Glaciares, cambio climático y desastres naturales
El profesor estadounidense Mark Carey conversó con El Comercio sobre su más reciente publicación “Glaciares, cambio climático y desastres naturales” (Instituto de Estudios Peruanos & Instituto Francés de Estudios Andinos, 2014).
El libro aporta varios detalles novedosos sobre la forma en que entendemos los glaciares, el agua como recurso esencial, los desastres naturales y el (aparentemente) irreversible cambio climático.
-¿Qué hace un historiador metido entre glaciares? ¿Cómo llegaste a fascinarte por este tema?
Siempre he seguido dos grandes pasiones en mi vida: la historia y el medio ambiente. Desde que fui universitario estudié historia latinoamericana y viví varios años en países como Costa Rica, Nicaragua, entre otros. Vine aquí (Perú) por primera vez gracias a la influencia de profesores excelentes como Charles Walker, Benjamin Orlove, Stefano Varese y Zoila Mendoza. También soy alpinista, esquiador, excursionista. Me gusta ir de trekking y mi primer trabajo fue como guarda parque en los EE.UU., donde los glaciares y el hielo me cautivaron. Por eso llegué a ser historiador ambiental.
-¿Y cómo se dio la mezcla entre glaciares e historia?
Todo inició cuando viajé al Callejón de Huaylas en el año 2000. Allí escuché sobre la avalancha de Yungay de 1970 y el aluvión de Huaraz de 1941. Esos desastres mataron a miles de peruanos, sin embargo, los eventos, el rol de los glaciares y sus consecuencias no habían sido investigados profundamente. En aquel entonces, el cambio climático y el retroceso glaciar fueron temas cada vez más importantes y me pregunté si los desastres de Áncash tenían algo que ver con el cambio climático y con cómo afectó la historia de la zona. Además me importaba saber si podríamos aprender algo de esa larga historia considerando la importancia de los glaciares en la actualidad, y ahora yo sé definitivamente que sí. Con mi experiencia en glaciología e historia medioambiental, este proyecto fue natural para mí y significativo para la humanidad.
-Un detalle interesante que deja en claro tu libro es que muchas de las zonas de riesgo de derretimiento de glaciares están habitadas. ¿Por qué – a pesar de las campañas y las informaciones difundidas sobre el pasado – esto no puede cambiar?
Las habitantes de zonas de riesgo enfrentan muchos riesgos, no solamente los de aluviones y avalanchas. Después de la avalancha de Yungay de 1970, por ejemplo, los sobrevivientes querían recuperar sus tierras y restablecer sus vidas anteriores en el mismo lugar, cerca de sus familias y comunidades enterradas en la ciudad destruida. Además, muchos pensaron que la reconstrucción realizada por Velasco Alvarado fue peor que el desastre natural diciendo algo como “primero el terremoto, luego la avalancha y después el desastre”, refiriéndose al programa de reconstrucción de Velasco que en ciertas formas intentó cambiar la estructura socio económica y política en las zonas afectadas.
-Muchos también pensaban que Dios los protegería en el futuro…
Claro, en otras ocasiones, algunos creían que Dios iba a protegerles. Al contrario, otras tenían fe en el gobierno central y en la tecnología para controlar las lagunas glaciares peligrosas, antes de generar un aluvión. Los habitantes de Huaraz, Yungay y otros sitios también pensaron que al emigrar del centro de las ciudades a sitios más altos o en zonas rurales, aunque más seguros frente los aluviones y avalanchas, sería un retroceso en su posición social. Entender por qué hay habitantes en zonas de riesgo requiere comprender todos los riesgos para cada miembro de la comunidad. Por eso necesitamos sociólogos, antropólogos, psicólogos e historiadores investigando el cambio climático, no solo científicos e ingenieros que reciben la mayor parte de la financiación y la atención en los medios de comunicación y el gobierno.
-¿De qué manera fue variando la cosmovisión de las personas que habitan estas zonas cercanas a los glaciares?
Es importante considerar que mis estudios se han enfocado sobre todo en las poblaciones de las zonas bajas cercanas al río Santa, o sea, de las zonas urbanas más afectadas y más vulnerables a los aluviones y avalanchas. Estos habitantes de las ciudades del Callejón de Huaylas, que mayormente no son quechuahablantes, no viven tan cerca a los glaciares. Cuando hablo inicialmente de mi investigación es muy común pensar que estoy estudiando las poblaciones indígenas en las zonas más altas, más cercanas a los glaciares de la Cordillera Blanca. Pero desde tiempos antiguos, las poblaciones indígenas han vivido en áreas elevadas encima de los ríos, y no han sido tan vulnerables a los aluviones.
-Lo que sí observas es una mayor preocupación sobre lo que podría ocurrir en adelante.
Me enfoqué en los habitantes de las ciudades del Callejón de Huaylas, sobre todo Huaraz, Carhuaz, Yungay y Caraz. He visto que las poblaciones que habitan las zonas cercanas a los glaciares se han preocupado cada vez más por la falta de agua que proviene de glaciares en la cuenca alta. Al mismo tiempo, están agitados porque ven que cada año hay más usuarios que necesitan agua, por ejemplo, las empresas mineras y la central hidroeléctrica Cañón del Pato, la cual es manejado por Duke Energy International, una empresa estadounidense. En otras palabras, a través de las décadas los habitantes de zonas más altas han perdido control de la zona de la Cordillera Blanca y de sus recursos naturales.
-¿Cuándo crees que aumentó el interés por la Cordillera Blanca?
Antes del gran aluvión de Huaraz de 1941 que destruyó una tercera parte de la ciudad y mató a miles de ciudadanos a nadie le importaba la Cordillera Blanca fuera de las zonas cercanas. Con los desastres glaciares que estimularon estudios técnicos y proyectos de ingeniería en las lagunas glaciares que incluyeron la construcción de caminos nuevos a través de la Cordillera Blanca, con el desarrollo de la central hidroeléctrica Cañón del Pato que necesitaba agua para generar electricidad, con el crecimiento de las ciudades del Callejón de Huaylas, con el aumento del turismo, con la creación del parque nacional Huascarán en 1975 y con el desarrollo y ampliación de las grandes proyectos de irrigación de Chavimochic y Chinecas que dependen del agua que proviene de la Cordillera Blanca, hubo una gran pérdida de control local sobre la Cordillera Blanca (…) el proceso demuestra que adaptarse al cambio climático trae el estado central para implementar medidas de adaptación y para reducir el riesgo a los desastres naturales. No obstante, esas medidas a veces disminuyen la autonomía de las poblaciones, lo cual disminuye su poder y control sobre su propio destino. Entender estos procesos, sin embargo, requiere entender la historia y no solamente la presente vulnerabilidad.
-¿Cuán fundamental es definir primero las zonas de glaciares que se quiere defender de los avances ocasionados por el cambio climático?
Es importante saber a través de la ciencia los efectos del cambio climático sobre los glaciares andinos, pero para enfocar totalmente o principalmente en la ciencia o en la ingeniería hace falta entender los procesos que analizo en el libro: las perspectivas de la población y su reacción tanto a los cambios glaciares como a los científicos, ingenieros, entidades estatales y ONGs que llegan a investigar los glaciares y controlar las condiciones inestables como lagunas glaciares al punto de generar una aluvión. Sabemos muy bien que más ciencia y más conocimiento no cambian a la población, por eso seguimos emitiendo dióxido de carbono cuando ya sabemos muy bien los efectos que tiene sobre la atmósfera y el cambio climático. El conocimiento de los glaciares y su tasa de derretimiento no va a cambiar las costumbres de la población, ni las leyes del estado o las acciones de las empresas que contaminan la atmósfera. Por eso, avanzar sobre el cambio climático requiere estudiar la humanidad. Necesitamos entender tanto la ciencia de los glaciares como la psicología, antropología, sociología, literatura, poesía, medios de comunicación y, por supuesto, la historia.
-En el caso de Áncash, se trata de una población mayormente pobre. ¿En qué orden de prioridades está para ese departamento del país el estudio y seguimiento de los glaciares?
Este libro cuenta una historia amplia de desastres naturales relacionados con el cambio climático y el retroceso glaciar. La historia sigue hoy día porque se han instalado sifones en la laguna Palcacocha que desbordó en 1941 y generó el gran aluvión de Huaraz que mató a miles de habitantes. En este momento, la laguna tiene más agua que 1941 y la población huaracina es 10 veces más numerosa. Se dice que no hay peligro en Palcacocha pero mi libro demuestra que habían dicho esa frase en el pasado tal como en 1962, cuando especialistas advertían de la inestabilidad del glaciar del Nevado Huascarán y dijeron que una avalancha podía destruir Yungay. Las autoridades, sin embargo, avisaron que no había peligro. Obviamente estaban equivocados, y miles de ciudadanos murieron con la avalancha de Yungay en 1970. En 2010 hubo un aluvión de la laguna 513 encima de la ciudad de Carhuaz.
Los ingenieros desaguaron y controlaron la laguna en 1993 y pensaron que ya era fue segura, pero las condiciones cambian rápidamente y la estabilidad de la Cordillera Blanca no está garantizada. No quiero comparar Palcacocha con estas dos situaciones dado la complejidad de los distintos procesos, pero los ejemplos del pasado demuestran la imposibilidad de predecir desastres naturales y la probabilidad de aluviones y avalanchas en el futuro, especialmente en la época del cambio climático. Si estamos hablando de la vida de un ser humano, creo que el gobierno debería de dedicarse más a la prevención de desastres naturales en cada región del país, pero hasta hoy en día la Unidad de Glaciología no cuenta con recursos suficientes para estudiar los glaciares y proteger a la población.
-¿Por qué crees que deberíamos leer tu libro?
No podemos entender el problema del cambio climático ni el retroceso glaciar sin pensar en la historia, sin comprender como hemos llegado a estar en esta posición y cuáles son las opciones para adaptarse para el futuro. Este libro explica mucho sobre Áncash, el Callejón de Huaylas y la Cordillera Blanca, pero es un libro para todo el mundo que dice sobre todo que los problemas medioambientales son dificultades de la humanidad, las cuales vamos a resolver a través de la sociedad y no solo con la ciencia y la ingeniería. Necesitamos una visión mucha más amplia, según este libro. Además, los peruanos deberían estar orgullosos de sus especialistas en los glaciares que son expertos a nivel mundial y que han controlado 35 lagunas glaciares para proteger vidas e infraestructura para todo el país, no solamente en Áncash. Este libro explica cómo lo hicieron.