¡Gracias Ilse!
Se nos fue una grande. Ilse Wisotzki, la mítica rectora emérita y el alma misma de la Universidad de Lima nos dejó la semana pasada. Y se fue sorpresivamente, dejándonos casi sin aliento por su partida.
Con una fuerza de carácter ejemplar, una visión incomparable y con tantos logros importantes por la educación de calidad en el Perú que sería inacabable enumerar, Ilse impactó como nadie en la vida de todos los que tuvimos el privilegio y el honor de conocerla.
Ilse fue mi mentora. Fue una de las personas que más inspiró mi vida profesional desde muy temprano. Siempre estuvo dispuesta a darme un buen consejo y a brindarme su apoyo incondicional. Su influencia en mi vida profesional fue inmensa: proyectó mi carrera, me vio en lugares donde a mí ni siquiera se me había ocurrido que podría verme, me estimuló a soñar más grande y más lejos. Ilse siempre esperó de mí mucho más de lo que yo pensaba que debía esperar o siquiera aspirar. Esa fe suya en mí me inspiró, me movilizó, me motivó. A Ilse le parecía tan natural que las mujeres creciéramos sin límites ni restricciones de ningún tipo, que con ella conceptos como barreras de género o techos de cristal simplemente no existían: era sólo natural que llegáramos tan lejos como quisiéramos, o más. Cada avance, logro o triunfo que le contaba, lo celebraba como propio, con orgullo, felicidad e inmenso cariño.
Ilse fue siempre una mujer de avanzada. Estudió en el Santa Úrsula al igual que mi madre y sus 5 hermanas fueron universitarias, en una época en la que serlo era una rareza entre las mujeres de su generación. Ilse estudió su post grado en Alemania con mi tía Ida y eso contribuyó mucho a generar la alegre complicidad y la gran amistad que siempre existió entre nosotras. Siempre tenía palabras de elogio para ellas – “las tromes de las Arciniega” me decía guiñándome el ojo y haciendo alarde de la amistad que las unió desde el colegio.
Cuando un pequeño grupo de mujeres profesionales nos propusimos fundar OWIT – la organización de mujeres de empresa en el Perú – en 1998, la invité a integrar nuestro consejo consultivo. Necesitábamos tenerla en un consejo de grandes, que avalara, guiara y apoyara nuestro esfuerzo de reunir y estimular a quienes queríamos desarrollarnos, al tiempo de tener la oportunidad de dar y devolver a la sociedad mucho de lo que nos había dado, ayudando al desarrollo de las más jóvenes o de quienes menos oportunidades tenían. Ilse nunca faltó a una convocatoria, evento o charla a la que la invitamos, con lo ocupada que era ella, como una de las mujeres más notables de nuestro país y del continente. Y las veces que subió al estrado para compartir su experiencia y sabiduría, su actuación fue siempre extraordinaria, cautivando al público – a veces de más de 500 personas – con su humor, encanto, pasión, audacia para romper moldes, brillantez, la claridad y lucidez de su pensamiento, sus tan entretenidas anécdotas y su enorme generosidad para compartir sus aprendizajes y lecciones de vida. Sabía que nosotros necesitábamos nutrirnos de ella, de su espíritu indomable y de su empuje vital y ella, generosamente, se daba a nosotros por entero.
¡Cómo la extraño ya!