Cómo exterminar a Atilio
Tengo un talón de Aquiles y se llama Atilio.
Cada vez que le pregunto a Atilio desde cuándo nos conocemos siempre cita una frase de Amelie (sí, la película de la chica con peinado bonito y cara de pánfila) y me dice: “te conozco desde siempre, desde que sueño”. Yo, con peinados diferentes y la misma cara de pánfila jamás le pude responder. Solo sonreía, dejaba que se acerque a mí una vez más, como si el tiempo no hubiese pasado, cerraba los ojos y lo besaba. Fin de la historia. Caía redondita, otra vez, ante este sexy, guapo, irresistible, dulce, seductor y más falso que el “el lunes empiezo dieta”, dios de mi Olimpo.
Jamás he podido defenderme de los tiernos ataques de testosterona de Atilio ni de sus esporádicas, repentinas y sorprendentes reapariciones en mi vida. Es como si oliera o adivinara mi hambre voraz por una dosis de romanticismo que siempre ha terminado en agarres contra la pared de algún baño público.
Me he enamorado de Atilio unas cincuenta veces en más de diez años. Atilio dice que siempre me ha amado, que nunca ha conocido a otra como yo y que cuando esté listo, yo seré su novia por el resto de nuestra existencia.
Curiosamente, a lo largo de todo este tiempo, Atilio ha tenido novias, chicas, agarres e incontables historias de una sola noche.
Anoche que me llamó, después de un buen tiempo de no tener noticias suyas (la última fue que estaba viviendo con su novia Mafercita en Montañitas), pensé: si siempre vuelve a mí con el cuento de que soy la persona perfecta para él, ¿por qué no estamos juntos?, es más ¿por qué nunca si quiera lo hemos intentado?
De pronto me molesté conmigo misma y con todas aquellas mujeres que tienen a algún Atilio en su vida. ¿En qué momento nos convertimos en las call-girls, bootie-calls, fuckbuddies o amigas cariñosas de esta tropa de arrogantes ególatras con unas lenguas nutridas de un poco de Bukowski, dos poemas de Kavafis y la peor canción de Arjona?
¿Estaba escogiendo qué me iba a poner en la noche para encontrarme con este BSPMF (bueno solo para meter floro)?, ¿iba a gastar maquillaje, cera, tiempo, energía, plata para la mitad de la cuenta, un día de resaca física y otros cinco de resaca emocional?, ¿estaba dispuesta a darle mi paz otra vez por un coqueteo que ya me sé de memoria, un poco de melcocha y un más que placentero remezón hormonal?
Creo que cuando uno se encuentra en una encrucijada existen solo dos caminos. En este caso, eran: a) creerle a Atilio que es lo mismo que ponerme una venda sobre los ojos y seguirle el juego una vez más y b) expectorar a Atilio de mi vida.
Nunca se me había pasado eliminar a Atilio de mi vida. Es más, ¿por qué tendría que hacerlo? Entonces decidí pasar por alto los momentos de divertida conversación, de casi mágica complicidad y lujuria desenfrenada, y hacer una lista de lo “otro”, es decir, lo malo que Atilio le me deja cada vez que se va.
Lista.
Atilio ha salido conmigo mientras ha estado saliendo con otra.
Atilio ha salido conmigo mientras ha estado saliendo con otras.
Atilio ha salido conmigo mientras ha tenido novia.
Atilio ha salido conmigo mientras ha tenido una novia que estaba embarazada.
Atilio me ha mentido.
Atilio ha desaparecido.
Atilio me ha dejado plantada.
Atilio me ha dejado esperando varias llamadas que nunca hizo.
Atilio llama, pero nunca contesta.
Atilio me ha hecho sentir como si no fuera “suficiente” para él.
A Atilio le gusta Ricardo Arjona.
Atilio es emocionalmente abusivo.
Atilio me ha pedido plata que nunca me ha pagado.
Atilio me ha hecho sentir descartable.
Atilio me ha hecho sentir intercambiable.
Atilio no es muy original.
Atilio es odiado por mi familia.
Atilio cree que mi famita lo adora.
Atilio odia a mis amigos.
Mis amigos también lo odian.
Atilio también se ha revolcado con una de mis amigas.
Atilio no era tan bueno en la cama.
Atilio no es tan guapo, la verdad.
Atilio habla, no escucha.
Atilio habla huevadas la mayor parte del tiempo.
A Atilio no le importa un pimiento si yo estoy con alguien.
A Atilio no le interesa cómo me siento.
A Atilio le importa un pepino quién soy yo.
La realidad aparece cuando uno solo deja de pensar en lo bueno. Resultado: ¿Era Atilio alguien tan de puta madre?
Me miré al espejo antes de salir y llegué puntual a mi cita.
Ahí estaba Atilio. Preparado para quemarnos a los dos con el lanzallamas de la pasión (o nuestro “amor imposible” como a él le gustaba llamarlo, ja). Nos saludamos con un beso en la mejilla y me senté frente a él. Comenzó a hablar. Me di cuenta de tres cosas en menos de dos minutos: Atilio no solo era bastante aburrido, sino que solo hablaba de sí mismo y no le importaba si lo estabas escuchando o no. En eso me sorprendió con una pausa y una pregunta:
- Y tú, ¿no me cuentas nada de ti?, ¿me has extrañado?
Lo miré a los ojos.
- No. Respondí.
- Siempre irónica.
- No, Atilio. No te he extrañado.
Atilio comenzó a reír, como si le hubiese contado un chiste.
- Atilio, ¿desde cuando nos conocemos?
Atilio adoptó su pose seria (y seductora). Se inclinó hacia mí. Rozó mis dedos.
- Tú lo sabes, Ali. Te conozco desde siempre, desde que sueño.
Casi escupo el vino que acababa de sorber por la risa que me dio.
- ¿Sabes qué Atilio?, me tengo que ir.
- ¿A dónde? – me preguntó curioso (o estupefacto de que hubiese un mejor lugar en el planeta que a su lado).
- A mi casa.
- ¿Sola?
- Sí, sola.
- Pero, espera, te acompaño.
- No- respondí con una sonrisa -gracias.
Dejé un billete de diez soles en la mesa y me fui andando hacia mi casa en la nueva avenida de Barranco que se llama: “El regreso de la dignidad perdida”.
Si hay alguien más por ahí con algún Atilio o Atilia en su vida (lo sé, hay demasiados), hagan una lista. Sirve.
Para Andrea.
CANCIÓN PARA IRSE POR EL CAMINO DE LA DIGNIDAD.