Más comunicación
Desde el gobierno de Paniagua, estamos tratando de relanzar e ir consolidando nuestra aún frágil democracia. Para el logro de estos objetivos, la democracia peruana debe ser percibida por la población como un sistema político que es capaz de responder a las demandas sociales más sentidas, así como resolver los problemas y conflictos más importantes del Perú dentro de los marcos de la ley.
Si bien el Perú se fue recuperando después de la seria crisis económica de 1998 ocurrida durante el fujimorato –la que significó la quiebra de parte importante del sistema financiero–, esta recuperación se debió en gran medida a que la plata llegó sola por el aumento significativo del precio de nuestros minerales de exportación. Compartieron estos años maravillosos de crecimiento tanto el régimen del ex presidente Toledo como el de García. A la fecha, Ollanta no va teniendo igual suerte.
Es cierto que el gobierno de Toledo y el segundo de García no repitieron el desastre económico del primer gobierno de Alan García, pero también podemos afirmar que ninguno de ellos ha dejado la sensación de haber resuelto o avanzado de manera considerable en la resolución de algún problema nacional de envergadura. Sin embargo, no se puede negar que en estos gobiernos se dieron avances y cierta continuidad en varios sectores, como el educativo.
Desgraciadamente para la democracia y los peruanos, los aspectos positivos de las gestiones de Fujimori, Toledo y García se vieron ensombrecidos por los cuestionamientos sobre violaciones de derechos humanos, corrupción e improvisación. El hecho de que uno de ellos esté preso y los otros dos seriamente cuestionados de manera pública y notoria, explica también la poca visibilidad de los logros de dichos mandatarios.
Desde esta perspectiva, los gobernantes no solamente deben tener virtudes políticas y de gestión. Además, deben tener y mostrar una limpia trayectoria, lo que permitiría que la sociedad pueda valorar sus logros en su real dimensión, éxitos que serán, asimismo, percibidos como propios de la democracia.
Una característica recurrente en los últimos gobiernos –salvo excepciones– ha sido la de no comunicar adecuada y oportunamente sus logros durante y al final de sus administraciones. Por ello, resulta de vital importancia que los gobernantes de turno (autoridades nacionales, regionales y locales) estén comunicando permanentemente los resultados positivos de sus respectivas gestiones. Actuando de esta manera, los gobernantes obtendrán por lo menos tres consecuencias deseables: cumplir con la rendición de cuentas normal en toda democracia; permitir que los ciudadanos nos enteremos de las obras y resultados que van obteniendo en el transcurso de sus gestiones, y finalmente, fortalecer la democracia demostrando que este sistema es capaz de producir crecimiento, desarrollo y equidad en un clima de paz y de respeto del Estado de derecho.
En esta tarea de comunicar permanentemente los éxitos en la gestión política o en los avances logrados, el actual gobierno no ha hecho ni está haciendo todo lo necesario. No basta que el presidente Humala asuma esta función. Es fundamental que sus ministros y altos funcionarios nos informen constantemente de los objetivos que vienen alcanzando. Para ello, es básico contar con experimentados comunicadores interactuando al lado de nuestros gobernantes, y no asesores improvisados o sin experiencia como no pocas veces es posible apreciar.
Si bien algunos ministros están esforzándose en tener informada a la nación, creemos –o quisiéramos creer– que existen muchas obras que se han realizado o están en una etapa avanzada de ejecución que merecen ser difundidas para el conocimiento público. Con ello ganaría el Gobierno y la democracia.