Alfonso ‘Pocho’ Rospigliosi, fundador de Radio Ovación y director de un programa que duraba cinco horas y que mi papá y todos mis tíos veían religiosamente todos los fines de semana en Canal 5: Gigante Deportivo. «Solo ahí podías ver una entrevista a Pelé, o los goles que hacía Cubillas en el extranjero», cuenta mi tío Leonardo. Él dice que Pocho conducía ese programa vistiendo siempre la misma chaqueta roja, y que se sentaba detrás de una mesa llena de teléfonos analógicos.
A su lado, con unos lentes de aumento que le agigantan los ojos, está don Emilio Laferranderie, ‘El Veco’, un prestigioso reportero uruguayo que se quedó a vivir en el Perú y se volvió rápidamente una figura del medio.
He leído que cada uno representaba un estilo de comunicación muy diferente. ‘Pocho’ era un periodista empírico, improvisaba con facilidad y tenía una afilada intuición para saber qué contenido podía gustarle a su público (su frase más famosa fue «esto es lo que le gusta a la gente»). ‘El Veco’, por su lado, era un periodista cultivado, analítico, con un poderoso dominio del idioma (usaba palabras que quizá la mitad de los peruanos no entendía). Cuando daba una noticia importante, soltaba una frase que con los años se volvería emblemática: «oído a la música».
Se supone que ambos se odiaban porque, según el mito popular, ‘El Veco’ serruchó a Rospigliosi para quedarse con el programa deportivo estelar de Panamericana. El abrazo de la foto, sin embargo, parece desmentir esos rumores. Es un abrazo fraterno, genuino, aunque no demasiado entusiasta. Es el abrazo que se darían dos hombres que, al cabo de ciertas batallas, han terminado por reconocer en el otro una virtud de la que carecen. En la imagen, los dos muestran su premio Circe, rodeados de un grupo de desconocidos que los observan con admiración, una admiración que –salvo Daniel Peredo– ningún otro periodista deportivo ha sabido despertar.