No practicaba con mangos (como Pelé) ni creció en una villa (como Maradona). Y no es Messi. ¿Qué futbolista es Cristiano Ronaldo hoy, después de sus 400 goles con el Madrid y los 104 tantos en Champions League, ese mundial que vemos por TV todos los años y todos los martes? O mejor, ¿cuál no es?
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No es, claramente, el futbolista de piernas chuecas que gambetea, aunque su slalom -su freno- alguna vez lanzó hasta los paneles publicitarios a Puyol. No es, tampoco, el más noble cuando reacciona: hace poco pifiaron al Madrid –es decir, a él- y la TV española le leyó los labios diciendo “hijos de puta”. Se pelea y se amista con sus hinchas como cambia de coiffure. Y no, no ha celebrado un Mundial con Portugal y en la final de la Eurocopa que su selección consiguió en 2016, se lesionó.
Fuera de eso, lo ha ganado todo: 4 Botas de Oro, 4 Balones de Oro; es el goleador histórico de Portugal –lejos de Eusebio, la Perla-, además del terminator que acaba con cualquier arquero de la Champions, donde ya es récord con sus 104 goles. Tiene otros números personales que por sí solos, son más decisivos que un club. Suma más goles en Champions que el Atlético en su historia, por ejemplo.
No hay un futbolista en el mundo que represente tanto a un cultura futbolística como Cristiano Ronaldo al Madrid. Ni Sergio Ramos ahora, ni Raúl González hace pocos años. Cristiano es espectacular y decisivo, individualista y polémico, porque el Real Madrid es así: solo la NASA compite con ellos en la polémica tabla de gastos de dinero para sus obras. CR7 es la suma de todos los tiempos del madridismo: si Di Stéfano fue el crack que imponía la moda y mandaba en el campo para ganar cinco Copas de Europa consecutivas, hace 50 años, Cristiano es el modelo perfecto de un club cosmopolita que piensa en fichar jugadores para vender camisetas y ganar campeonatos, al mismo tiempo. Hagamos números: a Florentino Pérez, el capo del Madrid, Cristiano le costó 100 millones de dólares en lo que parecía una excentricidad de millonario barrigón. Ocho años después, este es el saldo: CR7 tiene más goles anotados que partidos en la cancha: 400 en 389. A Cristiano le faltan partidos para seguir marcando. ¿No es acaso la mejor inversión en la historia del Real Madrid?
Si el fútbol es el gran negocio del siglo XXI, Cristiano es el producto top.
Tiene salto, potencia, regate, gol, cabeza, boca, patada, y no se amilana. Jorge Valdano fue más didáctico en una conferencia: “A Messi se le adivina la calle, a Cristiano el gimnasio”. ¿Por qué cuesta tanto elogiar a este portento? Si fuera sudamericano, nadie dudaría más sobre su influencia en el ránking de los mejores jugadores de la historia. Pero aunque nació en Portugal y habla español, todos reconocen en él un producto europeo. Y mientras otros discuten, se compra autos de medio millón de dólares, cambia de novia cada año y modela Calvin Klein. Si Pelé tuviera 28 años, hubiera hecho lo mismo.
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Lo acusamos de no ser un hombre promedio pero celebramos sus números de máquina. Es nuestra inconsecuencia. La discusión sobre Cristiano terminará cuando se retire: allí habrá gente que dirá por qué no prendí más seguido la TV, por qué no lo grabé, por qué no fui testigo. Ya tiene 32 años; apúrate.
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