En los últimos tres años su galería, Espacio Valverde, ha sido una de las plataformas de despegue para nuevos artistas. Jacobo Fitz-James vuelve a un país que le entusiasma sobremanera. Desde las primeras ediciones de Art Lima en que participó, fue descubriendo un espíritu que no advertía en el resto de la región. Y no, no se trata solo de la gastronomía. El galerista madrileño encontró una riqueza cultural y una excentricidad que nos hacía diferentes, a veces desconcertantes para los académicos. "Yo entré en el mundo del arte desde la filosofía, no desde las bellas artes, donde hay cierto adoctrinamiento sobre cómo deben ser las cosas. Para mí, el Perú fue un chorro de aire fresco. Desde el punto de vista cultural, se trata del lugar más interesante que conozco de Latinoamérica", afirma.
— ¿Qué hace a la movida artística local tan interesante?
Ni bien llegué al Perú, descubrí cómo se retroalimenta el arte precolombino con el contemporáneo. En mi galería tenemos muchos artistas que recogen tradiciones particulares y las renuevan. Creo mucho en los problemas eternos, no solo en modas y contingencias. Espacio Valverde es una galería muy rompedora, pero siempre con un guiño a la tradición.
— ¿Por qué una galería debe estar siempre en permanente movimiento?
Si los artistas no se internacionalizan, alcanzan un límite para vivir de su arte. Es fundamental en el mundo de hoy pensar estrategias para consolidar su vigencia. El problema de que la gente compre tanto en ferias y cada vez menos en galerías es que anima a los artistas a crear obras pensadas al impacto. Se cree que para presentar algo nuevo hay que llamar la atención. Y eso es muy relativo. A mí, ese tipo de arte no me interesa.
— En tu familia hay figuras de la nobleza muy visibles: tu abuela, Cayetana, la fallecida duquesa de Alba y tu padre, Jacobo, el editor de Ciruela, una de las editoriales más prestigiosas. ¿Quién resultó más importante en tu formación?
Donde nosotros nos hemos formado es con mi padre y mi madre. A su vez, eso vertebra y nos transmite un mundo muy particular, el de la familia Alba, con una relación no exenta de paranoias y neurosis, pero muy enriquecedora [ríe]. A medida que te vas haciendo mayor, comienzas a darte cuenta de que lo vivido es un privilegio.
— Y te hiciste filósofo. ¿Por qué no escritor?
Siempre me he visto como una persona de ciencias. Tendría que haber sido un constructor de puentes y no un galerista. Pero mi esposa [Asela Pérez Becerril] me llevó a este mundo de metáforas sin solución posible.
— ¿No es paradójico que alguien criado entre los Goyas de la abuela se dedique al arte contemporáneo? Pasaste de un arte incuestionable al territorio azaroso de lo contemporáneo, lleno de dudas...
Ambos están muy conectados. Con Goya quizá no hay dudas, pero quizá sí con Van Gogh: ¡podría ser un pintor manierista ensalzado por los japoneses! Lo que le pasa al arte contemporáneo es lo mismo que sucede con todos los productos de nuestra cultura: vivimos un declive universal. Pero no tiene más ni menos pecados que el resto de la creación. ¡Y de la literatura, no te cuento! Al arte contemporáneo se le echa la culpa de todo, porque está allí y no te puedes escapar.
— ¿Cómo se explica que en un país como España, tan polarizado en su relación con la monarquía y su nobleza, haya habido tantos miles de personas despidiéndose de tu abuela en su funeral?
No conectaría una cosa con otra. Sobre la monarquía, diría que hay una división, pero la mayoría de los españoles son monárquicos. Otra cosa es que hay antimonárquicos muy fervientes. En el caso de mi abuela, ella encarnó un símbolo colectivo en Sevilla. Los tres días de funerales fueron una catarsis popular. Veías gente con crestas azules y pendientes que iban a santiguarse. Es una de las cosas más raras que se puede vivir: llevar el ataúd y ver a todos cantando, llorando, abrazándote. Me decían: “Sí, yo sé que era tu abuela, pero lo era de todos nosotros también”.
Más información
Lugar: Escuela Superior de Guerra del Perú.
Dirección: Av. Escuela Militar s/n, Chorrillos.
Fechas: del jueves 4 al domingo 7 de abril.
Entradas: Teleticket.