Llevado por una nube: el azar y la existencia
Nunca he planificado mi existencia porque si una constante la rige es el azar.
1. Postulé a Derecho porque una visita accidental, sí, accidental, a una facultad de Medicina me disuadió de ser un sanador de carrera. Un frasco cuyo contenido era un cerebro me llevó a los territorios del Derecho.
2. El Secigra Derecho era un servicio civil del graduado. Cada egresado debía inscribirse en alguna institución y servir allí un año y adiós. No me quedaba sino la opción de un Juzgado Civil y una institución privada que, por única vez, se ofrecía como mi salvación: la Comisión Andina de Juristas.
Oficina de inscripción al Secigra en el campus de la Pucp: Mientras avanzaba lentamente en la cola junto a otros egresados aspirantes, escuché que los dos que estaban delante de mí pugnaban por inscribirse en aquella ONG, que solo admitía un espacio. Mi lugar en la cola me excluía frente a la determinación de los dos sujetos antes de mí que ya pugnaban y preparaban sus lapiceros para ganar un lugar en la Comisión Andina de Juristas. Lo vi todo perdido, debía resignarme al Juzgado, donde ya había realizado mis prácticas truncas. Pero…algo ocurrió. Los dos tipos que marchaban para quitarme mi lugar cedieron inexplicablemente ¿Un milagro? ¿Una santa intercesión? ¿Qué los disuadió? Hice mi Secigra en la Comisión Andina de Juristas y me quedé allí (no un año) sino más de diez. El azar, siempre el azar. La primera aproximación a las cabezas fue cuando no había en ese mismo momento quien hiciera una ponencia que Enrique Bernales debía sustentar urgente en Bolivia. Por default, aquel joven y oscuro practicante que fui podía esbozar las líneas matrices, no había nadie más a esa hora, pero el joven practicante fue más allá y le dio contenido a todo y con estilo. Bien recibida la ponencia en el altiplano y contento el expositor (Bernales), la historia posterior ya se la imaginarán. Fue el inicio del camino y mi aprendizaje como jurista. La literatura vino después. De grandes es agradecer.
3. Mis niñas iniciaban su vida escolar y lo que requería con urgencia era el dinero que me permitiera pagar las mensualidades por venir. Malos tiempos en la billetera. Fue entonces que supe por una convocatoria a página completa en El Comercio que la Usil convocaba a un Premio Nacional del Ensayo cuyo monto me permitiría satisfacer esa necesidad. Y ¿Qué creen? Lo gané. Los libros sobre el tema del concurso aparecían extrañamente a mis ojos sin que yo los buscara, en Quilca, Camaná, El Virrey. Sin el premio ¡gran problema que hubiera tenido!, pero así fue. Dios no ahorca, solo aprieta.
4. Nunca tuve el matrimonio por plan, siempre creí que es el azar el que rige en los encuentros y fue el azar el que me condujo por esas sendas. Han pasado muchos años, pero vale decirlo. Gracias al gran patriarca del PPC llegué a aquel partido con la ilusión de hacérmela a la vida política. Bedoya encargó a una de las lideresas jóvenes que me llamara y me invitara a integrarme al partido. Ella, dudando al inicio, obedeció a su jefe político. No la esperé, no la busqué y aquel se presentaba como el lugar menos indicado para vislumbrar un romance o acaso menos. Mientras la aguardaba en el cafetín por primera vez (con el pantalón roto por una pésima maniobra al bajar del taxi), una mujer de muy buen ver atravesó el salón hacia mí. Era ella. Confieso que me olvidé de la política. No me pregunten por qué. No solo me contactó, me casé con ella y concebimos las niñas que habrían luego de llegar y que hoy frisan los once. Nada busqué en el mundo, aunque todo lo que planifiqué tampoco fue. Tampoco me fue del todo bien ni en el azar ni en la necesidad. Vida de altibajos, como el viento, como el azar.
5. Una mañana sorprendente y cuando mi vida se había vuelto densa tras una derrota electoral parlamentaria (postulé por Adelante, de Rafael Belaunde en el 2011, así liberal que soy); derrotado, extenuado, cuando el aburrimiento me restaba las fuerzas, un joven e ilustrado abogado me escribió. Fue un mensaje inesperado. A él lo había leído en sus buenas columnas periodísticas en Peru21. Me hizo una propuesta singular y providencial, su entusiasmo y visión me ganó y me llevó consigo a una empresa que era más que una empresa, una institución que nació con la república: me refiero a el diario El Comercio. Se trataba de la página de Opinión. Aseguro que no lo dudé. Lo dejé todo y me fui con él. Es hoy el director. Por el azar en algún momento acoderé en El Dominical y empecé a hacer algunas entrevistas en una sección y algunas cosas más con un ánimo que antes no conocí. En general, el diario es un espacio donde mi pasión por las letras se ejercita cada semana y se expande en plenitud.
6. No me referiré en detalle sobre cómo el azar ha sido mi viento y la planificación mi fracaso. Alguna vez Alberto Borea me invitó a un programa de Televisión para entrevistarme sobre Karl Popper, pasé todas las preguntas, casi todas… Planifiqué todas las respuestas probables. Cuando me interrogó sobre la juventud del intelectual me deshizo de plano, una laguna ganó mi mente, silencio denso, ignorancia, oscuridad. Mi falta de manejo de la televisión me puso al linde del ridículo hasta que…comenzó el gran terremoto de Ica, que levantó en vilo a todo el personal del entrevistador. Terminé con Borea aguardando el final del movimiento telúrico sobre el cesped de un parque frente al estudio de Televisión.
Y el azar siguió, para bien a veces, para mal en ocasiones, en terrenos de tragedia, de alegría, de desazón. Se han cruzado seres que me han dado el milagro de la oportunidad, pero en otras personajes que me han regalado el golpe de la indiferencia o del adiós. Me he accidentado por no virar por una calle en dos segundos y me he salvado de milagro aún por virar en dos segundos. Me han atropellado por dar un paso, he salido volando sobre el techo de un automovil, me han golpeado por deporte. He esquivado asaltos y ahogos en el mar por fortuna extraña o por milagro, por infortunio he perdido dinero, opciones, amigos y seres entrañables.
Podría contar diez situaciones más de azares y apuestas para bien y para mal, que me dominaron llevándome a dudar de mi libertad. Soy un hijo de las circunstancias, nunca de los planes y como tal me someto al viento y a la nube que es la mano de Dios. Simplemente me dejo llevar. Soy quizás un héroe trágico y a veces afortunado, pero siempre temeroso. A veces con reverencia, en raras ocasiones con esperanza, pero imperturbablemente al tanto de mi propia e incomprensible pequeñez.