Ahmad Ahmad parece empeñado en poner contra las cuerdas a la FIFA y su mensaje de tolerancia cero a la mala praxis entre sus acólitos. “Continuaremos luchando contra la corrupción en el fútbol y continuaremos cooperando con las autoridades de todo el mundo, que nos han ayudado a salvar y reformar el fútbol”, proclamaba con rotundidad el mes pasado su presidente, el suizo Gianni Infantino, durante el Congreso anual de la organización que preside. Pero ni semejantes amenazas, ni las numerosas acusaciones por gestión dolosa, malversación de fondos o abuso de poder que penden la cabeza del polémico presidente de la Confederación Africana de Fútbol (CAF) impidieron que este miércoles anunciara su candidatura oficial a la reelección del cargo que ostenta desde 2017.
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El sexagenario dirigente natural de la isla de Madagascar se lanzó a la carrera electoral escoltado por su séquito de fieles, en su mayoría miembros prominentes del Comité Ejecutivo de la organización que preside con muchas más sombras que luces, algo que no ha cambiado lo más mínimo con respecto al camerunés Issa Hayatou, anterior inquilino de la silla presidencial, que tras 29 años de controvertido mandato, en el que llegó a suplir por unos meses a Joseph Blatter como jefe supremo del fútbol mundial, fue depuesto de su cargo por el entonces presidente de la Federación de Madagascar aprovechando la estela corrupta que dejaron los contratos de derechos de televisión y patrocinio del fútbol en el continente negro, concedidos ‘a dedo’ por Hayatou a sus amigos de la compañía francesa Lagardère Sports hasta el año 2036. Unos contratos, que, por cierto, siguen estando vigentes, pese a que su sucesor en el cargo anunciara que su primera medida tras asumir el mando sería revocarlos.
Al dirigente malgache no parece quitarle un ápice el sueño que la Comisión de Ética de la FIFA lo venga investigando desde hace más de un año de los numerosos hechos constitutivos de delito que se le imputan. Sin olvidar que uno de ellos, su implicación directa en el acuerdo de compra de material deportivo por más de 4 millones de dólares a la empresa francesa Tactical Steel, especializada en material para gimnasios, propició su detención por la gendarmería francesa el pasado año en París para ser interrogado por una sospechosa transacción realizada vía correo electrónico entre el propio presidente de la CAF y uno de los dueños de Tactical Steel, Romuald Seillier, a la sazón buen amigo del entonces agregado de Ahmad, Loic Gerand. El pago ulterior de los 4′4 millones se realizaría a tres empresas diferentes, una de ellas radicada en Emiratos Árabes, y sin mediar un solo contrato de por medio.
Tras reiterar que las múltiples acusaciones hacia su gestión al mando del balompié africano son “totalmente falsas, maliciosas y difamatorias”, Ahmad argumentó su decisión de buscar un segundo mandato en el apoyo incondicional de la mayoría de las asociaciones nacionales. Verdad es que 46 de los 54 presidentes de las federaciones miembros de la CAF le enviaron días atrás una carta pidiéndole que se presentara de nuevo a las elecciones que tendrán lugar el 12 de marzo del año que viene en Rabat (Marruecos). Un hecho que, sin embargo, no resulta para nada extraño si se tiene en cuenta que esos dirigentes reciben en sus cuentas corrientes personales una subvención personal de 20.000 dólares anuales desde que Ahmad está al mando de la ‘familia’ africana, como le gusta apodarla.
Lo curioso del caso es que, a falta de pocos meses para que se hagan efectivas esas elecciones presidenciales al trono de la CAF, ni la citada Comisión de la FIFA ni su presidente se hayan pronunciado sobre todas esas denuncias por corrupción y malversación de fondos presentadas contra Ahmad y sus hombres de confianza, la mayoría realizadas por dos ex trabajadores de su organización: el ex director financiero, Mohamed El Sherei, y el ex secretario general, Amr Fahmy.
Ambos altos cargos fueron despedidos a los pocos días de conocerse que se habían puesto en contacto con Zurich para dar cuenta de una serie de violaciones financieras y de comportamiento por parte del presidente de CAF. Entre las más graves, acosar sexualmente a cuatro empleadas de su organización, cobrar por partida triple las dietas del Mundial de Rusia (una de la FIFA y las otras dos de la CAF), o no reembolsar los 100.000 dólares que sacó de una de las cuentas de la Confederación Africana para realizar un viaje personal de peregrinación a la Meca con 18 personas, entre amigos y algunos miembros de su Comité Ejecutivo.
De igual modo, la FIFA continúa sin desvelar los resultados de la misión encomendada a su secretaria general, la senegalesa Fatma Samoura, de supervisar a lo largo del segundo semestre de 2019 las finanzas de la CAF. El resultado de dicha labor quedó reflejado en una auditoría realizada por la consultora británica PricewaterhouseCoopers (PwC), y que resultó ser demoledora para los intereses de Ahmad y su tropa de fieles seguidores.
La filtración de dicho informe evidenció con todo lujo de detalles que la CAF es una institución carente de un sistema administrativo y financiero como tal, que adolece además de las mínimas normas de transparencia e integridad requeridos para un organismo de su magnitud. PwC detectó igualmente una enorme cantidad de infracciones financieras y administrativas, muchas de ellas relacionadas con altas sumas de dinero en cash, que sacaban empleados de la organización sin ningún tipo de respaldo para su control.
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