La 'U', un equipo estacionado en los ochenta
Los invito a hacer un pequeño ejercicio: busquen en youtube el partido Universitario-Boca jugado en 1981 y luego compárenlo con alguna de las presentaciones del equipo de Ibáñez en el Torneo del Inca. Háganlo , y de paso que vuelven a gritar el gol de Walter Escobar, comprobarán que el merengue es un equipo estacionado en los ochenta.
¿No lo creen? Les doy dos razones: a pesar de que sus triunfos en el campeonato los ha obtenido frente a los peores clubes de su grupo, sin una marca rigurosa que los asfixie y ante jugadores subidos de peso (Rosell debe comer el mismo menú que Machito), ha mantenido un ritmo de juego cansino, trotón, de muy baja intensidad.
La segunda está basada en la dependencia. Ofensivamente la ‘U’ genera poco, poquísimo para un cuadro que se dice grande. Ante UTC mejoró cuando alguien le hizo recordar a Ibáñez que Alemanno se mueve mejor sobre la izquierda, con un 9 a su costado. Pero si Grossmüller o Guarderas no están inspirados, los de arriba mueren literalmente de hambre. ¿Es malo esto? Por supuesto. En el fútbol moderno si bien las individualidades siguen siendo determinantes, su relevancia se encuentra en función del colectivo. En otras palabras, el juego del equipo, su apuesta, no puede depender de uno o dos jugadores, sino de lo que realice en conjunto. Vuelva al video del ‘U’-Boca del 81. Sin Leguía o Echeandia, ese equipo no existía.
Lo mejor de la última presentación del cuadro de Ibáñez fue que al fin algunos jugadores volvieron a sus puestos y se los vio más cómodos (Flores y Gonzales ya no jugaron con el perfil cambiado) y Aguirre, sin ser una maravilla, lo hizo mejor que Ampuero.
¿Qué viene? Triunfos ajustados contra rivales mediocres o simplemente malos, y algunas derrotas dolorosas como la sufrida la semana pasada ante Garcilaso. Tal como está armado el equipo, y con la dirección técnica actual, es difícil esperar más.