Te quiero, pero como amiga
¿Hay peor frase que esa?
Valentina y su drama aparecieron en el chat antes de mi primer café del día. La cuestión era la siguiente: su novio, Augusto, le acababa de lanzar sin ningún preámbulo ni tiempo para abrocharse el chaleco salvavidas, lo indecible: “te quiero, pero como una amiga”.
Ali dice: no entiendo Vale, ¿ustedes no eran novios?
Vale dice: ¡sí!
Vale dice: bueno, no…
Ali dice: ?
Vale dice: o sea, sí pero no.
Ali dice: …
Vale dice: es que yo pensé que estábamos.
Ali dice: sí, yo también.
Vale dice: ahora resulta que no, que soy su amiga.
Ali dice: pero, ¿cómo así?
Vale dice: lo que pasa es que ayer fuimos al Juanito por el cumple de Sebas…ah, dice que eres una $$%&%, te maleaste, no fuiste
Ali dice: es que…
Vale dice: bueno, lo llamé como a la una y nada, le dejé un mensaje, después le mandé mensajitos como hasta las dos y…
Ali dice: …
Vale dice: ¿estás ahí?????
Ali dice: acá estoy
Vale dice: entonces fui a su casa
Ali dice: ¿a su casa?
Vale dice: sí y no estaba.
Ali dice: ¿quién te dijo que no estaba?
Vale dice: su mamá
Ali dice: ¿tocaste la puerta a las 3 am. y hablaste con su mamá?
Vale dice: ¡noooo!, ¿qué te pasa?
Ali dice: ah, ya, uf!
Vale dice: llame a su casa desde la puerta de su casa
(Este es el momento en el que uno se acerca a la pantalla para ver si ha leído mal)
Ali dice: bueno… ¿y?
Vale dice: entonces llegó como a las cuatro, había ido a esa fiesta arty, ¿por qué no fuimos?, ¡Maldita sea!
Ali dice: ya, bueno, qué importa…
Vale dice: es que estoy histérica, y triste y ese es un coj…
Ali dice: zzzzzzzzzzzzzzz
Vale dice: ya, ya, lo que pasó es que llegó y me dijo “¿qué haces acá?”, y yo le dije “esperándote”, y me dijo “¿te ha pasado algo?”, y yo con cara de estúpida le dije “no, para nada, te estaba esperando porque no me contestaste”, y me miro con cara de que no entendía nada y que había estado con la zorra esa Andrea
Ali dice: ¿Andreita?
(Pensé que desde este momento Andrea había pasado a ser para Valería “la zorra esa” hasta el final de los tiempos)
Vale dice: sí …grrrrrrr!, y me dijo que habían estado bailando y agarrando, y que se moría por ella, y ahí casi me mato y le dije: ¡queeeeeé!, y me dijo que por qué me alteraba si eramos patas… ¡patas!
Ali dice: ¿patas?
Vale dice: Sí, patas.
Ali dice: ¿patas?
Vale dice: Si, P-A-T-A-S!
Ali dice: uy
Vale dice: no me digas “uy”, eramos novios, tú nos viste, bueno, no eramos novios-novios, pero no eramos patas por ningún lado. ¡Ajá!, el maldito se acaba de conectar, ya regreso
Ali dice: …
Ali dice: …
[Vale aparece como ocupada, puede ser que no le responda.]
Mientras seguramente Valeria seguía luchando por la corona “no soy tu amiga, soy tu novia” vía chat, yo me quedé pensado en ellos. Siempre los veía llegar juntos a todos lados, los había visto saludarse con besos, se abrazaban, se llamaban por nombres ridículos, dormían juntos, andaban de la mano, y tenían una continua relación telefónico-virtual cuando no estaban juntos. Para el mundo exterior, emitían las clásicas señales de “somos novios” o al menos, “somos algo”.
De pronto vi a alguien más que me llamaba desde la pantalla.
Bicho dice: Ali, ¿estás ahí?
Ali dice: ¡Mi amor! ¿qué es de ti?
(El “amor” al que me refiero es mi Bicho, mi pataza)
Bicho dice: bien, bien, oye, Vale me llamó ayer como a las cuatro de la mañana para ver si estaba con Augusto y…
Ali dice: sí, están en pleno drama
Bicho dice: por?
Ali dice: según Augusto, no son novios.
Bicho dice: …
Ali dice: ¿no es extraño?
Bicho dice: …
Ali dice: ¿bichito?, ¿estás ahí?
Bicho dice: …
Ali dice: hey, te grabé el cd de Belle & Sebastian que te prometí, claro que le he puesto unos happy bonus tracks para que no te vayas a suicidar, ja.
Bicho dice: …
Ali dice: ¿Bicho?
[Bicho aparece como desconectado, podrá ver los mensajes recibidos cuando se vuelva a conectar.]
Estaba a punto de concluir que esta mañana de extraño sol y el mismo frío había terminado de volver loco al mundo entero, cuando reparé en algo que me hizo meterme el dedo índice izquierdo a la boca y masticarlo, cosa que solo hago cuando estoy realmente preocupada. Yo también le había dicho a Bicho esas mismas palabritas mágicas el viernes pasado después de una divertida sesión de baile en el Dragón.
Habíamos salido a bailar, como siempre. Fuimos al Dragón porque nos dio flojera trasladarnos de distrito hacia nuestra discoteca favorita en Miraflores. Un poco tarde ya, estaba sentada haciéndole muecas a mi Bicho que estaba comprándome un whisky en la barra, cuando un chico se me acercó a hablarme con aliento de “estoy chupando desde hace dos semanas”. Estaba a punto de mandarlo sin ninguna delicadeza de vuelta con sus amigos, justo en el momento en el que sentí el brazo de mi bichito sobre los hombros. Algo bueno del machismo (si es que existe algo bueno) es que al ver que la hembra está en posesión de “otro hombre”, el cavernario borracho se retira a seguir chupando con gente de su propia tribu.
Volteé hacia mí, ahora, mejor-amigo-héroe y le dije, tercer whisky en mano:
- Te quiero mucho, Bicho.
- Yo también, Ali.
- Eres mi mejor amigo.
Un rato después, al primer bostezo — que equivale a la primera campanada de la Cenicienta para mí–, le dije que quería irme. Como siempre, él me acompañó a mi casa, me abrazó para abrigarme, hablamos tonterías y en la puerta de mi casa nos despedimos con un beso (bueno, besito) en la boca; como casi siempre. Chau, Bicho. Chau, Ali, te llamo.
Desde esa noche, no había vuelto a tener noticias de mi Bicho querido. Ahora sé por qué.
La verdad, no puedo hacerme la loca. Tendría que estar demente para haber podido dejar pasar tantas alertas de que Bicho quería algo más que ser mi pata. No voy a negar que lo ampayé más de una vez mirándome con lujuria disfrazada de ternura, ni que me haya encontrado más de una vez devolviéndole algún coqueteo patrocinado por Tequila Cuervo, ni que alguna vez me haya reparado en el exceso de atención las 24 horas que me daba. Además, está la lista. Sí, otra lista.
- La segunda vez que nos salimos nos dimos un histórico chape que nos dejó pegados a la reja de la puerta de mi casa como ositos de goma. Este episodio jamás se repitió.
- Pasamos, mejor dicho, pasábamos mucho de nuestro tiempo libre juntos. Mi vecina y su perro, Volga, creen que somos novios. La Sra. Virginia, siempre singular con su eterna colección de combinaciones de falda sobre pantalón de buzo y chompa sobre casaca polar, lo saludaba con un “hola, papito” (sí, mi bicho además de ser lo máximo, es guapo como él solo).
- Siempre estamos en su cuarto (él vive con un amigo) o en mi cuarto (yo vivo sola). Como el aparato que más uso en la vida se llama DVD (mi Bicho se caga de risa cuando le digo “pásame eso que está encima del VHS), nos la pasamos largas horas echados en mi cama viendo películas chéveres o películas no tan chéveres que a mí me gusta ver mil quinientas veces cuando estoy cansada, cuando estoy triste, cuando quiero relajarme, y él se las sopla enteritas (es más, en el medio del hoyo negro de mi pasada crisis existencial me compró las temporadas pasadas de Project Runaway solo porque él sabe que es el único programa de televisión que veía)
- A veces, dormíamos juntos. Dormir, en el sentido literal de la palabra.
- Nos cocinábamos el uno al otro, pedíamos delivery de grasa los domingos en la noche y me mimaba con Besos de moza, Coronitas de coco o bandejitas de hot dog crudo después de un día difícil (yo le escribía cuentos, le grababa música, le compraba medias de rayitas).
- Pasamos los buenos y malos ratos, juntos.
- Siempre anduvimos ONLINE. Nos mandábamos canciones por Facebook, mensajes codificados solo para los dos por Twitter y nos la pasábamos chateando todo el día. Parecía que al nacer nos habían insertado el mismo chip humor, la onda y los gustos.
¿Parecíamos novios? Sí (o por lo menos, muchas veces)
¿Son novios? No. Lo quiero mucho, pero como amigo.
Ojala después del viernes pasado no me haya convertido en la Atilia de mi Bicho. Nada me horrorizaría más.
A mi favor solo puedo decir que también me he enamorado de alguien que me quería solo como su mejor amiga y sé que duele, pero también sé que pasa.
Para todos los que somos, hemos sido o nos estamos convirtiendo en mejores amigos de alguien que nos gusta, solo hay dos opciones. Seguir viviendo en la fantasía o decirle chau (a la fantasía). Al confrontar la situación: se termina al instante ese amor (o baja pasión) disfrazado de amistad o en algún momento del futuro cercano te reventará en la cara cuando aparezca otro/a, que se llevará nuestro anhelado y nunca conseguido “te quiero”, punto.
Uno pierde en ambas. Así que, niños y niñas que quieran verle la cara a la realidad, prepárense para un estado de crisis-rabia-llanto-pataleta y vayan al supermercado más cercano a hacer las compras. La lista es:
- 12 pack de papel higiénico de perritos (casi tan suave como un kleenex, pero una cajita de pañuelitos se la van a bajar en la primera hora)
- 2 litros de helado de Morocha Light (o el sabor de su preferencia)
- 1 botella de vodka (o el evasor de realidad de su preferencia)
- 1 caja de valeriana
- 1 copia de “500 Days of Summer” (la casa recomienda volver a ver la misma película 7 días después. Sentirán los resultados.)
Y a nosotros, los otros, los queridos por alguien que nos quiere más, nos quieren de otra forma o simplemente nos quieren dar vuelta, no hay respuestas. Somos la parte pasiva de la relación (un poco conchuda, pero pasiva).
Yo, por mi parte, no quiero perderte Bicho (como amigo).
Para tí, B.