Servidores públicos: una reforma que debe continuar
A un año de las elecciones generales, mientras los candidatos preparan sus discursos y los versos suelen ocupar el lugar de los argumentos, es importante resaltar en el debate público el tema del servicio civil, con el objetivo de fortalecer la reforma emprendida –un acierto del gobierno– y promover el ingreso a la administración pública de profesionales destacados.
En el ámbito público, solemos enfocarnos en los políticos elegidos por voto popular y los principales funcionarios designados. Sin embargo, no le damos la debida dimensión a la mayoría de servidores públicos, a pesar de que este sector fundamental para mejorar nuestra calidad de vida, representa más de 1.3 millones de personas. Es decir, casi 9% de la PEA ocupada y la tercera parte de los empleos formales del Perú.
Para proponer soluciones, debemos cuestionar la raíz de los problemas y no apaciguar los síntomas de una mediocridad institucional. ¿Por qué la gran mayoría de graduados de las universidades más prestigiosas del Perú no tiene a la administración pública como una opción laboral?
Una primera consideración es la brecha salarial a favor del sector privado, que debe ser reducida y guiada por méritos y productividad. Recordemos que, a pesar del rechazo del 84% de la población (Ipsos, febrero 2014), el aumento de la escala salarial del año pasado en los ministerios ha permitido atraer al Estado talentos del sector privado. Sin embargo, tan importante como generar incentivos para reclutar destacados profesionales, es tener un adecuado proceso de selección y evaluación.
Asimismo, la maraña de 15 regímenes laborales del sector público no logra organizarse coherentemente, ni se encuentra acompañada por un eficiente sistema de gestión del talento, lo cual resulta clave para proponer una proyección profesional. Contratos de locación de servicios encubriendo una relación laboral y el régimen CAS, son solo algunos ejemplos de la precariedad de las relaciones de trabajo en el sector público de los últimos años. Paradójicamente, una realidad muy lejana a las obligaciones que impone el Estado al sector privado.
Por otro lado, la descalificación ciudadana a la función pública es relevante, debido a que el prestigio y la reputación juegan un papel clave en las motivaciones laborales y profesionales. Cuesta entender que el Estado representa a la sociedad en su conjunto, organizada jurídica y políticamente, por lo que trasciende a los gobiernos de turno.
¿Qué hacer para contar con servidores públicos de gran nivel?
Un buen inicio sería comunicar los aspectos positivos de la administración pública en el desarrollo profesional y personal. Seguidamente, priorizar el trabajo emprendido por Servir, dotándolo de mayor presupuesto y técnicos de nivel internacional para que sea una institución modelo del país, estableciendo estrategias que sean políticas de Estado y no meros aportes coyunturales.
La función pública es distinta a la actividad privada, ya que el servicio al ciudadano es más que la atención a un cliente o consumidor, por lo que para muchos puede ser un ambiente de realización personal trascendente. A pesar de ello, los que hemos pasado por trabajos en ambos sectores, sabemos que la actividad pública se encuentra muy desprestigiada, lo cual es comprensible, pero también posible de revertir, como lo demuestran Reniec, BCRP, Indecopi y otras instituciones que son apreciadas por sus buenas prácticas.
La democracia es un sistema de vida que se aplica a la organización de la sociedad, otorgándole normas de conducta fundamentales, que implica una adecuada atención de servicios a sus ciudadanos.
Un país democrático y desarrollado es un ideal que perseguimos, y, sin una apropiada administración pública, no podremos aspirar a conseguirlo. ¿Logrará sus objetivos la cuarta reforma del servicio civil de los últimos 25 años? El Perú lo requiere con urgencia.