La violencia de todos los días
Escarapela asumir que un adulto golpeé a un niño y más aún con una brutalidad que raya en la demencia y la maldad criminal. Escarapela también que una madre tolere ese despropósito sin indignarse. Esto ocurrió, dicen las noticias, en Lima hace algunos días, pero bajo formas más sutiles ocurre todos los días…
Los padres que se injurian entre ellos practican una violencia indirecta contra los menores que asisten a la lid, como lo hacen aquellos progenitores que escupen sus groserías en la calle o cholean a la mala o increpan sin medir el tamaño de sus gargantas.
Violencia contra el menor hay cuando el padre permite, tolera o promueve que aquel viva prendido a un televisor atisbando cualquier cosa (al menos sin explicarle sobres las sutiles líneas del bien y el mal) o abrazado todo tiempo a un juego cuya sustancia es la pedagogía de la brutalidad. Violencia hay cuando los labios se sellan y atoran el consejo. Violencia es la indiferencia, el “no tener tiempo”, el tenerlos solo por tener, el olvidarlos bajo un candil apagado mientras vivimos centrados en nuestras vidas. Violencia nuestra de cada día, la que sellamos en la piel del niño con nuestro ejemplo procaz o nuestras malas maneras de habitué.
La violencia, por si no lo sabes, se esconde por costumbre en los complejos mecanismos de eso que llamamos “civilización”, pero que no es sino una escabrosa, aunque simulada, forma de perpetuar nuestra miseria y nuestra oscuridad.
PS. La brutal paliza de aquel sujeto contra un niño en Lima en días pasados es más que condenable. Un padrastro vil golpeando a su hijastro. Pero en todo el mundo se cuecen amargas habas. Miren aquí lo que ocurrió en días pasados en un país vecino. Click