La soledad del hombre moderno
Un hombre aguarda a su novia en el altar. Ella tarda. Está pronta a llegar, pero, finalmente, no llega. El hombre, crispado, sacudido por una cadena sucesiva de desgarramientos en las tripas, corre, pero no sabe a dónde ir. Finalmente, se detiene. Aún lo podemos ver en una calle de Lima, al traje, raído y deshabitado como una tumba. Pese a que han pasado cuarenta años, él sigue allí, cerca del templo donde un día su amada se difuminó. Centella errante, ella vive su vida, la que se prometía, en un país lejano, en el reino de los cuentos que un día concibió (pero lejos de él). Él aún la aguarda, enloquecido, mudo, en las calles aledañas de la capilla que nunca perfiló su silueta nupcial. No la volverá a ver. A veces lo observo desde lejos. No me atrevo a acercarme. Lo llaman “el loco de…”. Excusen que desista de cualquier precisión.
¿Cree que esta historia es real o solo un cuento ralo de la febril imaginación de quien esto escribe? Es la realidad, una leyenda urbana, un evento que ocurrió, como quieras verlo. Sin embargo, la soledad del hombre moderno, que es en realidad la del hombre incompleto ha prestado sus tramas para la imaginación. En lo particular, nadie es solo y Fromm ilustró muy parcialmente el estado del hombre desde aquello que él llamó “sensación de separatidad”, condición previa para el amor. La soledad, perdonen la insolencia, solo la sufre quien no se ha llegado a encontrar consigo mismo en ese viaje azaroso que pocas veces llegamos a completar.
Pero para los imaginantes la soledad es una tragedia, sí, de aquellas que nos esclavizan a una ilusión, un hueco por tapar, un ser, un hada o una visión ardiente de nuestra imaginación.
Leer a Murakami es un goce indescifrable. Trata en algunas de sus historias de la soledad del hombre moderno y de la desesperada búsqueda de conexiones imaginarias que superen el ínfimo reducto de la vida cotidiana. En “Falta de palabras” nos interpela sobre las discordancias entre la oportunidad y el lenguaje. Un hombre y una mujer se encuentran. Son el uno para el otro, se detienen, se miran y siguen su rumbo. El hilo rojo de una comunión única e improbable, se rompe. El problema: la falta de palabras.
En “Gotas contra la soledad”, Keret nos ilustra sobre uno de los resortes humanos esenciales y los miedos más profundos que nos turban. Una mujer encuentra el elixir contra la soledad…
La soledad sigue su paso y llega hasta la frágil mente de un hombre que se enamora de un maniquí. No es Pigmalión sino un pobrediablo que se ve confrontado con la desolación de su alma. De una canción de Serrat a la realidad de una noticia que supera a la ficción.
Esas historias tan imaginadas como reales las podemos disfrutar en “Imaginantes”, una expresión visual de la poesía. Los grandes imaginantes de la historia desfilan por nuestros ojos y oídos gracias a la Televisión mexicana.
¿Producirá el Perú alguna vez una serie similar? ¿Disfrutaremos de una síntesis visual de los cuentos de Ribeyro?
Aquí nuestra selección sobre la inefable soledad del hombre contemporáneo: