No te culparás
He escrito sobre la violencia y hoy lo vuelvo a hacer por motivos en realidad importantes. Por que fui una de sus victimas, porque con demasiada frecuencia las relaciones de pareja están unidas a la agresión emocional y física, por que la próxima semana comienza el VPerú 2010, una iniciativa que tiene como misión exigir que la violencia contra las mujeres y niñas termine, y porque me quedó algo importante por decir.
A pesar de creer que romper el silencio sobre la violencia contra la mujer es el primer y fundamental paso, cuando miro para atrás, hacia ese lejano y amargo capítulo de mi vida, no dejo de pensar: ¿por qué no hice algo?, después de todo, esa relación duró un año, un mes y veinticinco días. Tuve tiempo llevar a cabo muchas de las soluciones que pasaron por mi mente.
Cinco años después, ya no me recrimino lo que no hice o no pude hacer. Sin embargo cuando pienso en violencia, esas interrogantes vuelven a mí.
Puse estas interrogantes por escrito.
No callarás. Esto es lo que hice los 378 días que viví con un maltratador. Me quedé callada. No le dije ni a mi madre, ni mis hermanas, ni a mi mejor amigo, ni a mis amigas. No se lo dije a nadie. Yo que no tengo vergüenza hablar de nada, me zambullí en el peor silencio de todos: el cómplice. El silencio es lo que el maltratador busca, ahí vive escondido, ahí nadie sabe lo que él hace. Mientras te quedes callada, te mantendrás bajo su poder; estarás literalmente, en sus manos. ¿Qué creen que fue lo que me dijeron las personas que quiero cuando finalmente les conté lo que había vivido? Pues claro, ¿por qué no dijiste nada? Ahora estoy segura ahora que ni una sola de esas personas me hubiese juzgado, ni avergonzado, ni me hubiera dejado de querer. Todos tenemos personas que nos quieren, y también tenemos personas harían lo que sea por nosotros, uno de esos “lo que sea” es escuchar lo que sea que tenemos que contar.
Harás una denuncia. Así la pases mal imaginándote en una comisaría donde quizás más de un policía te mire con cara de “se quiere vengar de su pata”, “otra más que se pelea y después se amista” o “por las puras tan tanto trámite”, tienes que ir. Eso que pasa entre las paredes decoradas de tu casa, es un delito. Revisa la ley 26260 de protección frente a la violencia familiar; los maltratadores también son delincuentes. Tendríamos que tener eso presente. Él no es un hombre con problemas en el trabajo, alguien que tuvo un mal día o un arranque de locura, no, es un delincuente y como a un ladrón o a un estafador, se le denuncia. La vergüenza pasará, pero quedará sentado un precedente. Dos veces manejé y me quedé estacionada frente a una comisaría. Nunca hice una denuncia. Ojala la hubiera hecho sólo para enviarle una copia a todos esos que pensaron que la agresión era una cuestión de “nosotros, de los dos”, o que simplemente “nos llevábamos mal”. Hace poco una amiga me confesó que su esposo había tratado de ahorcarla, le dije lo mismo que acabo de escribir pero tampoco lo hizo. El miedo a que su marido reaccionara peor la detuvo. El silencio es amigo del miedo, y como el miedo lo es de la muerte.
Saldrás corriendo al primer golpe. Al primer golpe sal corriendo. La primera vez jamás es la única vez. Si un hombre te golpea, lo volverá a hacer. Una de las características de los maltratadores es el sentimiento de culpa, pero ojo, no se sólo se sienten mal por lo que acaban de hacer, se sienten mal por la clase de persona que son. Manipuladores compulsivos, harán lo que sea para ser perdonados y se inventarán hasta la más ridícula de las excusas para que tú sientas lástima de ellos y no sólo los perdones sino que te preocupes por ayudarlos. Yo me creí muchas de esas, vendí lo que me quedaba de juicio y autoestima, por recuperar un poco de la vida que pensé que teníamos, por segur creyendo en el amor que nos teníamos.
No mentirás. No ocultaras las marcas de los golpes y puñetazos de los que te quieren, de los que se preocupan por ti o de alguien que puedan decirle a alguien o explicarte a ti lo que está pasando. Si muchas de nosotras no estudiamos la carrera de actuación, ¿en qué momento nos volvimos actrices profesionales?
Me caí de la bicicleta haciendo spinning/ me tropecé y me saqué la mierda/ tengo la piel muy sensible (esta fue mi frase más repetida durante el 2005-2006) se marca con facilidad/estoy resfriada, por eso me abrigué hoy/ necesito cuatro aspirinas, sólo así se me pasa la migraña/ no sabes como lloré con esa película, por eso tengo los ojos hinchados.
Un buen indicador es revisar su mesa de luz o lo que llevan en su cartera. Durante esa época en vez de tener cremas antiarrugas, tenía crema para moretones, pastillas para el dolor, curitas y rollos de papel higiénico. Mentir patológicamente sólo me ayudó a mantener la gran farsa en la que vivía.
No te mentirás. Noches atrás, conversaba con un grupo de amigas a las que no veía hace mucho. Le preguntamos cómo iba su separación de su marido, un hombre celoso, agresivo, posesivo que la tenía agarrada de una pita cual comenta las 24 horas del día. Ella nos respondió lo siguiente:
- Es que después de Alejandro…-respondió ella con sonrisa nerviosa.
- ¿Qué Alejandro?-preguntamos curiosas.
- Sanz, pues –dijo.
- ¿Alejandro Sanz?-pregunté.
- ¿Qué tiene que ver Alejandro Sanz? –preguntó mi otra amiga.
- Es que me invitó a ver a Alejandro Sanz y desde ahí está mejor…
- ¿Mejor?
- Sí, dice que va a cambiar.
- ¿Y ha cambiado?
- …no.
No te culparás. No es culpa tuya caer en brazos de una pareja agresiva y menos es tu culpa la agresión, así te digan: “tú me provocaste”, la violencia no tiene justificación y menos una excusa tan falsa como esa. Lo que es necesario para un maltratador es trasladar a otro (en este caso a su víctima) su propia culpa. Esto es difícil hasta de escribir. Ahora que puedo lo hago. Ni uno sólo de esos golpes fue responsabilidad mía. Yo no ocasioné ninguna de esas situaciones de violencia. Yo no soy culpable de ninguno de esos insultos. Punto. Si hay alguien que te dice que tú tienes la culpa de sus golpes por hablar con fulano, usar esa mini falda, decirle algo que no quiere oír o por que la pizza llegó fría, no le creas.
No te avergonzarás. ¿Por qué tendrías que avergonzarte de algo que no era parte de tus planes, de tus expectativas con tu pareja y la relación que querías? Vivimos en la sociedad de la apariencia y hay personas que aún se miran con cara de signo de exclamación al saber que fulanito le pegaba a menganita. Ay, por Dios, si no es un pueblo joven. Bueno, esas personas deberían saber que la violencia no reconoce distinciones socio-económico-geográficas, ni de edad, género, educación o raza. La violencia está donde la dejan vivir.
No serás una víctima. Una cosa es ser una víctima y otra “hacerse la victima”. Conozco mujeres que han pasado la vida entera quejándose de una situación que no han movido un dedo por cambiar. Lamentablemente la sociedad (sí, esa hipócrita que lava los trapitos sucios en casa y que con la otra mano, barre las consecuencias de la violencia debajo ridículas alfombras “morales”) prefiere a una “pobre” mujer que se queja del marido infiel que la agarra a insultos o a golpes que nosotros –el resto– no vemos, que a una que manda por un tubo a ese mismo marido, agarra sus cosas y lo abandona. “Hacerse la víctima” asegura una larga y miserable vida. Una víctima, una vez que asume que lo es, hace lo posible para salir del escenario del terror y empieza a vivir su vida. Una no es mejor ni peor que la otra, solo han elegido destinos diferentes. Esa es la gran diferencia.
No creerás. Todas esas mentiras dirigidas a dejar en menos cero tu autoestima, a desvalorizarte por completo y a hacerte sentir como el ser más ínfimo del planeta, sólo son eso, patrañas dirigidas a tenerte quieta en tu rincón. No creerás que eres débil, no creerás que eres frígida, no creerás que eres ninfómana, no creerás que eres poco inteligente, ni estás loca, no creerás que no eres bonita, no creerás que tienes un cuerpo horrible, que no haces nada bien y que para colmo, eres una mala madre, una coqueta y una gran mentirosa. Ojala existiera un espejo que nos devolviera la realidad. Eso sólo lo podemos hacer nosotros, cuando nos miramos sin filtros, sin distorsiones creadas por un hombre agresivo e inseguro.
Te perdonarás. Esta es la parte difícil del asunto. Eres la única que puede hacerlo. Este trabajo, quizás el más difícil de todos. Más que olvidar, más que volver a hacer tu vida, más que perdonarlo a él, es perdonarte a ti por lo que viviste y cómo lo viviste.
Comenzarás de nuevo. No es sencillo, pero si es posible. Si ya tienes tu perdón, también tienes tu propio permiso para comenzar a vivir en libertad.
Sólo me queda decir que no decidí convivir con un monstruo. Todo lo contrario. Ese tipo era lo que mi interior calificaba como “el amor de mi vida”, con quien me iba a casar, con quien quería tener hijos, a quien respetaba, a quien admiraba y a quien amaba. Sin embargo, las apariencias engañan. Detrás de ese hombre de apariencia común y corriente, cohabitaba un maltratador lleno de grandes carencias, inseguridades y frustraciones. Me mudé con él un 20 de setiembre. La primera vez que me golpeó fue un mes después.
Aún así no haya hecho una sola de lo que he escrito en esa lista, me perdoné.
¿Me costó hacerlo? Claro. Me costó dinero, tiempo, el fracaso de un par de posibles relaciones, el dolor de mi familia, de mis amigos; pero todo ese esfuerzo, todas las ganas de dejar ese pasado muy detrás pudieron más que la tristeza, que el miedo, que la decepción.
Ahora, cinco años después, ya no tengo miedo, ya no tengo rabia. Ya me perdoné; ya soy yo otra vez.
No nacemos con todas las respuestas, hay situaciones antes las que no sabemos cómo ni podemos reaccionar. La desinformación, los prejuicios y el miedo ayudar a perpetuar la violencia. Nademos contra la corriente. Todos y todas las que quieran participar del VPerú 2010 hagan clic aquí.
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Mi himno personal.