Universitario: clasificar hubiese sido un espejismo
Hubiese sido lindo ver a la ‘U’ en otra final, pero habría sido un espejismo, un estilizado ejercicio de maquillaje que iba a alargar una fantasía que no tenía dónde sostenerse.
Se hizo mucho con muy poco. A un plantel con tanta juventud había que reforzarlo con profesionales que lo potenciaran, que ayudaran al crecimiento de quienes buscaban hallar un sitio. En lugar de eso, se trajo a dos jugadores semirretirados -Pino y Galliquio-, un defensor manso -Rodríguez- y un lateral como Estrada, que más allá de su empeño, nunca mostró cuáles fueron los méritos que motivaron su contratación.
Funcionó Trauco -el mejor, por lejos-, emocionó Rengifo con su innegociable amor por la camiseta, levantó Manicero sobre el final y se escondió Guastavino. Del inicio fulgurante al lado de Ruidíaz, Flores y Polo, el uruguayo pasó a ser un tímido fabricante de chispazos. Por momentos parecía un vestigio de sí mismo, un movedizo refugio de nostalgia, que apenas despertaba aplausos cuando le tocaba definir la suerte de los balones a pelota parada.
No ayudó tampoco tener un cuerpo técnico sin reflejos, de frágil lectura táctica, incapaz de salirse de su libreto cuando se encontraba con equipos que lo enfrentaban sin pudor y le reducían los espacios. Aunque el colombiano García canalizó la amargura de la hinchada convirtiéndose en uno de los principales receptores de insultos que recuerde, el banco no no lo ayudó mucho. Sus problemas de ubicación se hicieron más evidentes por la forma cómo defendió la ‘U’ a lo largo de todo el campeonato.
Muchos equipos del primer mundo futbolístico juegan con un solo volante de marca en el entendido de que la labor de recuperación no es individual, sino colectiva. Salvo muy pocos partidos, la crema descargó el trabajo sucio en un solitario volante central, mientras los interiores veían pasar la pelota, como si estuvieran en los años ochenta.
La ‘U’ se hizo un equipo muy largo. Cada vez que perdía el balón en cancha contraria, sus centrales quedaban expuestos. En cada contra, la mediacancha se convertía en zona de tránsito libre (el segundo de Melgar, en el Nacional, fue una muestra de ello). Sin contar los partidos de la semifinal, la crema anotó 74 goles (tuvo la mejor delantera del torneo), pero recibió 62 en 44 partidos, más que Ayacucho (59) que terminó antepenúltimo.
En el tramo final, además, se hicieron más elocuentes los problemas físicos. Ante San Martín se perdieron dos jugadores casi al comenzar el partido y frente a los arequipeños, en Lima, era vergonzoso ver a tanto jugador acalambrado.
No fue, pues, un equipo con equilibrio. Y aunque la irregularidad del torneo permite que estas falencias puedan esconderse, frente a cuadros más o menos sólidos como Melgar tantas estrecheces pasan factura.
Tuvo, además, enemigos dentro del club. El manejo de los administradores y de la gerencia deportiva fue deplorable. La venta de Ruidíaz a México da para un capítulo entero de un manual de incompetencia. Y la pataleta final, de no entregar el manejo de la institución a los nuevos administradores, sembró suspicacias sobre los motivos detrás de esa negativa.
EL FUTURO
Aunque como ustedes celebré los campeonatos del 2009 y el 2013, aquellos fueron títulos mentirosos, que escondieron una debilidad institucional de espanto, que puede crecer si se siguen pateando las soluciones estructurales para el futuro.
¿Qué debe hacer la ‘U’? Ordenarse. Fortalecerse como club. Volver a convertirse en una institución seria, con dirigentes que leen las bases de los torneos en que participan, que compite en buena lid, respeta las normas y honra sus deudas.
Ese debe ser el principal objetivo. Lo deportivo no hay que descuidarlo, pero el hincha debe tener claro que la situación no da para exigir la contratación de grandes estrellas. El mayor poder de seducción de la crema radica en el orgullo de vestir su camiseta. Quien venga debe tener claro que hacerlo no es fácil, que requiere altas dosis de amor y sacrificio. Que ponerse la camiseta de Lolo, Terry, Chumpi o el Viejo Nunes es, antes que cualquier cosa, una cuestión de honor.
Bajo esta mirada, ha sido un acierto que César Vento se haga cargo de la gerencia del club. Es un tipo serio. Y crema. Su éxito en otras instituciones locales e internacionales lo avala, abona a su credibilidad.
Su primera medida, tras el partido de este miércoles por el tercer puesto, debe ser agradecerle al cuerpo técnico por los servicios prestados, y buscar un entrenador con ascendencia, mando y conocimientos del fútbol moderno.
No creo, sin embargo, que la ‘U’ deba desprenderse de Roberto Chale. Debería quedarse como una suerte de consejero, un asesor general que vigile las diferentes categorías y brinde su sapiencia a los chicos que empiezan a hacerse un nombre. El club le debe mucho, como jugador y técnico, pero su tiempo en el manejo directo del primer equipo ya pasó. Universitario necesita dar un salto de calidad, apostar por algo distinto, refrescarse, algo que Chale ya no le puede dar.
No campeonar es un fracaso para cualquier equipo grande. Pero hacerlo también puede ser un engaño. A pesar de que nos duela tanto el corazón, que nos fastidien las chanzas de los rivales, que el lunes despertemos con cada de perro, esta tarde, en Arequipa, se demostró que el fútbol no es ajeno a la lógica. Lástima que esta vez le tocó sufrirla a la ‘U’.