Sudán del Sur: "El principal reto de la población es conseguir comida”
En los condados de Leer y Mayendit, en la zona central de Sudán del Sur, la población se ve constantemente forzada a huir de unos frentes de combate en continuo cambio. Después de que su hospital en Leer fue atacado repetidamente, Médicos Sin Fronteras (MSF) buscó alternativas para proporcionar atención médica. La doctora Philippa Pett describe cómo el personal sursudanés brinda asistencia sanitaria a los desplazados a través de una red flexible de clínicas móviles.
“Cuando llegué a Leer en marzo de 2016, el hospital acababa de abrir tras haber sido saqueado cinco meses antes. No pasó mucho tiempo antes de que el hospital tuviera que ser evacuado de nuevo por razones de seguridad. En julio tuve que volar a casa. Fue difícil evacuar y salir de allí sabiendo la situación que dejábamos atrás.
Nuestro personal nacional quería continuar ofreciendo atención médica, aliviar el sufrimiento de sus comunidades y familias, y yo quería ayudarles a hacerlo. Tan pronto como MSF me ofreció la oportunidad de regresar, dije que sí.
La situación en esta zona es muy volátil. No hay lugar alguno donde se pueda establecer un hospital que pueda ser seguro para los pacientes durante un amplio periodo de tiempo. Teníamos que asegurarnos de que los pacientes no tendrían que atravesar las líneas de frente para recibir tratamiento.
Así que decidimos adoptar un enfoque diferente. En lugar de un hospital, hemos formado equipos con nuestros trabajadores comunitarios de salud; estos equipos administran, seis días a la semana, clínicas en las áreas donde viven. Todos ellos son miembros de la comunidad local que están capacitados para facilitar atención médica para dolencias comunes como malaria, patologías de la piel y enfermedades diarreicas. Ellos son leales a la comunidad; son el proyecto.
Cuando la población se ve obligada a abandonar sus hogares a causa de la cercanía de los combates, los equipos de trabajadores comunitarios de salud se desplazan con ellos, como lo harían normalmente, y les proporcionan atención médica. Algunos tuvieron que huir varias veces en noviembre y diciembre. Esta es su vida cotidiana. Nuestro personal dice que nunca sabe si van a ver la mañana siguiente. Y por la mañana, no saben si verán la noche.
Pero esta es exactamente la razón por la que el nuevo enfoque funciona. A medida que la población se mueve, nuestro personal va con ellos a lugares en los que pueden encontrar seguridad. Esto se traduce en que pueden llegar a las personas desplazadas mientras que, al mismo tiempo, están a salvo y permanecen con sus familias. Me cuentan que se sienten mucho más seguros ahora que no tienen que cruzar las líneas de combate para llegar y trabajar en el hospital.
Nuestros trabajadores comunitarios aprecian la formación que reciben. A causa del conflicto, muchos carecían de educación formal y valoran los conocimientos que están adquiriendo. Su capacidad de aprendizaje es enorme.
Llevo trabajando con ellos nueve meses y les conozco bien. Al principio, me sorprendió que la respuesta al estrés de muchas personas fuera reír. Por ejemplo, cuando pones una cánula a un niño, la madre ríe cuando el niño comienza llorar. Cuando te cuentan historias terribles en el sentido de: “anoche llegaron, saquearon mi casa, robaron mi ganado, violaron a mi esposa”, a menudo se ríen. Esto no significa que el efecto sobre ellos sea menos devastador. Reconocen lo horrible que es y pueden relatar cómo se sienten al respecto, pero con la sonrisa encuentran una manera de hacerle frente.
Como trabajadora internacional, nuestro papel es brindar apoyo al personal de Sudán del Sur. En el transcurso de un viaje de 10 días viajando a pie o en canoa a través de los pantanos visitamos dos o tres clínicas. Cuando llegamos a las clínicas móviles, respondemos a las preguntas del equipo, las reabastecemos con medicinas, supervisamos y formamos al personal, pero son ellos quienes gestionan la clínica y atienden a los pacientes. Mi papel es asegurar que los estándares de la atención sean altos, que los pacientes estén seguros y que los trabajadores de salud tengan una buena formación.
Hay límites a lo que podemos hacer desde el punto de vista médico en estas condiciones. Ves personas con afecciones muy complejas y resulta frustrante no poder diagnosticarlas y tratarlas, pero debes enfocarte en lo que puedes hacer. No se puede subestimar la importancia de la atención primaria.
En estos momentos, el principal desafío de la gente es la comida. Todos los cultivos fueron saqueados en julio y no pudieron sembrar en la temporada adecuada porque el conflicto les obligó a abandonar sus campos. Los mercados están en su mayoría, vacíos. Solo se encuentra té y sal. Y donde hay alimentos a la venta, los precios son demasiado altos. Alrededor de las islas al menos pueden pescar, pero en algunas áreas, la gente está sobreviviendo comiendo las semillas de nenúfares.
Creo que aquí, la población acepta cosas que no serían aceptables en ninguna otra situación, son increíblemente resistentes. Pero el conflicto tiene un gran impacto en sus vidas. Puede verse entre nuestros pacientes y entre nuestro personal. Pero aun así, quieren mejorar las cosas para sus comunidades. Se enorgullecen del trabajo que hacen, y estamos orgullosos de ellos por ello”.