Los efectos negativos del COVID-19 sobre la economía han sido impresionantes, incluso más allá del escenario negativo previsto por cualquier economista serio. Hasta ahora, las cifras de contagios globales alcanzan 7.074 millones de personas, 404 mil muertos y una caída del PBI global de más de 3%. La incertidumbre continua y aún estamos ante un escenario binario.
El escenario A es de una recuperación en V (en referencia a la forma en que podría tomar el crecimiento económico luego de la caída), y el escenario B es el de una recesión económica de gran magnitud con un espiral recesivo difícil de revertir. Dado que el escenario depende casi exclusivamente del pronto descubrimiento de una vacuna o un tratamiento contra el virus, es difícil plantear escenarios intermedios.
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Los gobiernos en casi todo el mundo han implementado programas económicos de una magnitud sin precedentes. El estímulo fiscal que comprende incremento del gasto público, programas de subsidios directos y reducción de impuestos para aliviar las pérdidas económicas de las empresas y personas, ha significado un gran incremento de los déficits fiscales de los países. Por el lado monetario, los bancos centrales han reducido considerablemente las tasas de interés, junto a otros programas de estímulo que implican inyección masiva de liquidez en los mercados financieros. Dichos programas económicos han comprado tiempo para que la economía se mantenga con esperanzas, no se rompa la cadena de pagos y esté en buenas condiciones para afrontar la recuperación económica, cuando el virus deje de tener efecto. Sin embargo, dichos esfuerzos son una condición necesaria, pero no suficiente para que se dé el escenario A. La continuación de los programas económicos tiene un límite, pues chocan con la sostenibilidad fiscal. Adicionalmente a eso, la gran liquidez inyectada, de no tener una respuesta en la actividad económica pueden llegar a una escalada de inflación, con lo cual estaríamos en una estanflación (recesión con inflación), siendo este el peor escenario.
Otro factor que genera optimismo es la apertura de las economías. Igualmente, esto es una condición necesaria para la reactivación económica, pero no suficiente. Una total apertura no necesariamente garantiza una normalización de la actividad económica en la medida en que los patrones de consumo de la persona no se normalicen también. De no contenerse la expansión del virus, los consumidores podrían aún mantener restringidos sus patrones de consumo y con ello las ventas de las empresas no se recuperarían, generando también un espiral recesivo. Asimismo, la inversión privada no se va a reactivar mientras no se tenga claro que las ventas repuntarán, teniendo en cuenta que hay mucha capacidad instalada ociosa.
Por otro lado, también existe mucho miedo sobre una segunda ola de expansión del virus. Si bien hasta el momento no hay evidencia de que los países que han abierto sus economías experimenten una segunda ola de contagios, aún es muy pronto para afirmarlo con certeza. Aunque situaciones como la generada por las fuertes protestas en Estados Unidos podrían hacer repensar eso.
El descubrimiento de un tratamiento o una vacuna resulta de vital importancia para que la economía pueda reactivarse. Sin ello, sería prácticamente seguro que la recesión económica se agrave.
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