Joel Alarcón será el encargado de dirigir el clásico entre Universitario y Alianza Lima de este domingo en el Monumental. (Foto: GEC)
Joel Alarcón será el encargado de dirigir el clásico entre Universitario y Alianza Lima de este domingo en el Monumental. (Foto: GEC)
/ JESUS SAUCEDO
Ricardo Montoya

Como si se le fuera la vida en ello, el hincha, en la semana del clásico, cumple a conciencia con su tarea. Militante de una pasión particular, el aficionado crema o blanquiazul ha elegido, desde niño, los colores que van a determinar el pulso de su sangre, y ahora, en esta semana con aroma de definiciones, ha cumplido con el ritual de investigar todo lo concerniente a su ‘enemigo’ de siempre: puntos flacos, debilidades, fortalezas, ausencias. Con el oponente, ya debidamente examinado para propósitos coloquiales de debate, el hincha leal torna sus ojos hacía el réferi: Joel Alarcón, el elegido para este domingo.

Con sentido común, la Conar ha descartado para el partido de los partidos de nuestro fútbol a Víctor Hugo Carrillo y a Diego Haro. Ambos, con justicia o no, identificados en el imaginario local con y la ‘’, respectivamente.

Alarcón, en cambio, representaba hasta hace un tiempo una saludable anomalía en el balompié peruano. Se trataba de un juez que conocía las reglas, pero que, además, entendía el juego y la necesidad de darle fluidez al espectáculo. Un silbante –qué horrible palabra– con el suficiente criterio para comprender que el silbato es un instrumento para dirigir y no un rifle para amenazar a los jugadores. Por si fuera poco, acompañaba sus faenas con buen talante, imponiendo su investidura sin abusar de su autoridad. En suma, un árbitro, rara avis, que se parecía a la justicia.

Lo malo, sin embargo, vino después. En el último clásico, que dirigió en el 2017, sopló fatalidades contra la ‘U’, expulsando correctamente a Figuera pero ignorando que la provocación con golpe de Hohberg, por entonces íntimo hasta la médula, merecía similar sanción. Los merengues, con un jugador menos, perdieron ese encuentro y, como era de esperarse, lo responsabilizaron de la derrota.

“El árbitro debe prepararse psicológicamente para recibir todo tipo de insultos y tener siempre la tranquilidad de que está haciendo lo mejor posible”. Así aconseja el internacional argentino Horacio Baldassi a aquellos que, alma de masoquistas, quieren incursionar en esta compleja profesión. El caso es que Alarcón fue flexible con las críticas y recuperó la compostura en los siguientes juegos. Otra vez estábamos frente a la promesa más sólida del referato nacional.

Un año después, en su mejor momento comete, ante las encolerizadas retinas de los arequipeños, un yerro mayúsculo: anula el tanto lícito de Cristopher Gonzales, que deja a los arequipeños fuera de la disputa del título nacional. Para colmo de males, nuevamente Alianza fue beneficiado con ese error involuntario.

Han pasado varios meses desde entonces y Joel Alarcón ha podido levantar la cerviz. De igual forma, en un partido con sabor a final, como este del domingo, los protagonistas ya empezaron a incendiar la pradera con sus declaraciones. “Los errores arbitrales están favoreciendo siempre a los mismos”, ha manifestado Pablo Bengoechea en clara alusión a los fallos del último fin de semana del colegiado Michael Espinoza, quien sancionó un penal inexistente a favor de los cremas en Huancayo. Y de Kevin Ortega que hizo, insólitamente, repetir un tiro desde los doce pasos que había desperdiciado el celeste Palacios frente al Ayacucho FC. La respuesta, aunque moderada, no se hizo esperar en tienda antagonista. “Pablo ya se olvidó del 2017”, replicó Jersson Vásquez desde Ate.

“Durante más de un siglo, el réferi vistió de luto. ¿Por quién? Por él mismo. Ahora disimula con colores”, fueron las palabras que utilizó Eduardo Galeano para describir la difícil actividad arbitral. Este domingo, posiblemente vestido de amarillo, Joel Alarcón no quiere convertirse en coartada de los errores defensivos propios, ni en explicación de las desgracias resultadistas y mucho menos en propietario exclusivo de insultos que no merece. Su misión es la de impartir justicia tratando de pasar inadvertido. Sin la ayuda de los equipos no va a ser fácil. Colaboren.

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