Me gusta tu chico II
Había fantaseado con ese reencuentro muchas veces durante los años que pasaron, en especial después de alguna larga sesión de chat, una carta o alguna llamada de David Bowie. Y fue tal como lo esperaba. Nos abrazamos con el cariño de dos viejos amigos y la emoción de un par de amantes. Nos miramos a los ojos a punto de besarnos, cuando otros brazos lo impidieron. Era Jenny, mi amiga de la universidad y de la vida.
El beso interrumpido no me importó mucho, la verdad. Jenny es una buena amiga mía y no la veía desde que emigró a estudiar un master en diseño y se quedó a trabajar en Texas. Por otro lado, David y yo ya tendríamos tiempo de besarnos, estaba segura.
Nos subimos a la camioneta de Jenny y pensé que estaba dentro de uno de esos momentos que se parecen demasiado a la escena de una película. Dos chicas en la carretera de una ciudad plana y desierta, un chico guapo y misterioso atrás.
Después de un buen rato llegamos a un condominio inmenso cerca de la universidad en la que David estudia; él se había encargado de que un compañero del master le prestara su mini departamento mientras visitaba a su familia en Colombia. No podía quedarme en el piso que David compartía con tres chicos más, bastante apretados la verdad. Y claro, tampoco era idea, ni mía ni suya, meterme en su habitación, ni en su cama, los trece días que me quedaba en Austin.
Jenny se despidió en la puerta y me dijo que esta noche había planeado una fiesta en su piso con todos sus amigos y conocidos, a los que se sumarían los amigos y conocidos de David. Bowie y yo al fin nos quedamos solos. Pasamos toda la tarde sentados en una terraza muy pequeña fumando, tomando Jack Daniels y conversando de música, de Lima, de cine, de su admirado David Lynch, de su vida por allá, de mi vida aquí. No imaginé jamás pasar la tarde de un lunes escuchando el tráfico lejano de una ciudad al lado de David, el chico guapo, una de mis fantasías recurrentes.
Antes de despedirse, David me dio un celular.
- Es para poder comunicarnos, Alicia. He grabado mi número en la memoria.
Entusiasmada como el día que mi padre me regaló mi primer vinilo de (Billy Idol), sólo atiné a decir:
- ¿Vienes para ir juntos a la fiesta de Jenny?
- Claro, Alicia.
Cada vez que David me llamaba Alicia (jamás “Ali”), como lo hace desde que me conoció, pensaba lo poco que faltaba para retomar esa aventura que habíamos comenzado en Lima y que en mi vida había quedado como “tarea pendiente. Lejos de todos, muy lejos.
Llegamos a la fiesta. David y yo no nos separamos. Me presentó a sus amigos, bailamos, bebimos, reímos. Y cuando pensé que nada podía ser mejor, David me tomó de la mano y me llevó a través de un corredor.
La realidad y la fantasía se hicieron una. Dentro de la oscuridad de un baño, al que muy convenientemente se le habían quemado los focos, David Bowie me besaba y hasta la canción de fondo era perfecta: Where is my mind? de Pixies. Entonces decidí que mi timidez y mis ganas de David no iban de la mano, así que jale los bordes del cuello de su camiseta de Velvet Underground y yo lo besé a él hasta que el último rastro de mi lápiz de labios rojo desapareció de mi boca. David, un poco sorprendido, me cogía de la cara, la cintura, los brazos, la espalda. Estaba a punto de estrenar (bueno, reestrenar) un nuevo capitulo de exhibicionismo en mi vida, cuando alguien abrió la puerta.
Regresamos a la fiesta, cómplices del delito, en el intercambio de miradas más ardiente del 2010. Creo que una de las sensaciones más excitantes de la vida, es tener por seguro que un rato más tarde iba a tener a David para mí y que él quería lo mismo.
Con lo único que yo no contaba era que a la gente local le gustara tanto la juerga. David y yo chupamos, bailamos, conversamos, como el resto. Pero como a las cinco de la mañana, todos seguían eufóricos y yo estaba cansada, un poco borracha y lista para irme a la cama con o sin David.
Traté de ubicarlo con la mirada, cosa que no era fácil porque estaba viendo triple y al no encontrar a ninguno de los tres Davids, me tiré a dormir con todo lo que tenía puesto en la cama de Jenny.
Cuando me desperté no recordaba donde estaba (incluidos ciudad y país), qué había pasado la noche anterior y fácil también hasta mi nombre. Con una pinta de cantante punk después de una gira en autobús por 76 ciudades, salí de la habitación de Jenny. Un poco mareada me tropecé con algo que parecía una pierna.
Enfoque la mirada y vi a Bowie durmiendo en el sofá. No tuve tiempo de pensar nada, porque justo en ese instante Jenny salió de la habitación de Natalie, su compañera de piso. También con pinta de punk un día antes de morir de una sobredosis, mi amiga me dijo que la acompañara a hacer café. Me senté sobre el repostero y mientras ella hacia una cafetera gigante, conversamos sobre la fiesta.
Algo extraño pasó.
Jenny de la nada, preguntó:
- ¿Y desde cuándo conoces a David?
- ¿Cómo que desde cuándo lo conozco?, ¿no te conté esa historia en Lima?
- Pucha, no me acuerdo.
- Es David, David Bowie, mi chico, el de toda la vida.
- Ah… pero, nunca han sido novios ¿no?
- No, nunca.
- Ahora tampoco.
- No pues, claro que no – sonreí – ¿no es lindo?
- No sé, a mi me parece un poco freak.
- Ah ¿sí?
Le iba a preguntar a Jenny por qué, cuando Bowie hizo su aparición en la cocina.
- ¿Estas vivo? –le pregunté y me acerqué a darle un beso en la cara.
- ¿Qué te pasó ayer, Alicia?
- Mmm, una de las Top 5 borracheras de toda mi vida, creo.
- ¿Café? –preguntó Jenny.
- Sí, gracias –dijo Bowie.
David y yo nos sentamos en el sofá y conversamos sobre Lima y mil cosas más. Cada tanto, me cogía un mechón de pelo, me tocaba la cara, me rozaba la mano. Yo, con la una de las Top 5 sonrisas del 2010, le sonreía, reía con él, le hablaba. Nos interrumpíamos al seguir la conversación que habíamos iniciado el día anterior.
-Es bueno verte, Alicia.
-Es bueno verte, David.
Nos besamos en la boca y fui a traer más café. Justo antes de entrar a la cocina pude escuchar a la compañera de piso de Jenny decir:
- ¿Te enrollaste con él?, ¿con el chico de tu amiga?
Con las dos tazas vacías en las manos, volví despacito al salón en el que David me esperaba. Me sonrió. Yo no pude pronunciar ni una sola palabra.
Mire al suelo y me pregunté dónde mierda estaban mis zapatos.
Continuará.
(Muy pronto)
El soundtrack del beso en el baño.