La historia de esta Premier League se puede resumir en un solo partido.
Chelsea venía de perder ante Liverpool y estaba sufriendo un baile por parte del Arsenal en el Emirates. Con 60 minutos de juego, desesperado, Antonio Conte optó por reemplazar a Cesc Fàbregas –el mejor asistidor del equipo hasta entonces– por Marcos Alonso, cambio que le obligó a pasar de jugar con 2 back centrales a emplear 3. Nada en la temporada inglesa sería igual desde entonces. El partido se perdió, sí, pero el conjunto azul no encajó más goles ese día. A partir de ese momento, Conte dejó en la banca a Ivanovic y a Terry, y rehízo su primera línea con Azpilicueta, Cahill y David Luiz. Como laterales-volantes utilizó a Alonso y a Víctor Moses, quienes intercambiaron por igual labores de desborde y cobertura. Al medio, dos rocas: Matic y Kanté. Seis metros delante de ellos, Pedro y Hazard flanquearon al punta, Diego Costa. El 3-4-3 le permitió a Conte ganar 13 partidos consecutivos, el sistema no se modificaría más y convertiría un club que inició titubeante en un campeón indiscutible.
El futuro del Arsenal después de la goleada, en cambio, no pudo ser más opuesto. Wenger no logró una formación consistente hasta hace un mes, cuando adoptó la táctica de moda, pero la reacción fue tardía. La paliza en Champions League ante el Bayern Múnich, los puntos desperdiciados ante rivales menores (West Brom, Crystal Palace), la crisis institucional por su permanencia y las quejas públicas de su crack excluyente (Alexis Sánchez) crearon un ambiente de incertidumbre que, por primera vez desde que el francés asumió la dirección del club londinense hace más de dos décadas, pone en peligro su clasificación al torneo de élite de Europa. Con ello no se pierden solo derechos y taquilla, sino también una palanca de negociación en el mercado de pases. Las renovaciones del chileno y la de Özil están en cuestión, y ningún agente ve al Arsenal como un club de consolidación o ascenso, sino de declive. La inconsistencia también tiene daño interno: Oxlade Chamberlain, el mejor talento joven de los ‘gunners’, bien puede preguntarse si debe insistir o partir.
Ambas historias tendrán un último cruce en la final de la FA Cup. Para Conte será una manera de cerrar el año futbolístico con un doblete que coronaría una temporada triunfal. Para Wenger, en cambio, será la única chance que tenga de salvar la dignidad del año y asegurar, de paso, un lugar en Europa League. Cuando ambos entrenadores se vean, el próximo 27 de mayo en Wembley, el encuentro será bastante diferente a aquel que marcó la temporada el 24 de setiembre pasado. Algo los une: esta vez ambos alinearán el 3-4-3. Algo los separa: si bien disputarán el mismo trofeo, lo que ello significa para cada uno es bastante diferente.