Belo Horizonte, (EFE). El nublado devenir que amenaza a Luiz Felipe Scolari, Alejandro Sabella, Joachim Low y Louis Van Gaal en el banquillo actual de sus respectivos equipos nacionales convierte el tramo final del Mundial Brasil 2014 en la última oportunidad de conquistar un gran éxito.
Ninguno de los cuatro tiene amarrada su permanencia en el actual banco. La más evidente es la de Louis Van Gaal, para quien es segura su despedida del combinado 'orange' ya comprometido con el Manchester United. Discutido por su personalidad y actitud, es también peculiar sobre el terreno de juego. Ahora distanciado de la filosofía holandesa. Del fútbol total que tradicionalmente ha predicado este equipo. Pero el ex entrenador del Ajax, Barcelona y Bayern Múnich mira ahora más el marcador que los movimientos en el césped.
Tiene a tiro un éxito con el que pocos cuentan. El menos favorito del cuarteto final suspira ahora por el éxito que se le negó en Alemania 1974, Argentina 1978 y Sudáfrica 2010. Con la puerta de salida abierta y la libreta en la mano, Van Gaal tiene ante sí un triunfo sin precedente en su carrera.
Alejandro Sabella medita echar el cierre a su etapa en el equipo nacional. Sometido por la enorme presión que acecha al combinado albiceleste, este bonaerense de 58 años, que ha envejecido siete en solo tres, contempla otros horizontes.
El liderazgo de Leo Messi en el fútbol alimenta la obligación argentina. Y el arrastre afecta a Sabella, 'obligado' a ganar simplemente por obtener la coronación definitiva del astro del Barcelona.
La presión es también el principal enemigo de Luiz Felipe Scolari, al que no le sirve otra cosa que el título en Brasil 2014. El preparador, que fue reclutado en noviembre del 2012 para hacer al equipo campeón, transita con el lastre de un juego avaro, distanciado del 'jogo bonito' que ansía el seguidor, insatisfecho a pesar de los éxitos. A pesar de hacer campeón de la Copa Confederaciones al equipo canarinho tras avasallar en la final a España, cada partido ha sido puesto en cuestión por la opinión pública.
En tanto, Löw tiene todo lo contrario que sus colegas. Tranquilidad, estabilidad y el respeto a su trabajo. Los éxitos, diez años después, empiezan a ser una exigencia para un entrenador que ha cambiado la idea del fútbol germano, que ha devuelto la fiabilidad al gigante alemán, pero que ha carecido del brillo de los trofeos.
La selección no logra un gran título desde que consiguió la Eurocopa de 1996. En un Mundial no reina desde Italia 1990. El subcampeonato en la Eurocopa del 2008, tras perder con España y el tercer lugar en Sudáfrica 2010, es lo más notable de la larga etapa de Löw.