Chicos malos
¿QUIÉN DIJO QUE A LAS MUJERES NOS GUSTAN LOS CHICOS MALOS? A MLa otra vez en pleno café con un amigo, nos metimos la mega mecha, porque me insistía en que las mujeres buscábamos patas que nos trataran mal. Mentira, le repetía, yo quiero a un chico bueno. No podía creer que él se riera en mi cara y me dijese después de una irónica risotada que no le viniese con vainas, que él conocía miles de chicas metidas en relaciones con tipos que las trataban cual trapeador de cocina usado. No lo dudo. De hecho, yo he sido un trapeador tamaño alfombra. ¿Y? ¿Uno no se puede equivocar?, ¿Uno no puede elegir, más de una de vez, a la persona equivocada?, ¿Uno no puede tener la oportunidad de cambiar? yo creo que no solo uno se lo merece, es la tarea pendiente y una responsabilidad de todos los que quieran y se aventuren a amar.
Hace unos años ya, en pleno invierno catalán, en la cama al lado del que era mi novio, miraba por la ventana sin poder dormir. Salí de la habitación y caminé hacia la terraza en pijama. A pesar del frío del demonio que hacía, me quedé largo rato ahí parada contemplando las luces de navidad con las que estaban decoradas las calles. Me puse una casaca y bajé. Me senté en una banca en la avenida durante horas. En lugar de aceptar el ofrecimiento de mis padres de pasar la Navidad y el Año Nuevo con ellos en Lima, había elegido quedarme en Barcelona con él. Pensé que era mi deber como concubina y chica enamorada el quedarme con mi futuro marido –ahora pienso uff, de la que me salvé- porque era mi familia. Pero me equivoqué. Ese chico engreído me devolvió el gesto con quitadas de habla que llegaron a durar tres días seguidos, con palabras hirientes, con críticas gratuitas con la concha máxima de decirme que como nuestra relación no iba bien (esto era lo único en lo que alguna vez tuvo razón, porque esto no era nuevo), lo mejor sería vivir juntos, pero como “amigos”. Yo sentí en ese momento como si me hubiesen pegado con la piedra de una honda en el corazón.
Fue esa noche en la banca, en que pensé en todo esto. Sin dormir, al día siguiente fui a una agencia de viajes y compré un billete a Lima. Lloré los días que faltaron para mi partida, lloré en el autobús que me llevaba al aeropuerto, lloré cuando el avión despegaba. Al llegar al Jorge Chávez también lloré, pero en los brazos de mis padres y mis hermanos que hasta me hicieron reír porque en el camino al aeropuerto habían comprado todos los globos de helio que habían encontrado sin importarles que dijeran: felicitaciones ¡es un niño!, feliz cumpleaños, feliz día mamá, entre otros. Sin embargo mi hermana me dio uno chiquito que decía: bienvenida. Apoyada en el hombro de mi madre en el carro, pensé: sí, bienvenida, a otra vida. Realmente lo deseaba. Esa noche dormí como mil horas en la habitación de mi infancia, después de tantos días de insomnio.
A nadie en su sano juicio le gusta sufrir. Y menos, por alguien que no vale la pena. Esa frase que suena a consejo de abuelitas y preocupación de madres y buenas amigas: ese tipo no vale una lágrima, es verdad, (y debe haber mujeres que tampoco la valen). Debería existir una especie de Baygon que una pueda sacar de la cartera y desaparecerlos. Es más, el popular Paralizer, se debe llamar así no solo por los choros, seguro nadie nos contó que fue diseñado para utilizarlo a la primera señal de maltrato. Un chico malo es infiel, a un chico malo no le importa decir un día te amo y al siguiente ya no te amo, un chico malo te dice loca si lloras porque él te ha hecho daño, un chico malo no soporta que le digas que está equivocado jamás, un chico malo conoce tus debilidades y se aprovecha para darte ahí como si fuera un tablero de dardos, un chico malo va y viene sin importarle nada más que él mismo. No hay nada peor que caer en una tela de araña de una bien viva, de esas de dos caras, que saben a qué mujeres buscar, a quienes se puede manipular. A chicas sin experiencia, a mujeres con una autoestima baja, a incautas, o simplemente a chicas buenas, a chicas que tienen una vida normal, pero que se creen el cuento hasta que aparece el Godzilla y comienza a socavar su seguridad, su amor propio hasta que ya se olvidan de quiénes eran. Eso me pasó a mí y no quiero volver a olvidarme de quién soy.
Por si acaso, no habla una mujer resentida, sin haberme equivocado no sabría qué errores no quiero volver a cometer ni quién quiero ser. Y no quiero volver a ser trapeador de nadie. Tengo uno en mi casa pero lo uso para limpiar el piso, no para pasarlo por encima de alguien. Así que a los candidatos a mi corazón y los de tantas que andamos por ahí buscando alguien con quien compartir más que una noche de juerga, tomen nota. Chicos malos: no gracias, paso. Yo quiero un chico bueno; alguien a quien querer y que me quiera. Los chicos malos que se queden en el pasado o que se queden con quien quiera soportar manipulaciones, mentiras, maltrato gratuito.Y, por último, si tanto queremos verlos, apasionarnos y adorarlos, siempre está el cine.
Canción para ser un trapeador
Escucha aquí un extracto de “Hell” de Squirrel Nut Zippers
PEQUEÑA GU