Cinco años sin Luciano Pavarotti
La noticia fatal llegó a Lima a las 11 de la noche del miércoles 5 de setiembre. En Italia, las manecillas de los relojes marcaban las 5 de la mañana del jueves 6. Luciano Pavarotti murió a los 71 años en Módena, su ciudad natal, donde había permanecido el último año tras recibir en Nueva York cinco sesiones de quimioterapia. Buscó descanso y lo encontró. Aquí la historia de un genio del bel canto, de un hombre tocado por Dios, a cinco años de su desaparición física.
Ese jueves 6 de setiembre, la mañana limeña se hizo más gris aún. Los cables no mentían: Luciano Pavarotti (1935-2007) había perdido la guerra contra un cáncer de páncreas que lo acosaba fuertemente desde hacía años.
La voz que hizo emocionar al mundo hasta las lágrimas durante casi medio siglo, se había callado para siempre, y acompañaría a su amigo Alfredo Kraus (1927-1999), otro capo del canto que murió también a los 71 años.
El 2006 Pavarotti había soportado una intervención en la espalda, en la columna, y luego otra operación de páncreas. Por eso detuvo la gira de despedida que había empezado en mayo del 2004, y con la cual pensaba llegar a diferentes partes del mundo. Pero ya no pudo recuperarse satisfactoriamente.
Inicios de un genio
Debutó oficialmente en 1961 con la ópera ‘La Bohème’, de Giacomo Puccini (1858-1924), uno de los preferidos del tenor de Módena, quien demostró su propio estilo con un registro vocal impresionante, y cuya intensidad se debía a su famoso ‘Do de Pecho’ (‘Do 6’). A eso sumaba su histrionismo en bien del espectáculo operístico, el cual le hizo muy popular, casi como una figura de Hollywood.
Algunos especialistas indicaban que el llamado ‘Do de Pecho’ no existía, que solo era una nota concebida en la parte alta del paladar. Pero, ¿qué es lo que hacía Pavarotti con esa expresión facial desmesurada que parecía devorar al mundo en una nota? Por momentos, segundos eternos, sólo quedaba en el aire la vibración de su cuerpo trémulo, y el eco resonante de su voz en una imagen del tenor que se repetía como en el aria final ‘Nessun dorma’, de la ópera pucciniana ‘Turandot’.
¿La voz tiene color? Para muchos aficionados Pavarotti lograba arcoíris musicales. Pero, aunque parezca increíble, su trayectoria tuvo detractores.
Fue duramente criticado por los especialistas en sus últimos años por caer en lo comercial, en lo banal de los espectáculos masivos; pero él gozaba sabiendo que millones de personas podían verlo en megaeventos televisados. Igual, estaba seguro de que su padre lo hubiera aplaudido, ese humilde panadero, aficionado a la ópera, que lo dejó estudiar y desarrollarse en libertad.
Fenómeno operístico
Pavarotti fue un caso sui géneris. Deleitó tanto al exigente público operístico de La Scala de Milán o del Metropolitan Opera House de Nueva York, como también a los aficionados a la buena música popular, a quienes siempre encantó con sus intervenciones en la televisión, radio, cine y en sus conciertos con estrellas del rock, pop o jazz. Un abanico de opciones a las que nunca dio la espalda.
Pero el divo italiano tenía un antecedente que admiraba, alguien que tampoco se rehusaba a entregarse al glamour de los medios de comunicación. Se llamaba Mario Lanza (1921-1959), y era un gran tenor estadounidense, de origen italiano. Lanza fue notable y participó en numerosas películas; fue un ídolo para la generación de Luciano, quien vivió la muerte de Lanza cuando tenía 24 años, a poco de aparecer en público con ‘La Bohème’.
La fama de Pavarotti se acrecentó desde la década de 1970, justamente cuando su círculo de amigos se abrió a mucha más gente ligada al espectáculo, a la política y a las artes en general. Por medio de ellos, colaboró en campañas sociales y humanitarias, para lo cual realizó fabulosos conciertos, como ‘Pavarotti and friends’, en el que cantó junto a Elton John, Bono, Sting, Liza Minnelli, entre otros.
En Lima estuvo en pocas ocasiones, la más recordada fue en enero de 1995, en un esperado concierto, junto con la Orquesta de Cracovia, y ante 25 mil personas en el Jockey Club del Perú. Muchos lo recuerdan con la pañoleta roja en esa noche limeña, y la ropa informal dentro de la formalidad del encuentro.
Pavarotti llegó a considerar a nuestro tenor Juan Diego Flórez como su sucesor, un elogio que abrumó al sencillo Juan Diego, pero que igual fue un reconocimiento a su gran talento. Y es que Luciano casi nunca fue mezquino con sus colegas, a pesar que era considerado, hasta el último momento de su vida, el cantante clásico mejor pagado del mundo.
(Carlos Batalla)
Fotos: Agencias