Disciplina, constancia, cuidado, profesionalidad, dedicación, esmero… Todas palabras menos atractivas que habilidad, talento, maestría, genio, gracia, picardía. No obstante, con las primeras se puede llegar incluso más lejos que con las otras; en casi todos los órdenes de la vida. El lunes último -6 de julio- dejó definitivamente el fútbol activo el centrodelantero peruano Claudio Pizarro. Se fue dejando un récord que quizás nunca se iguale: ser el único sudamericano en disputar 21 temporadas consecutivas en Europa. La sola enunciación habla de una hazaña; como escalar el Himalaya, cruzar a nado el Canal de la Mancha o dar la vuelta al mundo en solitario embarcado en un pequeño bote. Miles de futbolistas de nuestra región a lo largo de la historia intentaron llegar al Viejo Continente y descollar. Muchos fueron y volvieron rápido, otros pasaron inadvertidos, algunos actuaron discretamente tres o cuatro años, los menos triunfaron con amplitud y se quedaron tiempo. Pero nadie permaneció por casi una vida en las canchas de allá. ¡Veintiún años es una marca extraordinaria! ¡Tan ponderable!
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Más allá de goles o títulos la carrera sola es en sí misma una epopeya. Después de cuatro estaciones en Primera División del Perú -dos en Deportivo Pesquero y dos en Alianza Lima- Pizarro llegó a lo que sería el destino de su vida: Alemania. Debutó en la Bundesliga con la camiseta del Werder Bremen el 28 de agosto de 1999 y, salvo un año en el Chelsea londinense, su hábitat fue la tierra de Gutenberg y de Goethe. Javier Zanetti había establecido una marca de 861 partidos y 19 años en el Inter de Milán; Pizagol jugó menos -730- pero en dos ciclos más. Lo adornó con veinte coronas: 6 de la Bundesliga, 6 copas de Alemania, 1 Champions, 1 Intercontinental, 1 Mundial de Clubes y varios metales menores. Y la cereza fueron 281 goles.
Claudio es el espejo en donde deberían peinarse todos los jugadores latinoamericanos, siempre tan afectos a la excusa (“El técnico no me quiere”, “Me discriminan porque soy sudaca”, “Me faltó continuidad”, “Los europeos son racistas”, “No me pasaban la pelota”). Llegó a Bremen con 19 octubres y en el primer año aprendió alemán, el cual habla a la perfección. Estuvo un año en el Chelsea, se preocupó desde el primer día por captar la lengua de Shakespeare y la dominó bien. No esperó que Alemania, el Werder Bremen o el Bayern Munich se adaptaran a él, entendió que debía ser a la inversa. Se entrenó como lo hace un jugador de élite, acató las indicaciones de los entrenadores, no lloró por un lugar, lo peleó y lo ganó. Integró un equipo de estrellas, el de 2013 que fue campeón europeo y reunía en ofensiva a Robben, Mandzukic, Mario Gómez, Ribery, Thomas Müller, y detrás a Kroos, Schwainsteiger, Shaqiri; en defensa a Alaba y Lahm. Entre semejante dotación consiguió partidos y marcó 4 goles en esa Champions. Y cuando le tocó hacer banco puso buena cara, apoyó a los que entraban. Por eso, además de sus cualidades, el Bayern Munich acaba de nombrarlo leyenda y le ofreció ya un cargo de embajador. El Werder Bremen fue más allá: quiere que siga “de lo que guste”, hasta de presidente, como lo es Rummenigge en el club muniqués. Difícil elección para El Bombardero, son dos amores fuertes: el Bayern es la tentación grande, Bremen un matrimonio de por vida.
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Fue, plantó bandera, abrió una ruta para sus compatriotas en la exigente Bundesliga y, más que eso, ha sido un embajador continental que nos prestigia. Bien por él.
Lo que más resaltan los técnicos y compañeros que ha tenido en su etapa europea es el positivismo del peruano, dentro del campo y, sobre todo, en el vestuario. El Werder Bremen pasó una situación angustiosa; debió jugar dos partidos por la permanencia ante el Heidenheim, que buscaba el ascenso. El jueves 2 de julio igualaron 0-0 y el lunes 6 otra vez tablas, pero en un partido dramático terminaron 2-2. Iba el Bremen arriba 1-0, le igualaron en el minuto 85, volvió a adelantarse 2-1 a los ’94 y le emparejaron de nuevo a los 97′. Pizarro estaba de suplente y, ante semejante ida y vuelta, el técnico Florian Kohfeldt debió pensar más en el resultado que en darle unos minutos a Claudio a manera de homenaje. “Me disculpé con él por no poder ponerlo en su último juego. Pero, desafortunadamente, la situación no era la más propicia -explicó Kohfeldt con toda lógica-. Él me dijo que no importaba, que lo principal es que seguimos en Primera”, agregó el entrenador. Luego contó una anécdota: “Vimos con el equipo de entrenadores un video de los años 90, 2000 y desde el 2010, y Pizarro siempre aparece alegre. Le dije a mi asistente: ‘permanentemente le ves la misma cara sonriente’. La verdad, me saco el sombrero ante él”.
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“Claudio Pizarro enamoró con su forma de ser al Bayern y contribuyó a cimentar una excepcional química colectiva en el vestuario”, fue el comentario oficial del Bayern Munich en su despedida. Y su excompañero Philipp Lahm lo reafirmó: “Su punto más relevante dentro del vestuario era que se llevaba bien con todo el mundo. Ejercía de nexo de unión entre todas las partes del equipo. Mantuvo al vestuario unido”. Thomas Müller apuntó a lo técnico: “Su combinación de dinamismo, poderío aéreo, técnica y comprensión del juego eran extraordinarios”.
Metódico, obsesivo del cuidado físico, obediente de las recetas de su nutricionista, esa conducta le permitió volver una y otra vez de infinidad de lesiones producidas al superar los 30 años y llegar activo hasta el umbral de los 42. Y siendo atacante, un puesto que exige más velocidad y reacción que otras funciones. También le ha jugado a favor tener una vida familiar estable. Se casó en 1999, en el momento de viajar a Alemania, con su novia de la escuela, Karla Salcedo, tienen tres hijos y siguen juntos. Algo similar a lo de Messi, unido aún a su noviecita de Rosario, con la que soñaba antes de viajar a Barcelona.
“Ya no basta con la calidad, ahora el fútbol es mucho más competitivo, más físico, sobre todo acá en Europa -se sinceró Claudio en su última conferencia de prensa como futbolista-. Hay que trabajar duro y tener ideas claras de qué quiere uno conseguir, cuáles son sus objetivos. Si no está eso y te quedas pensando en tu cultura, en lo que dejas, la comida, el clima agradable, los amigos y demás, puede que te regreses pronto”.
Un europeo, Francisco Pizarro, sometió al Imperio incaico y conquistó el Perú; éste Pizarro hizo el viaje en sentido contrario y se ganó el corazón de Alemania. Con armas persuasivas: goles, sacrificio y comportamiento.
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