Séralini reaparece
Esta semana se dio inicio a la segunda temporada de la serie: “Séralini y las ratas con tumores“. ¿No sabes quién es Séralini y que tienen que ver las ratas con él? Aquí un resumen muy breve de lo que pasó en la primera temporada:
Maíz transgénico, RoundUp®, ratas y tumores
Todo empezó el 19 de setiembre del 2012. Gilles-Eric Séralini y colaboradores de la Universidad de Caen en Francia publican un artículo en la revista Food & Chemical Toxicology bajo el título “Toxicidad a largo plazo del herbicida RoundUp y del maíz genéticamente modificado tolerante a este herbicida” [traducción libre].
RoundUp es la marca comercial de un herbicida de amplio espectro desarrollado por la empresa Monsanto basado en una molécula llamada glifosato. Su función es matar a cualquier planta (especialmente malas hierbas y malezas) para que no compitan por la luz o los nutrientes con el cultivo.
El problema con este herbicida es que no distingue a una maleza de un cultivo. Afecta a ambos por igual. Es así que los científicos de Monsanto utilizaron la ingeniería genética para desarrollar plantas de maíz y soya inmunes al glifosato.
Desde que salieron las primeras plantas transgénicas al mercado —a mediados de la década de 1990— ya había cierto temor en la población debido a los posibles efectos negativos sobre la salud humana de los productos derivados de los OGM. Básicamente, los temores se enfocaban en dos cosas:
- que la introducción del gen externo (transgén) podría alterar la constitución genética de la planta o su metabolismo, generando productos no deseados o cambiando su composición nutricional; o,
- que el producto de expresión del transgén podría ser tóxico, alergénico, teratógeno (produce deformaciones) o cancerígeno para los humanos.
Debido a esto, las entidades reguladoras como la EFSA (Europa) y la FDA (Estados Unidos) piden a los desarrolladores de transgénicos que demuestren que sus productos son seguros para el consumo humano (cuando este sea su fin).
Las pruebas se realizan en animales experimentales —como las ratas de laboratorio— y duran tres meses. Durante este tiempo, los científicos evalúan si el producto transgénico provoca algún efecto nocivo sobre el animal. Se analizan muchos parámetros (tejidos, órganos, sangre, etc.) en busca de algo fuera de lo normal. Si pasan todos los controles, el producto transgénico es aprobado.
Sin embargo, si consideramos que las ratas de laboratorio viven entre 25 y 30 meses (dependiendo de la cepa), la pregunta es si tres meses serán suficientes para detectar algún efecto negativo o crónico a largo plazo.
Estudios a largo plazo los hay pero muy pocos [aquí una lista en Nature Biotechnology de algunos estudios sobre efectos crónicos], por lo que Séralini y sus colaboradores prolongaron el tiempo de estudio de 90 días a dos años, analizando tres factores: el consumo de maíz transgénico con y sin herbicida (11%, 22% y 33% de la dieta) y el consumo directo del RoundUp diluido en agua (50 ng/L, 400 mg/Kg y 2,5 g/L). Cada tratamiento (nueve más un control) fue realizado en grupos de 10 machos y 10 hembras.
Los resultados que saltaron a los medios de comunicación se resumían a esto:
Esto causó un gran revuelo en el mundo y miedo en la población que no necesariamente está informada sobre el tema. Muchos investigadores y agencias reguladoras analizaron el estudio en profundidad (recuerdo que algunos colegas y yo hicimos el mismo ejercicio) y se detectaron algunos errores en los procedimientos que básicamente se resumían en tres:
1. El protocolo utilizado por Séralini (guía OECD 408) es para determinar toxicidad oral en 90 días y no para determinar carcinogénesis y toxicidad crónica (guía OECD 453). La principal diferencia está en que la OECD 453 recomienda que cada grupo esté conformado por 50 ratas y no 10 como las que fueron usadas en el presente estudio.
2. La cepa de ratas utilizadas (Sprague Dawley) son propensas a generar tumores a una determinada edad. En otras palabras, hacia los últimos meses de vida de las ratas, todas desarrollan tumores.
3. El método estadístico utilizado (OPLS-DA) fue confuso. A veces se aprovecha de las estadísticas para mostrar algo donde en realidad no hay nada.
Los resultados obtenidos fueron los siguientes:
Las barras representan el número de ratas muertas según el tratamiento. Las barras con rayas representan a las ratas que murieron naturalmente y las barras negras a las ratas sacrificadas porque presentaban tumores equivalentes al 25% de su masa corporal.
Lo primero que salta a la vista es que, en algunos casos, las ratas del grupo control (que no recibieron ni maíz transgénico ni herbicida) morían más que las ratas que recibían los tratamientos (especialmente en los machos). Un resultado irónico porque debería ser al revés.
Lo segundo es que las ratas hembras son más sensibles al efecto de los tratamientos, pero no en función proporcional a la dosis. Es decir, cuanto más dosis de maíz transgénico (33%) o de herbicida (2,5 g/L) se le dé a las ratas, menor es la mortalidad. Suena contradictorio pero eso se aprecia en los gráficos. Según los autores, esto se debería a que algunos efectos toxicológicos no responden linealmente de acuerdo a la dosis. Le llaman “efecto umbral”.
Con respecto a los tumores tenemos este gráfico:
Los gráficos de barras muestran claramente que tanto los ratas que recibieron los diferentes tratamientos como las del grupo control desarrollan un número similar de tumores internos y no regresivos. La dosis de maíz transgénico, herbicida, o ambos, no parece influir. Sin embargo, se observó que en algunos tratamientos, el tumor aparece antes que en el grupo control. ¿Se deberá esto al efecto de los tratamientos? Con tan pocas ratas es muy difícil determinarlo.
Por otro lado, los análisis de sangre y orina realizados en el 15ª mes mostraron algunos resultados que indicarían problemas renales y hormonales, por ejemplo: niveles más bajos de iones sodio y cloro en sangre pero altos en orina, reducción de la depuración de la creatinina y desbalance en los niveles de estradiol y testosterona, pero tampoco dependían proporcionalmente a la dosis (igual que en la mortalidad y número de tumores). Adicionalmente se encontraron daños en los tejidos hepáticos y renales.
Al final, Séralini concluye que el consumo de maíz transgénico y el herbicida RoundUp, aún en bajas concentraciones, podría afectar ciertos órganos como el hígado y los riñones, debido al desbalance hormonal. No dice que produce cáncer o tumores, pero los resultados que muestra dejan entrever eso.
Las críticas al trabajo fueron muy fuertes, incluso entidades reguladoras como la EFSA, la FDA y Comisión Técnica de Bioseguridad de Brasil, no avalaron el estudio debido a problemas con los procedimientos y con la interpretación de los resultados. La comunidad científica le hizo un cargamontón a Séralini (digamos un “bullying científico”), mandaron cartas al editor de la revista que publicó el estudio, exigían que éste fuera retirado, juntaron firmas, etc.
Finalmente, el 19 de noviembre del 2013, el polémico artículo es retractado (término usado para indicar que el estudio ha sido revocado). Los editores indicaron que no se “(…) encontró evidencias de fraude o de manipulación de los datos (…)” pero que tenían “(…) preocupación referente al número de animales en cada grupo de estudio y al línea de ratas elegida (…)” por lo que “(…) no se pueden derivar conclusiones definitivas con este número tan limitado de individuos sobre la mortalidad debida al NK603 [el maíz transgénico] o al glifosato sobre mortalidad o incidencia de tumores (…)”. Entonces “(…) la retractación se basa únicamente en la falta de conclusividad de los resultados (…)”.
En otras palabras, los editores de la revista no dudan en la veracidad de los resultados, pero estos no reflejan lo indicado en las conclusiones respecto a la mortalidad e incidencia de tumores. Y en realidad tienen razón según lo que hemos analizado. El problema es que, como mencionamos al inicio, Séralini no usó el protocolo adecuado (OECD 453). Él indica que el propósito inicial del estudio no era determinar si el maíz transgénico o el herbicida provocaban tumores, por eso no usó esa guía como referencia. “No esperaba detectar un aumento en la incidencia de tumores, por lo que no se diseñó el estudio como un estudio de carcinogenicidad”, indica Séralini.
Ahí está el problema. No puedes presentar resultados de algo para lo cual el estudio no ha sido diseñado. En la ciencia es común que aparezcan resultados inesperados, pero estos requieren su propio análisis para confirmarlos o refutarlos. Puedes mencionarlo en el artículo como parte de las discusiones y sugerir que se realicen estudios más profundos en ese tema.
Sin embargo, la ciencia no funciona desde la comodidad del escritorio, simplemente leyendo el artículo científico y criticándolo. Las evidencias se refutan con evidencias. Los artículos que son retractados se dan principalmente porque se detecta que los datos o resultados son inventados, falsificados o modificados intencionalmente (Ej: el caso de la clonación humana de Woo Suk Hwang), los resultados no son reproducibles (Ej: el caso de las bacterias del arsénico) o los resultados son malinterpretados (en la mayoría de los casos, y son los que sufren de retracciones parciales o correcciones).
Y ¿cómo se detecta el fraude, error o malinterpretación? Pues, repitiendo el estudio. Así funciona la ciencia. El estudio de Séralini no demuestra que el maíz transgénico o el herbicida provoque tumores, pero sí evidencia de algunos problemas fisiológicos, tales como, desbalance hormonal, niveles de iones en orina y sangre, entre otros, que podrían indicar fallos renales y hepáticos. Esa parte del estudio no ha sido refutado contundentemente.
Lo cierto es que no hay protocolos estandarizados para estudios crónicos y a largo plazo. Esta es una debilidad que si se supera, implementando nuevos estándares, generaría más confianza en la población y los argumentos contra los transgénicos serían más escasos.
Disculpen por la extensión del resumen, pensé que sería más corto.
¡El estudio es republicado!
Esta semana, nos damos con la sorpresa que la revista Environmental Science Europe republicó el estudio de Séralini con material extra adicional (un “bonos track”). Para ser sinceros, nunca antes he visto que un estudio retractado en una revista sea republicado por otra revista. Según el editor de la revista quieren generar la posibilidad de una discusión racional sobre el estudio de Séralini publicándolo nuevamente. “La competencia metodológica es la energía necesaria para cualquier progreso científico y el único propósito es entregar algo de transparencia científica y sobre esa base, desarrollar una discusión que no trate de ocultar información, sino de enfocarse en estas controversias metodológicas muy necesarias”, comenta.
Una lectura rápida que le hice muestra algunos cambios respecto a la versión original publicada en el 2012, pero básicamente dice lo mismo que hemos comentado extensamente en este post. Personalmente creo que esta es una estrategia para aumentar el factor de impacto de la revista.
El Factor de Impacto (FI) indica la importancia de una revista y está relacionada con el número de citas que cuenta cada uno de sus artículos. Por ejemplo revistas como Nature o Science tienen FI superiores a 30, mientras que de esta revista es menor a uno ni siquiera aparece en el reporte de citas del Thompson Reuters (JCR). Si consideramos que el artículo de Séralini del 2012 tuvo 204 citas (según Google Scholar), es probable que ahora siga citándose, lo que beneficia directamente a la revista porque aumentará su FI.
Veremos como va la segunda temporada.