Usualmente se consideran tres elementos para explicar la desaceleración de nuestra actividad productiva e inversión: la descomposición comercial y financiera internacional, las pugnas entre nuestro Legislativo-Ejecutivo y la inadecuada pericia en materia de política económica. El tema de la corrupción se camufla o se trata tangencialmente. Permítanme compartir breves reflexiones sobre las reales causales de la desaceleración.
Primero, debe entenderse que, en la actual coyuntura, la volatilidad cambiaria, la caída de la bolsa y el deterioro de la percepción de riesgo que ha mostrado el Perú tienen un componente externo. Es inevitable que en el marco de la controversia comercial entre China y EE.UU. empecemos a desacelerar. No hay economía en la región que haya escapado a este problema. Imposible minimizarlo.
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Segundo, las pugnas entre el Legislativo y el Ejecutivo también explican parte de la desaceleración. Más allá de las facultades que haya otorgado el Congreso al Ejecutivo, lo cierto es que él mismo pudo liderar –y no lo hizo– la propuesta y aprobación del marco legal para emprender las reformas del frente laboral, del sistema de pensiones, de la reforma judicial y del ordenamiento institucional. A menos reformas estructurales, más se acentúa cualquier tramo depresivo del ciclo económico. La verdad, el anuncio del adelanto de elecciones es una causal menor frente a las pugnas de los tres últimos años.
Tercero, la necesidad de fortalecer el liderazgo en materia política y económica es, por supuesto, un elemento adicional a considerar. La experiencia de Tía María demuestra, por ejemplo, que cualquier individuo puede convertir una sana preocupación del agricultor en una bandera política de hostilización y desorden económico, social y político. De otro lado, la demora en la reconstrucción del norte demuestra la impericia en gestión de los hacedores de política económica.
Cuarto, aunque muchos no lo identifican así, la corrupción es un factor muy gravitante en la desaceleración debido a que, dentro de su complejidad, involucra a los dos factores inmediatamente precedentes y sus tentáculos han alcanzado diversos espacios del frente político, económico e institucional. Solo el intento de desterrarla es un distractor que atenta contra una eficiente asignación de recursos que busque paliar la desaceleración.
¿Quieren identificar dónde está? No es difícil. La corrupción está en diferentes estratos de nuestra sociedad que no podrían justificar hoy sus signos exteriores de riqueza, en el desastre de nuestra infraestructura, en el precio y disponibilidad de medicinas, en la asimetría de la justicia y de la atención en salud. Una gran limitación en nuestros diagnósticos de carácter económico, político y social está dada porque dejamos de considerar a la corrupción como uno de nuestros principales problemas.
Finalmente, debemos descartar la posibilidad de enfrentar una crisis económica abierta asociada al ruido político de las últimas semanas, pretender hacernos creer lo contrario también podría ser síntoma de los intereses que encubre la corrupción. Siempre busca el desorden para mantenerse y desarrollarse.