La otra emergencia
Para superar la crisis urbana que ha desnudado la pandemia desatada por el covid-19, tenemos que reconocer los problemas y enfrentarlos; esto es, debemos proyectar una nueva realidad urbana, que demanda proyectos y acciones a nivel barrial y metropolitano.
En los últimos tiempos hemos leído y escuchado distintos reclamos a nuestra ciudad: la ciudad debe estar equipada para albergar eventos deportivos (a propósito de los Juegos Panamericanos Lima-2019), la ciudad necesita espacios para grandes ferias internacionales (Mistura), la ciudad necesita lugares de celebración para eventos populares (clasificación a Rusia 2018), la ciudad debe tener un transporte público organizado (“combis asesinas”), la ciudad necesita definir sus zonas de riesgo (Costa Verde), la ciudad necesita estar diseñada para prevenir fenómenos naturales (El Niño costero).
Hay más, ciertamente: la ciudad debe proteger su patrimonio edificado (por la destrucción de la huaca Paraíso), la ciudad precisa crear zonas de áreas verdes protegidas (invasión de las lomas de Amancaes), la ciudad necesita tener viviendas dignas para sus habitantes (comunidad shipibo-conibo tras el incendio de Cantagallo), la ciudad debe tener planes de seguridad (incendio en Mesa Redonda), la ciudad tiene que ofrecer áreas para sus comerciantes emprendedores (desalojo de ambulantes de Gamarra), la ciudad debe estar pensada para resistir durante una cuarentena (covid-19), y todavía queda un largo etcétera.
Sin duda, con unos años de trabajo sostenido podría implementarse un plan y varios proyectos urbanos que, de manera progresiva y ordenada, respondan a todas las demandas ciudadanas. Si logramos poner sobre la mesa las necesidades urbanas de Lima y generar estrategias de desarrollo en un plan maestro metropolitano, será posible satisfacer paulatinamente todas estas demandas.
Para esto necesitamos, sin embargo, un cambio importante en la gobernanza, que implique recuperar el poder de planeamiento y diseño urbano en Lima Metropolitana y tener liderazgos distritales —no alcaldías con la autonomía actual— que colaboren para implementar un proyecto que ayude a superar la desigualdad social. Resulta sorprendente ver a alcaldes que, incluso en el estado de emergencia por el que está pasando el país, emiten ordenanzas tomando decisiones unilaterales y autónomas, contrarias al bienestar de la ciudad y a las políticas dictadas por el gobierno nacional.
Urge pensar en la reestructuración de poderes en las ciudades del Perú. Principalmente en Lima Metropolitana, en donde no hay una dirección real en asuntos de movilidad, uso de suelos, vivienda social, equipamientos de salud y educación, espacios públicos, gestión de desechos, seguridad y tantos otros que resultan jaloneados por 50 municipalidades distritales descoordinadas y con intereses individuales, sin una voluntad de equidad metropolitana.
Necesitamos una visión de ciudad, estructurada sobre el bien común, el espacio de convivencia, el respeto al otro, y el reconocimiento de derechos y deberes ciudadanos. Así podremos superar el magma de incertidumbre que genera el actual archipiélago de feudos que compiten por hacerse de victorias pírricas —cuyo alto costo pagamos todos los ciudadanos— que comprometen terriblemente el futuro de la ciudad.
Sharif S. Kahatt
Estudio: K+M Arquitectura y Urbanismo