Cuidado con Fossati
Aunque mi candidato siempre fue Ricardo Gareca, no puedo negar que Jorge Fossati es una excelente alternativa ante el calamitoso estado en que se encuentra la selección tras el breve paso de Juan Reynoso por la Videna. La blanquirroja necesita un profesional de primer orden, experimentado y con probada capacidad para convencer a los jugadores -y al hincha- que existen las condiciones suficientes para remontar este pésimo comienzo en las eliminatorias rumbo a Norteamérica 2026.
Sin embargo, hay un aspecto que, en el apuro, tanto Juan Carlos Oblitas como Agustín Lozano no han tomado en cuenta cuando decidieron que el veterano estratega uruguayo se convierta en seleccionador nacional.
Uno de los grandes problemas que padeció Juan Reynoso desde el mismo día de su nombramiento fue el rechazo de los hinchas de Alianza Lima. Treinta años después, su pase a Universitario sigue siendo una herida sangrante por más que cuando se los enrostra ante la evidencia suelen negarlo enfáticamente. Haber abandonado Matute rumbo a la vereda de enfrente, en su mejor momento futbolístico y con la partida de los ‘potrillos’ fresca en el recuerdo es una afrenta sin cicatrizar que entre el fanático aliancista se explicita en una palabra cargada de ira y resentimiento: traición.
El ’Cabezón’ tampoco ayudó. Dueño del carisma de un saco de arena, su aversión a la autocrítica a pesar del magro rendimiento de la selección, le ganó el rechazo mayoritario. Y en tales condiciones, intentar una defensa de su gestión era poco menos que imposible.
Hace solo un mes, Jorge Fossati era el uruguayo más admirado del país. Su agradecimiento al cielo tras el golazo de Calcaterra le añadió espiritualidad a la épica del Matutazo, una final que trascendió lo deportivo por su simbolismo para las hinchadas más importantes del país y la vergonzante decisión de los directivos aliancistas de apagar las luces del estadio para impedir la celebración crema.
Los movimientos espasmódicos del profe -una mezcla de PPK después de la ‘pesada’ con C-3PO huyendo de Darth Vader- cuando intentaba salsear en la casa del Orejas, agregaron humanidad a una figura que empezaba a ser comparada con otros orientales notables en el santoral merengue, como Roberto Scarone, Juan Eduardo Hohberg y Sergio Markarián.
Hoy ese amor desbordado parece haberse extinguido. O, en todo caso, reducido a sus mínimos. Los chats de hinchas y las redes sociales arden de indignación por lo que califican como una traición al dejar el equipo ad portas del año de su centenario.
La posición del ‘Nono’ es comprensible. A los 71 años, tener la posibilidad de pelear por ir a un Mundial es un anzuelo demasiado seductor. Dueño de un palmarés inapelable y con suficiente dinero en los bolsillos para diez vidas más, a Fossati lo tocaron en lo más hondo. “Va al Perú por la gloria”, me dijo Jorge Barraza meses atrás en Trinchera Crema Podcast. ¿Cómo no entenderlo, entonces?
Pero el hincha no sabe de sensiblerías. Antes del Mundial de Qatar, el periodista Andrés Burgo me decía que prefería ver a River campeón que a Argentina cargando por tercera vez la copa. Estoy seguro que si se lo preguntara otra vez, su respuesta sería la misma. Ningún club es plato de segunda mesa, y eso es algo que dudo se lo perdone a Fossati la fanaticada merengue.
El suelo, pues, no será de rosas, sobre todo en estos tiempos en que la U trata de recomponerse tras el shock de perder a su entrenador.
Y si los resultados de la selección no son positivos, las cosas se pueden poner peor.