Los Galyon: dos almas en un mismo cuerpo
Cuando nacieron los doctores no les dieron ni un día de vida. Han pasado 57 años y ahora los estadounidenses Donnie y Ronnie Galyon son los siameses más longevos del mundo y cada día nos enseñan una nueva lección. Hace 25 años nos visitaron como parte del elenco de un circo mexicano, donde no solo demostraron sus destrezas sino también que juntos son dinamita.
Era el 21 de junio de 1985, las 7 y 30 de la mañana, cuando llegaron al aeropuerto Jorge Chavez, de inmediato llamaron la atención de pasajeros y trabajadores del lugar. No por sus grandes anteojos, tampoco por su guayabera y sus botines con taco aperillado, y mucho menos por las joyas y los anillos que llevaban en los dedos.
Se trataba de los siameses Do y Ro, quienes están unidos por medio del abdomen, y comparten varios órganos como, el intestino, el recto y el órgano genital. Según la información médica, el 60% de los siameses no llegan a la semana de vida. Sin embargo, ellos ya tienen 57 años viviendo más unidos que nunca.
La vida de los hermanos Galyon, los siameses más longevos del mundo, es distinta y valiosa. Nacieron el 28 de octubre de 1952 en la ciudad de Ohio, EE.UU, a través de un parto natural y con 5 kilos y 200 gramos de peso.
Ronnie cuenta que él sacó primero su cabeza y luego vendrían las piernas de su hermano. Al principio los doctores pensaron que se trataría de gemelos, hasta que la unión los delató, eran dos personas en un mismo cuerpo.
Si hubieran nacido muchos años atrás fácilmente habrían sido considerados errores de la naturaleza, azares del destino y hasta fenómenos que debían permanecer ocultos, como sucedió con el caso de las rusas Masha y Dasha, quienes después de 40 años fueron descubiertas. Sin embargo, algunos con más suerte, como Chang y Eng, de origen tailandés, se casaron y llegaron a tener hasta 21 hijos en total.
Si bien Donnie y Ronnie, no tienen hijos, pues nunca han tenido una relación sexual, por compartir el mismo órgano genital, siempre han tratado de llevar su vida normalmente, con el apoyo de sus padres y sus siete hermanos.
Desde pequeños las ofertas de empleo les llovieron, al principio sus padres se negaron a cualquier posibilidad de exhibirlos, hasta que aceptaron. “No se trata de exponerlos como fenómenos sobrenaturales, sino que se desarrollen como personas normales, con defectos y habilidades, y si a ellos les gusta mejor”, dirían sus progenitores en cada entrevista.
Y así llegaron a trabajar gran parte de su vida como artistas, recorriendo varios países en las caravanas de los circos y las ferias. Convirtieron su discapacidad física en su fuente de trabajo.
Cuando visitaron nuestro país, hace 25 años, formaban parte del elenco del Circo Modelo Mexicano. Habían llegado para la temporada circense de Fiestas Patrias, la más esperada por aquellos tiempos. En cada función eran los favoritos, el público esperaba ansioso el momento del tiro al blanco y el juego del béisbol, donde demostraban una gran habilidad. (ver SIAMESES VISITA.pdf)
El tener el abdomen unido no era obstáculo para manejar sus brazos y casi siempre trataban de que cada movimiento fuera coordinado; al sentarse, al pararse, al caminar o simplemente jugar, para que no le cause molestia al otro.
Esa fecha viajaron hasta Trujillo, era la primera vez que viajaban a un país sudamericano, siempre acompañados por su padre, el ingeniero Wesley Gaylon, quien era su mano derecha. Según él, los hombres de ciencia no han podido hacer nada por separarlos, pero ellos tampoco lo desean. “Son tan normales que por ahora andan de novios con unas colombianas, a uno le gusta las morenas y al otro las rubias”, confesaría a los periodistas.
Su fina galantería con las chicas tampoco se hizo esperar durante las actuaciones, coqueteando y dando besos a la chica guapa que se les presentara. Fue tan grande la expectativa del público con estos personajes, que hasta apodaron a dos jugadores de fútbol, Reyna y Maradona, los siameses, también era el comienzo de nuestra mala racha mundialista.
En 1991, a los 39 años se alejaron de las carpas. Para dedicarse a una vida independiente. Compraron una casa en Dayton, Ohio, pero acostumbrarse a vivir solos les resulto muy difícil. El despreocupado Ronnie, tenía que aprender a ser más responsable y apoyar a Donnie, quien tenía el papel del hermano mayor.
Pero ya sienten el paso del tiempo. Estos hermanos amantes del fútbol americano y coleccionistas por excelencia de carros, saben que las energías ya no son las mismas, cada día su salud se deteriora, pero como ellos mismos dicen: “Si Dios quiere que nos separemos, que sea él mismo y no un bisturí”, ahora eso lo tienen más claro que nunca.
(María Fernández Arribasplata)
Fotos: Archivo Histórico El Comercio