Tu cara no me ayuda
A veces las cosas no salen como quisiéramos y se complican, se demoran, se enredan…Puede tratarse de un proyecto atracado en la oficina, de un equipo que no termina de integrarse o de la salud de un familiar querido que no mejora tan rápido como esperamos.
(Foto: Dana 604/ Flickr)
Y fruncimos el ceño, expresamos nuestra molestia, buscamos culpables y maldecimos hasta a la mosca que da vueltas por la habitación. Amargos y frustrados nos preguntamos “¿por qué me pasa esto a mí?”.
No hace mucho estaba yo en una de esas situaciones y mi mal ánimo era transparente para todos, mi hija se me acercó y muy calmadamente me dijo al oído: “Mamá, tu cara no me ayuda”.
La miré con sorpresa. “¿A qué te refieres?”, dije tratando de justificar mi actitud –la única que me sentía humanamente capaz de tener dadas las circunstancias–. “Necesito tu buena vibra y energía”, me dijo. “Necesito que estés bien y que seas tú la que nos digas que todo va a estar bien”.
Así, en un instante caí en cuenta de mi error: estaba tan focalizada en mi propio malestar que había perdido la perspectiva de que la protagonista no era yo. Al dejarme llevar por mis emociones, estaba impactando
negativamente en la energía de los demás, energía tan necesaria para enfrentar los retos, especialmente los de largo aliento.
Esta experiencia me llevó a reflexionar sobre cómo en el trabajo a veces nos metemos tanto en los problemas que olvidamos que nuestros colaboradores leen atentos nuestro lenguaje corporal y buscan
interpretar en nuestros mensajes no verbales (gestos y caras) señales que ojalá les transmitan tranquilidad.
Olvidamos que nos debemos a ellos, que necesitan de nosotros y todo nuestro buen ánimo y espíritu positivo para energizarse y poder continuar en la brega, sobre todo y especialmente, en épocas de cambio o incertidumbre, o cuando hay dificultades que podrían impactarlos directamente. Jack Welch, el ex presidente de GE, lo expresó muy bien: “Liderar es sobre ellos, no sobre nosotros”.
Creo que aprendí la lección: hoy en casa y en la oficina hago mi mejor esfuerzo para tratar de mantener siempre mi espíritu en alto y ojalá inspirar a los demás. Y aunque a veces me es muy difícil, trato de no perder la calma ni la sonrisa, en beneficio de los demás…. ¡y del mío también!
Y casi siempre funciona…..