“El arte es para transmitir algo, no una cuestión de ego”
Jely Reátegui
Actriz
Nací hace 28 años en Iquitos. Estudié en el liceo naval Almirante Guise y en la Universidad de Lima. Mis maestros en la actuación son Alberto Ísola, Roberto Ángeles y Leonardo Torres. ¿Mi virtud? Me atrevo. ¿Mi defecto? La impaciencia.
Por: Renzo Giner Vásquez (@SebGiner)
No fue hasta la universidad que Jely descubrió el teatro. Ahora no puede vivir sin hacer por lo menos dos o tres obras al año. “En la que estoy ahora se llama ‘Creo en un solo Dios’, vamos a estar solo un mes [en el teatro de la Universidad Pacífico]”, nos cuenta.
—La primera imagen que se me viene a la mente es verte en el equipo del programa “Experimentores”.
Fue la experiencia menos actoral que tuve porque estuve como conductora. Fue muy loco. Además, era pésima en el colegio en ciencias. Que tal roca enseñarle experimentos a los niños que yo no pueda hacer [risas]. Pero Ricardo [Morán] me explicaba y aprendí un montón con él y Manuel [Lassus].
—¿Volverías a conducir algún programa?
No es mi rollo pero no lo descarto. Siempre estoy abierta a cualquier posibilidad. Evalúo lo que se me presenta y, si me pinta en el momento, lo hago.
—En el teatro has participado en innumerables obras, ¿cómo te renuevas para cada personaje?
Todos los personajes tienen algo de ti, por más que sientas que son muy lejanos puedes conectar con algo. A veces, cuando lees sobre ellos se te vienen imágenes a la cabeza, olores, colores. Otras veces no se te ocurre nada, pero finalmente va saliendo de manera natural.
—Hace poco el actor Manuel Gold me contó que vomitó en el escenario, ¿te ha pasado algo similar?
[Risas] Yo estuve ese día, yo lo vi. Me encanta esa anécdota, además me encanta chambear con Manuel. Yo me he orinado en el escenario por un ataque de risa. Fue en “Fabulatas”. Me quería morir, felizmente fue justo al final. El saludo al público lo tuve que hacer de costadito [risas].
—¿Cuál es el personaje que más te ha retado?
El que estoy haciendo ahorita: Shirin, es una estudiante palestina de 20 años que vive en la franja de Gaza en pleno conflicto palestino-israelí. En la obra habrá tres puntos de vista sobre el mismo conflicto, monólogos que se van cruzando. He tenido que investigar y empaparme del tema, tengo muchos amigos descendientes de palestinos –incluso vivo con una– pero no solo busqué el lado político, religioso y cultural, sino también el lado humano.
—Dicen que los monólogos son una de las cosas más difíciles en la actuación…
Sí, porque tu interlocutor directo es el público. Le estás contando tu historia a la gente y es distinto a que compartas con otro actor porque al menos ahí te apoyas [risas]. Estoy muerta de miedo pero emocionada.
—¿Cuánto tuviste que investigar para este papel?
Desde que me convocaron, hace como cinco meses, comencé a ver películas y documentales. Veía el conflicto como algo muy lejano, pero es algo que se vive en todo el mundo. Ahora justamente creo que hay más noticias de bombardeos, enfrentamientos y odio.
—¿Qué fue lo que más te impactó?
El prejuicio que hay frente a los árabes. Creer que todos son terroristas o malos. La generalización está en todos lados, eso me parece horrible. Conocer otras culturas y personas me ayudó a quitarme un montón de prejuicios en los que, en una sociedad como la limeña, uno tiende a caer.
—¿Esos prejuicios hacen que sea más complicado ser actriz en el Perú?
Ser mujer es de por sí más complicado en este país. Muchos se burlan del feminismo porque tienen una idea equivocada sobre esto. Simplemente buscamos igualdad de género. El simple hecho de tener miedo de ponerte una minifalda porque te pueden acosar en la esquina ya demuestra que hay desigualdad. Que me critiquen que viaje sola ya es ponerme en una posición inferior.
—¿Y en el teatro específicamente?
En las artes, en la actuación y el teatro hay más igualdad, mayor conciencia de igualdad, de humanidad. La gente es mucho más abierta, eso facilita las cosas. Nunca me he sentido inferior a un hombre en lo profesional; en la calle sí, me han acosado, me han gritado.
—Mencionabas la crítica a que viajes sola, el año pasado fuiste de mochilera por 12 países. ¿Qué experiencias puedes compartir?
Me pasó de todo. Todos los días me pasaba algo distinto y lo escribía o grababa un video. Lo chévere fue que no tenía ninguna expectativa, podía sorprenderme con cada cosa que pasaba porque era nueva de todas maneras. Fui mesera, lavé sabanas en un hospedaje…
—Alumna de un maestro de máscaras balinesas…
Sí, en Indonesia. Viví con él y con una familia donde solo sabía decir “comida” y “gracias” en su idioma [risas]. Así me comunicaba. Fue una locura. Me he perdido en una selva de Tailandia, me herí la pierna, me enamoré, me desenamoré. Me pasó de todo. Fue la experiencia que marcó mi vida.
—¿Cuál fue la mayor enseñanza que te dejó ese maestro?
Desapegarme de mi ego por completo e involucrarme en la escena viviéndola de verdad. Incluso hacíamos ejercicios de concentración que me hacían entrar en una especie de trance. El objetivo del arte es ser un canal para transmitir algo, el arte no es una cuestión de ego. Al contrario, te olvidas de ti y haces el personaje.
—Debe ser difícil renunciar al ego…
Puede ser. Es que a veces la gente lo confunde, mucha gente quiere ser actor para ser famoso y eso me parece el camino totalmente opuesto a la meta. Si eres actor es porque quieres contar algo, transmitir, transformar a alguien. La fama es algo totalmente inmediato y efímero, puede ser divertido por momentos pero en realidad es vacía, no trasciende, no te enriquece el alma. Hay que tener los pies bien puestitos en la tierra.

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