La neuropsiquiatría del amor
Al amor, los griegos lo llamaron “la locura de los dioses” y por las sensaciones y palpitaciones de las aventuras amorosas, el amor fue localizado en el pecho, específicamente en el corazón. Recientes investigaciones nos dicen que el amor no tiene nada que ver con el corazón y que los griegos estaban más cerca de la verdad: el amor es consecuencia de una serie de reacciones químicas cerebrales que según algunos investigadores, producen verdaderos estados de “locura temporal”. Veamos…
En los tiempos antiguos (que para esta nota significa hasta los años 60 del siglo pasado), se pensaba que los procesos mentales eran fenómenos cerebrales etéreos, abstractos y localizados en algún lugar del cerebro. Los más leídos hablaban de fenómenos eléctricos en las neuronas o células cerebrales, pero ahí quedaba la cosa, no había más explicaciones.
Ese campo abstracto, imaginario y sin localización precisa era el campo de la psiquiatría.
Por otro lado, desde siempre la neurología se ha vanagloriado de ser una ciencia muy exacta y precisa.
Si un paciente no podía mover el dedo gordo del pie o era incapaz de reconocer por su nombre a una cuchara, los neurólogos siempre era capaces de precisar qué nervio o qué parte del cerebro había sido afectada y cuya lesión explicaba la anormalidad.
En la facultad de medicina, los psiquiatras eran vistos como excéntricos, soñadores y que se ocupaban de cosas abstractas de la mente que pocos podían entender. Por su parte, los neurólogos eran vistos como detallistas, exactos, científicos y muy certeros en su diagnósticos.
Es por eso que a pesar de que todos alguna vez lo hemos sentido, el amor fue siempre el terreno de los poetas, los compositores de canciones populares, de los músicos y los bohemios.
En medicina, creo que la única vez que se hablaba de amor era cuando un psiquiatra era llamado para ver a un paciente con depresión o una adicción al alcohol o a las drogas, consecuencia de una desilusión amorosa.
Pero las cosas han cambiado en los últimos 30 años, el desarrollo de la biología molecular ha encontrado que las células cerebrales se hablan entre sí por intermedio de unas sustancias químicas elegantemente llamadas “neurotransmisores”. Esos neurotransmisores se producen en las neuronas y son capaces de estimular a las células vecinas, las cuales realizan una función determinada. Existen más de 50 de esos neurotransmisores, pero para entender este post, hay tres que son importantes: dopamina, norepinefrina y serotonina.
Este video lo ilustrará al respecto:
Pero la cosa no queda allí. Además de haberse identificado a los neurotransmisores, las modernas maquinas de resonancia magnética nuclear funcional (fMRI) y de imágenes de positrón funcional (fPET) son capaces de localizar exactamente las zonas del cerebro que se activan (funcionan) cuando una persona es estimulada a pensar. Por ejemplo, si a una persona que está en una máquina fMRI se le hace escuchar una vieja canción de cuna, los neurólogos pueden ver claramente la zona del cerebro que “se prende” o se activa en respuesta a ese estímulo sonoro.
La persona dice asombrada que no había escuchado esa canción desde que era un niño, pero increíblemente, la maquina fMRI ha sido capaz de identificar la zona cerebral en la que se habían almacenado los recuerdos auditivos infantiles de la persona. Del mismo modo quedan almacenados los olores, los sabores, las experiencias y todos los elementos sensoriales que ocurren en nuestra vida diaria. Cada vez que escucho la canción Ansiedad por Nat King Cole por ejemplo, siento el sabor de la limonada que me invitó un tío en un restaurante de la avenida Javier Prado en un verano limeño en los años 60. En ese restaurante escuché esa melodía por primera vez y la situación quedó grabada para siempre en mi cerebro.
El asunto es que avances relacionados a los neurotransmisores y a las maquinas fMRI y fPET, están permitiendo que el mundo abstracto, imaginario y sin localización precisa de los psiquiatras, se esté acercando al mundo preciso, exacto y riguroso de los neurólogos.
Esta es la nueva ciencia de la neuropsiquiatría.
Ahora los psiquiatras saben por ejemplo que sus pacientes con depresión o trastorno obsesivo compulsivo (TOC) tiene muy bajos niveles del neurotransmisor serotonina. Modernas medicinas como la fluxetina por ejemplo son capaces de elevar los niveles de la serotonina y aliviar los síntomas de esa enfermedad. De esta manera, los psiquiatras (al igual que los neurólogos) están ahora conociendo que los padecimientos de la mente tienen localizaciones exactas y “culpables químicos” que pueden manipularse con medicamentos.
Es así que en los últimos 25 años se han hecho experimentos muy interesantes en animales y seres humanos que han permitido que la Dra. Helen Fischer, de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey y una de las personas que más saben de este asunto, haya dicho que lo que los poetas llaman amor, es en realidad una condición mental que tiene tres “variedades” ,“sabores” o “momentos”.
Esas variedades son el amor lujurioso, el amor romántico u obsesivo y el amor estable.
A partir de este momento me permito pedirle, estimado lector, que vaya leyendo y recordando su propia experiencia, estoy seguro que así, la explicación será mas clara y tendrá un sabor más personal.
El amor lujurioso es el que se desarrolla cuando dos personas se conocen y se atraen. Es un fenómeno complejo, en el que tienen que ver mucho los olores, los sabores, los sonidos y las sensaciones táctiles de los primeros encuentros amorosos. En este momento los amantes quieren estar juntos todo el tiempo y se besan, se escuchan, se miran, se tocan, y dicen que todo el tiempo del mundo no es suficiente; siempre quieren más y más… ¿no le suena esto como una adicción? Pues las investigaciones han demostrado que efectivamente, el área tegmental ventral del cerebro es la que se activa en la persona que está en esa fase del amor y que el neurotransmisor que se libera en enorme cantidad en esa área es la dopamina, sustancia que se libera en enormes cantidades no solo en las personas adictas a las drogas, sino también en situaciones placenteras de la vida como cuando se comen chocolates o su equipo de futbol sale campeón.
Esta fase de amor lujurioso es entonces una fase de adicción, una verdadera adicción a la persona amada, es decir es una situación placentera que se ha convertido en una adicción. En esta fase se producen también grandes cantidades de la norepinefrina, un neurotransmisor que acelera el ritmo del corazón y produce movimientos en el estómago y los intestinos. Es por eso que el corazón ha sido señalado como el lugar en el que radica el amor y explica también las “maripositas en el estómago” que sienten los enamorados al inicio de su relación. Una canción apropiada para este momento sería “Voy a Perder la Cabeza por tu Amor”.
El amor romántico u obsesivo es aquel en el que no solo hay necesidad de tener el contacto físico permanente con el ser amado, como en el amor lujurioso, sino que aquí se desarrolla una dependencia a la otra persona, una necesidad de cercanía, una ansiedad cuando no se está con la persona amada, un sufrimiento raro que cambia el comportamiento de los amantes. En esta etapa, disminuyen intensamente los niveles de serotonina en el cerebro, situación que también ocurre en diversas enfermedades como el trastorno obsesivo compulsivo (TOC) y la depresión. De acuerdo a la Dra. Fischer, esta etapa es muy similar al cuadro clínico del síndrome obsesivo compulsivo, y estoy seguro que inspiró al autor de la vieja canción “Obsesión” que cantaba Daniel Santos.
También en esta etapa disminuye la cantidad de testosterona en el hombre y aumenta en la mujer, hecho que explicaría la observación popular de que el hombre enamorado esta como “atontado” y que la mujer es al revés, percibida como más audaz y decidida. La canción que se impone aquí es el tango “Malevaje”.
“Decí por Dios que me has dao que estoy tan cambiao que no se mas quien soy
El malevaje extrañao me mira sin comprender,
me ve perdiendo el cartel de guapo que ayer brillaba en la acción…”
El problema es que esta fase de amor romántico u obsesivo solo dura aproximadamente cuatro años, tiempo que se cree está relacionado a la cantidad de años que se necesita criar a un niño “hasta que se logre”. En otras palabras, la pasión se acaba y Joaquín Sabina lo dijo muy claramente en su canción “Mentiras Piadosas”:
“Cuando le dije que la pasión por definición, no puede durar,
cómo iba yo a saber, que ella se iba a echar a llorar.
No seas absurdo me regañó, esa explicación nadie te la pidió, así que guárdatela,
me pone enferma tanta sinceridad”…
Por último está el amor estable o duradero en el que se produce una enorme cantidad de una hormona cerebral (sustancia diferente de un neurotransmisor) llamada oxitocina. Esta hormona es la responsable de que se formen vínculos fuertes entre los miembros de la pareja, es la hormona de la fidelidad y del cariño eterno… La oxitocina se produce también durante el momento del parto y durante la lactancia. La canción que se impone aquí es “El Artista” de José Escajadillo.
Al respecto, es interesante estudiar el comportamiento sexual de los ratones de campo. Estos pequeños son uno de los pocos mamíferos que son monógamos por excelencia, una vez que el macho (o la hembra) escoge pareja, se queda con él o ella durante toda la vida y solo la muerte los separa. Los experimentos han demostrado que una vez en pareja, ellos producen altos niveles de oxitocina, hormona que explicaría esa monogamia. Estos ratones tienen unos “primos” llamados ratones de montaña que son de lo más promiscuos, y son especialistas en el “choque y fuga”, es decir, aparean a una hembra y desaparecen… Obviamente, los niveles de oxitocina en estos ratones de montaña son muy bajos lo cual explicaría su falta de monogamia. Lo interesante es que se han logrado producir cepas de ratones de campo mutantes, que no producen oxitocina y esto hace que desaparezca su monogamia y al revés, ratones de montaña que sí producen oxitocina y se vuelven monógamos. Estos experimentos indudablemente abren las puertas a la teórica manipulación farmacológica del comportamiento humano (algo que los psiquiatras modernos hacen a cada momento cuando tratan a sus pacientes con medicinas).
Quizás el asunto más controversial es que esas tres “variedades”, “sabores” o “momentos” del amor son independientes entre sí y pueden coexistir en una sola persona. En otras palabras puede haber alguien (y hay muchos) que tienen una relación estable y duradera (amor estable) pero están románticamente envueltos con otra persona (amor obsesivo) y tienen episodios de amor lujurioso con otra persona.
Es por eso que se piensa que la sociedad ha creado el matrimonio y sus leyes, como un modo de regular esos comportamientos biológicos que crearían caos en las familias y en la sociedad.
Pero felizmente, y para consolar a las personas que han aprendido que el amor romántico dura solo cuatro años. Las investigaciones han demostrado que las parejas que logran relaciones felices y muy duraderas tienen dos características muy importantes: conservan todavía niveles altos de dopamina en sus cerebros (placer) y que en vez de tener menor cantidad de serotonina que origina obsesión y ansiedad, tienen mayor cantidad de serotonina en áreas del cerebro relacionadas a la calma y al placer.
Es decir, estas personas han logrado llegar al amor estable, al amor seguro, al amor de toda la vida.
Obviamente, estos experimentos y estos conocimientos son aún muy iniciales y están en plena evolución, pero abren las puertas a muchas especulaciones de la vida en el futuro.
¿Será posible modificar la monogamia y la poligamia con medicamentos? ¿Se pedirán los novios una fMRI cerebral o un análisis de neurotransmisores antes de casarse? ¿Se podrá curar una decepción amorosa con un medicamento? ¿Se podrá inducir el amor con medicamentos?
¡Feliz Día del Amor y la Amistad!