Los últimos años han marcado el inicio de una nueva era debido a las diversas dificultades que se han presentado, tanto a nivel económico, geopolítico, social y medioambiental. Ante estos desafíos, es importante buscar soluciones que aborden tanto el empoderamiento económico como la sostenibilidad. En ese sentido, un reciente informe de McKinsey & Company profundiza sobre la mejor forma de lograr estos dos objetivos: elevar el nivel mínimo de vida y buscar lograr las cero emisiones netas.
El empoderamiento económico es el punto en el que las personas alcanzan el poder adquisitivo necesario para tener un nivel de seguridad económica que les permita invertir en sí mismas y así incrementar su calidad de vida y su productividad.
Considerando lograr los objetivos hacia el 2030, se calcula que contamos con una brecha de empoderamiento que representa el 4% anual del PBI mundial. En Latinoamérica, esta cifra es del 7%.
La brecha de empoderamiento se refiere al impulso acumulativo en el poder adquisitivo para cubrir las necesidades básicas de las personas. En ese sentido, se requerirá de un esfuerzo conjunto público-privado, mayores compromisos públicos y la creación de nuevos mecanismos multilaterales de financiación.
Sabemos que la situación es complicada en Perú y en la región. Según un informe del Banco Mundial (2023), siete de cada diez peruanos se encuentran en pobreza o son vulnerables de caer en pobreza. Para afrontar ello, debemos saber que existe una relación directa entre el crecimiento, la inclusión y la sostenibilidad. Estos tres elementos que a menudo se complementan entre sí, también pueden seguir direcciones distintas. Por lo tanto, es importante encontrar un equilibrio.
Uno de los hallazgos clave del informe es la importancia del crecimiento impulsado por la productividad y la innovación. Un mayor crecimiento económico y de innovación podría llevar a unas 600 millones de personas a salir de la pobreza a nivel mundial hacia el 2030, dando pasos significativos en su camino hacia el pleno empoderamiento económico.
Por su parte, con su economía emergente y su amplia biodiversidad, Perú se encuentra en una posición única para fomentar un crecimiento impulsado por productividad.
Para lograrlo, el país necesitará un enfoque en la innovación y en políticas que promuevan tanto el desarrollo económico como la protección del medio ambiente.
Adicionalmente, la innovación también juega un papel importante en los objetivos de sostenibilidad, a través del desarrollo tecnológico. Se han registrado disminuciones recientes en los costos de la energía eólica y solar, por lo cual existen oportunidades de inversión. Perú, podría realizar inversiones en energías renovables, así como en tecnologías que ayuden a reducir las emisiones en sectores clave como la agricultura y la minería.
Cabe resaltar que, siendo un país minero, Perú también puede jugar un rol fundamental en la transición energética global, gracias a la producción de minerales indispensables para este proceso, como el cobre, litio, níquel, zinc y otros metales raros.
Para el año 2030, el crecimiento y la innovación dirigida por las empresas podrían cubrir aproximadamente el 60% de la brecha en Latinoamérica.
Para cerrarla, mayores compromisos sociales son necesarios, en los cuales podrían participar el gobierno, asociaciones público-privadas, asociaciones filantrópicas, inversores sociales, e instituciones financieras de desarrollo. Estos compromisos incluyen suministrar bienes y servicios esenciales de manera más asequible y efectiva, mejorar los arreglos laborales y el salario, e inyectar más apoyo directo.
En conclusión, existe una visión optimista sobre todo este proceso. Incluso si los países no cierran completamente las brechas de empoderamiento, tienen oportunidades reales para construir un futuro más estable y próspero. Definitivamente, el Perú no es ajeno a ello, sino que tiene el potencial de generar una economía más inclusiva y sostenible.